México se la juega en 2025
Uno de los pilares de una sana estructura de gobierno es, sin lugar a dudas, el concepto de Estado laico, es decir aquel que no solo respeta la libertad y la práctica religiosa, sino que construye en ese hecho la garantía de muchos otros derechos y libertades superiores.
Por eso, llama la atención que por afanes electoreros o populistas, en el sentido más peyorativo del término, utilicen gestos, lenguaje y hechos de supuesta religiosidad que no tienen nada que ver con la profundidad de la mayoría de las auténticas religiones y, sí con un afán protagónico y de popularidad o fama que, la mayoría de las veces acaba por atropellarlos.
El ejemplo o testimonio más claro de este hecho lo da el ex presidente Vicente Fox, proclive a actos públicos de mochería y mojigatería que contrastan con sus hechos. Va a misa los domingos, pero cabildea en medios para legalizar el uso de la mariguana y convertirse en productor de la yerba.
El intelectual francés, Regis Debray, planteó apoyado en Condorcet que la misión de la escuela es “hacer que la razón sea popular”, para que ninguna autoridad, ninguna creencia, por venerables que sean, puedan sustraerse al libre examen… Es necesario que el aprendizaje de la libertad de pensar no violente a nadie; que no se trate de imponer una doctrina o una religión. Esta escuela, en la que nadie –incluido el maestro– pueda incitar a otro a pensar como él se llama “escuela laica”
Laico no significa ateo; laico se opone a clerical, conducta que se sirve de las leyes, la policía, los tribunales y los manuales escolares para erigir sus convicciones particulares en obligaciones generales.
Este es el riesgo de actos mojigatos o mochos en la actividad gubernamental o política. No solo se exige una conducta neutra, sino laica porque “el laicismo es más astuto y más exigente. Consiste en separar bien lo privado de lo público”.
Explica Debray: “El laicismo traza una frontera entre lo que sé y lo que creo, entre el ámbito de la razón y el ámbito del alma”.
Sin embargo, una falsa moda de exhibir creencias privadas en el ámbito público tiene cada vez más seguidores, lo que no lo justifica o exculpa.
La presidente municipal de Monterrey, Alicia Arellanes, llevó el asunto al extremo:
Dijo: “Yo Margarita Alicia Arellanes Cervantes entrego la ciudad de Monterrey, Nuevo León, abro las puertas de este municipio a Dios como la máxima autoridad, reconozco que sin su presencia y su ayuda no podemos tener éxito real”. Según el Concilio Vaticano II, entre el Estado y la Iglesia debe existir un mutuo respeto a la autonomía de cada parte. Así es como la laicidad del Estado se fundamenta en la distinción entre los planos de lo secular y de lo religioso. Arellanes Cervantes, gobierna ese norteño municipio desde el 2012. La entrega de la capital regia a Jesucristo, la realizó durante el evento “Monterrey Ora”, organizado por la Alianza de Pastores de esa ciudad. La alcaldesa pidió a Dios “guía, consejo y fortaleza” para lo cual, durante el evento abrió el Salmo 40 de la Biblia que ocupó para elaborar su discurso. “Es curioso como algunos se escandalizan si hablamos de Dios públicamente, hasta se muestran intolerantes, pero toleran y callan ante el odio y el mal, se vuelven pasivos sin proponer y construir un mejor país, se callan y enmudecen”.
“Vivimos en una nación que canta día a día que el destino de los mexicanos por el dedo de Dios se escribió, pero al mismo tiempo lo confinamos a actuar en secreto, ignorándolo casi en todas las esferas de la sociedad. Está de más explicar lo que una sociedad sin Dios puede tener: dolor, pobreza y violencia”.
Cervantes hizo la entrega de las llaves de esa ciudad a Jesucristo y levantando las manos al cielo pidió “humildemente a Dios que entre a esta ciudad y la haga su habitación, señor Jesucristo, bienvenido a Monterrey, la casa que nos has edificado, ésta es tu casa, gracias”. Al terminar su discurso la alcaldesa entregó a dos niños las llaves de la ciudad como si se las entregara a Jesús. “Nosotros las recibimos en nombre de nuestro señor Jesucristo”, dijeron los infantes mientras decenas de acompañantes gritaban “Cristo vive, Cristo vive”. La laicidad del Estado y sus instituciones se señala en el artículo 130 constitucional.
En la misma línea equivocada de la “entronización” de la alcaldesa panista regia, los gobernadores de Chihuahua y Veracruz -entidades con elevados índices de violencia- han “encomendado” a Dios el cuidado de sus estados. En el primer caso, el pasado 20 de abril, César Duarte se consagró al Corazón de Jesús y a la Virgen María en una multitudinaria ceremonia celebrada por el arzobispo de la capital chihuahuense ante miles de católicos:
“Yo, César Duarte Jáquez, me consagro a mí mismo, a mi familia, a mi servicio público en la sociedad. Pido al Sagrado Corazón de Jesús que escuche y acepte mi consagración, que me ayude a la intercesión del Inmaculado Corazón de María. Le entrego a Dios y a su divina voluntad todo lo que somos, todo lo que tenemos en el estado de Chihuahua. Le pido perdón a Dios por todo lo que ha sucedido en el estado de Chihuahua en el pasado, le pido que nos ayude a cambiar todo lo que no sea de él. Yo, César Duarte, declaro mi voluntad delante de Dios, delante de los señores obispos y de mi pueblo. Amén”.
El otro Duarte, en este caso Javier, responsable del Gobierno de Veracruz, a un mes de las elecciones locales, visitó el domingo 3 de junio la iglesia del Espíritu Santo de uno de sus municipios. Se informó que el mandatario acudió a escuchar misa como un parroquiano más de esta comunidad, donde los asistentes se acercaron a estrechar su mano en señal de paz como es costumbre durante el ritual. Javier Duarte coincidió con el clero en que “no se debe hacer uso de la pobreza para obtener beneficios electorales”.
Incluso Miguel Ángel Mancera, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, aceptó la invitación del cardenal Norberto Rivera para asistir a la entronización del papa Francisco. El viaje le salió caro al mandatario, criticado por los suyos y por la Iglesia. No en vano, la Ciudad de México es la única entidad en todo el país donde está permitido el aborto libre y el matrimonio homosexual, ambos rechazados abiertamente por las autoridades eclesiásticas mexicanas.
Sin embargo a los gobernantes actuales les encanta el discurso religioso, aunque la laicidad y la ley vayan de por medio.
QMX/am