Visión financiera/Georgina Howard
El PAN y el PRD se han acusado mutuamente de ser los autores intelectuales y materiales de “La guerra sucia” que caracteriza las dos últimas elecciones presidenciales.
El recrudecimiento de las hostilidades es un hecho y cada bando (o partido) espera ataques espectaculares muy de acuerdo con la percepción de la violencia imperante en el país. Cada partido se equipó con especialistas en guerra electoral, más que en ideólogos o especialistas políticos. Más que convencer al electorado, lo importante es ridiculizar y aniquilar a los adversarios. Es el signo de los tiempos y rasgo predominante de este proceso.
El PAN tiene en su asesor, Antonio Solá a un combatiente especializado en denunciar al contrario y dejar de lado las capacidades o virtudes de su abanderado, en este caso la candidata Josefina Vázquez Mota. El PRD cuenta con especialistas chilenos que, aparentemente, están especializados en movimientos juveniles, la veta de la izquierda.
Arrancó junio y la ciudad de México tuvo su primer aguacero de la temporada, lo que hace pronosticar ya un mes de torrenciales lluvias, rayos, centellas y muchos truenos. Así también será el ambiente de las campañas electorales.
Tan hay enrarecimiento en el ambiente que, el propio presidente Felipe Calderón ha hecho un llamado a la mesura, cuando primero como candidato y luego como gobernante, su rasgo característico fue la beligerancia y la violencia.
Las versiones periodísticas dijeron que, en medio de las campañas electorales por la presidencia de la República, los medios de comunicación juegan un papel fundamental y por ello deben mantener la imparcialidad, pues “a nadie conviene romper el equilibrio informativo”, dijo el presidente Felipe Calderón. Destacó la importancia de que los medios sigan asumiendo su responsabilidad para que impere la pluralidad, la objetividad, la mesura y la tolerancia.
“Los ciudadanos son la columna vertebral del proceso electoral, por eso la voz de los votantes y de los candidatos deben ser las que prevalezcan. A nadie le conviene romper el balance informativo que requiere una sociedad plural como la nuestra, expresó.
Nunca es tarde un llamado o un clamor por el respeto, la concordia, la mesura, el equilibrio, el atemperamiento o control de las pasiones, sobre todo en un país en el que han muerto 65 mil personas en una guerra contra el crimen organizado y el narcotráfico. Todavía permanece en el imaginario colectivo la andanada que el gobierno panista del presidente Fox enderezó con el apoyo de la clase empresarial, diversos medios de comunicación y grupos de poder económico y político, tanto federales y estatales, contra el candidato perredista Andrés Manuel López Obrador, a quien se logró derrotar aunque fuera por un reducidísimo pero suficiente 0.56 por ciento de porcentaje.
No sobran los llamados a la mesura, pero es seguro que son una voz que clama en el desierto frente a los hechos inocultables. Hoy se trata de impedir que el candidato perredista se recupere y produjera un milagro o que el priista Enrique Peña Nieto se desplomara tanto en las encuestas que fuera posible que la candidata panista remontara la diferencia de puntos que tiene con el segundo y luego con el primer lugar de las encuestas.
Aunque en mayo, la percepción sobre seguridad pública en el país mejoró 7.3 por ciento respecto al mismo mes del año inmediato anterior, al pasar su indicador de 95.1 a 102 puntos, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), luego de detallar que, en el Índice de Percepción sobre la Seguridad Pública (IPSP), los resultados obtenidos derivaron de los aumentos observados en todos sus componentes, la realidad es que la violencia electoral puede neutralizar cualquier logro en la tan ansiada paz nacional.
El INEGI, no obstante subrayó, destacaron los componentes relacionados con la percepción de la Seguridad Pública en el país hoy en día, comparada con la que se tenía hace 12 meses, y la seguridad personal en la actualidad respecto al año pasado.
Aunque aparentemente guerras electorales y las que se hacen contra el crimen organizado y el narcotráfico son temas diferentes, su ingrediente fundamental es la violencia, en esta ocasión auspiciada por el gobierno, con base en la ley. El objetivo para ganar es destruir al adversario, aniquilarlo, descarrilarlo para pasar sobre él y triunfar. El fin justifica los medios es la premisa pragmática e indiscutible en ambos temas, pase lo que pase, muérase quien se muera. Lo importante no es ganar, sino aniquilar, aunque haya que juntar a los polos opuestos.