DINTEL: El deseo incontinente de quedar bien

24 de diciembre de 2012
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Abelardo Martín

Uno de los hábitos o adicciones del gobernante es la búsqueda de aplauso, de reconocimiento, sin evaluar objetivamente su desempeño o el efecto auténtico de sus acciones, de las políticas que lleva a cabo.

Los políticos y los gobernantes son y están negados a la autocrítica y más todavía a reconocer o aceptar el error. Invadidos por la soberbia, están impedidos para aceptar una o muchas equivocaciones o errores. Creen que la sola “buena intención” es suficiente y merece el aplauso, la felicitación, el reconocimiento de la historia. Es más fácil eludir la responsabilidad y el análisis objetivo del trabajo realizado.

En especial los Presidentes de la República viven obsesionados por el aplauso y el reconocimiento. Igual Gustavo Díaz Ordaz, que asumió la responsabilidad por los hechos lamentables del 68, que Luis Echeverría o José López Portillo, auto asumidos como revolucionarios, o Miguel de la Madrid y, el mejor ejemplo, Carlos Salinas de Gortari, que dedica su mayor tiempo y talentos a explicar, aclarar o justificar su no responsabilidad y culpabilidad en la crisis política, social y económica del 94-95, que llevó al país a la pérdida de brújula y autonomía de la que aún no se recupera. Al presidente Ernesto Zedillo le correspondió enderezar el barco, alejarse del PRI y enfrentar la “alternancia”, entregar al PAN la presidencia. Tanto Vicente Fox como Felipe Calderón fueron incapaces de conducir la nave, la ingobernabilidad creció, la Nación perdió aún más vigor y se declaró una guerra que, en el último sexenio, produjo cerca de 100 mil muertos.

Ninguno pidió perdón por sus errores, equivocaciones u omisiones. Los que viven, siguen en la búsqueda del reconocimiento y la no culpa de los errores.

Por eso sorprende la actuación del todavía presidente de Francia, François Hollande, quien reconoció en el segundo y último día de su primera visita oficial a Argelia, el “sufrimiento” que infligió a ese pueblo la colonización francesa.

El periódico español El País, publicó la nota que informa de las palabras de Hollande: “Durante 132 años, Argelia fue sometida a un sistema profundamente injusto y brutal”, aceptó y, dijo, “es mejor decir la verdad que disculparse”, pero reconoció que Francia renunció a “sus valores universales” durante la represión colonial. Cincuenta años después del final de la guerra de la independencia argelina, Hollande utilizó el tono solemne de las grandes ocasiones y afirmó: “Reconozco los sufrimientos que la colonización infligió al pueblo argelino”, citó las masacres de Sétif, Guelma y Kherrata, tres episodios que “permanecen anclados en la conciencia de los argelinos pero también de los franceses”.

La nota del diario español citó las palabras de Hollande, quien aseguró que es un “deber” respetar la memoria de la “violencia, injusticias, masacres y torturas” cometidas durante la colonización.

“La verdad no duele, repara. Y la historia, incluso cuando es trágica y dolorosa, debe ser contada sin pedir perdón por esos crímenes para no herir la sensibilidad de los viejos combatientes franceses, muchos de los cuales son hoy militantes o simpatizantes de la extrema derecha”.

Hollande subrayó que los historiadores deben tener acceso a los archivos para que todo el mundo “pueda conocer la verdad. La paz de la memoria a la que aspiro reside en el conocimiento y la divulgación de la Historia”, dijo.

Esta es la verdadera y auténtica lección, repasar la historia, sacar a la intemperie las verdades, más allá de lo trágico o doloroso que sean, aceptar las equivocaciones y no tratar, maniqueamente, de que el país tome por bueno, o por éxito, lo que es un escandaloso fracaso, como la todavía viva guerra que costó tantas decenas de miles de muertos. No enfrentarlo y aceptarlo nos condenará a cometer iguales o peores errores y los mexicanos, francamente, no lo merecemos.

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QMX/am

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