
Polos de Bienestar: el nuevo rostro del desarrollo regional en México
Nadie podrá cuestionar y menos censurar el comportamiento del “niño” Senador de la República, Jorge Emilio González Martínez, después del testimonio de escrupuloso apego y respeto a la ley, al acudir, por su propio pie y voluntad, a cumplir las horas de estancia que le faltaron en el Centro de Sanciones Administrativas, mejor conocido como “El Torito”.
Quizá en toda su vida de ya cuatro décadas, no había sufrido vejaciones y debido hacer sacrificios como los que tuvo que enfrentar. Su ejemplo de abnegación, entrega y patriotismo deberían consignarse en los libros de texto para enseñanza y ejemplo de las futuras generaciones.
Es inexplicable que hayan pasado muchas horas y muchos días ya, sin que el Partido Verde y la Cámara de Senadores programaran reconocimiento y homenajes al comportamiento cívico de quien dio una lección de civismo.
No obstante la amarga experiencia de las primeras horas del domingo en que el “niño verde” sufrió lo indecible al enfrentar, la humillación de los empleados del alcoholímetro que no se rindieron al nombre, la marca del vehículo, las escoltas y las amenazas, lo que ya puso de rodillas al imberbe legislador, quien hizo acopio de humildad y fortaleza y cumplió parcialmente su penitencia.
Seguramente desde el primer momento en sus reflexiones, que no lograron nublar los 4 tequilas que había ingerido, se hizo varios propósitos y promesas: la primera traer chofer el resto de su vida; la segunda, cumplir a cabalidad la penitencia; erigirse como ejemplo y testimonio vivo del cumplimiento cívico y el deber ser.
Toda una vida de entrega a su familia, al servicio público y a la Nación manchados por 4 tequilas y la mala fortuna de utilizar el automóvil en vez del rápido y eficiente helicóptero.
Sus compañeros senadores, salvo aquellos cegados por la envidia por haber trabajado en alcanzar el escaño, mostraron inmediata y expresa solidaridad, comprensión y apoyo por su colega en desgracia.
Y el “niño senador”, lejos de amilanarse, amedrentarse o avergonzarse, –emociones poco frecuentes en su vida– reaccionó como los grandes titanes y personajes de la historia mundial: como Jesucristo, Ghandi o estadistas de la talla de Lincoln, Roosevelt, Churchill, De Gaulle, Mandela, este último padeció (como el niño senador) la cárcel y, a los mexicanos Juárez, Carranza, Calles y Cárdenas.
Limpio, fresco, con el pelo casi a rape, el senador Jorge Emilio González Martínez salió de El Torito, ya no sintió hambre y frío (una cruda, pues) iba bien equipado, aunque le faltó un sleeping bag de seda, cruzó el dintel salió del penal y entró a la historia.
Ahora la Asamblea de Representantes del DF ya puede discutir la propuesta de que el nombre del “niño verde” se ponga en el muro al lado de los mejores prohombres de la ciudad.
Sólo los necios y los ciegos no se dan cuenta de la entrega al servicio de este senador. Allá ellos!
QMX/am