DINTEL: Aquí, no pasa nada

12 de diciembre de 2012
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1:15
Abelardo Martín

Pocos son quienes distinguen, en la calle, los límites de actuación de la autoridad federal, la estatal o la municipal; menos aun cuando hay una protesta contra el Presidente de la República, con actos de vandalismo cuya atención corresponde a la autoridad delegacional o del gobierno del Distrito Federal.

Afortunadamente, la mexicana es una sociedad distraída u olvidadiza que, difícilmente recordará que hace 10 días un grupo de personas destruyó todo lo que a su paso encontró en la avenida Juárez y ocasionó daños por más de mil millones de pesos.

Lo de menos, en la óptica de los juzgadores fue la agresión contra la policía, puesta en evidencia (antes se decía ridículo), pues recibieron la orden de no actuar, eso cumplieron. Ahora quienes fueron congruentes con aquella instrucción fueron quienes “juzgaron” la conducta de los agresores. Uno a uno fueron abandonando la detención de que fueron objeto y, lo único que falta es que exijan al nuevo jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, se disculpe con ellos, como autoridad que es, se les indemnice y hasta se otorgue algún premio o distinción.

Es comprensible, dada su precandidatura por la Presidencia de la República 2018-2024 que Marcelo Ebrard no hubiera actuado en su momento para contener a quienes protestaban por la toma de posesión como presidente de Enrique Peña Nieto, quien fue el pretexto de las agresiones que, con lujo de violencia y detalle se vio por la televisión.

El nuevo jefe de gobierno recibió la papa caliente y qué sentido tiene asumir un desgaste, cuando se puede evitar. Es factible que por eso se haya optado por la liberación de los agresores y, de paso, se haya perdido la valiosa oportunidad de aplicar la ley, dar una muestra o un mensaje de que la ley, ahora si, servirá para algo y no solo la que otorga concesiones y privatiza servicios públicos.

El trauma de quienes, el sábado 1 de diciembre tuvieron que esconderse debajo de las estufas de Sanborns o del Hotel Hilton para protegerse de la turba, no tiene valor para la autoridad. Seguramente quien detuvo a los supuestos agresores estaba ciego, por lo que tuvieron que ser liberados, mientras la sociedad, completa se sorprende y los agresores y quienes los patrocinaron están desternillándose de risa por lo sencillo que fue convencer a los juzgadores de la inocencia de los apresados.

Lo dicho, habría que convocarlos para darles un premio, porque de los daños por más de mil millones de pesos, ya fueron cargados a la cuenta pública, la que paga el pueblo.

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QMX/am

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