México se la juega en 2025
Una de las lecciones de la administración (que no gobierno) de Felipe Calderón y del panismo fue la falta de inteligencia, en el sentido de Estado, obviamente, para enfrentar las graves complicaciones de la gobernabilidad.
Esa es, precisamente, una de las armas o herramientas secretas más poderosas que el presidente Enrique Peña Nieto ha tratado de habilitar desde la campaña y especialmente en el periodo de transición.
La explosión del edificio B-2 de Pemex, al decir de los observadores, representa la terminación del “bono” o recreo que se “concede” a la nueva administración, especialmente cuando se trata de un gobierno de oposición que asume el mando.
Todo tipo de especulaciones ha despertado la terrible e infortunada explosión ocurrida en uno de los edificios principales de la industria petrolera, la que ha soportado a la economía y a los mexicanos durante ya varias décadas y que hoy es objeto de una interminable polémica respecto de las reformas que deben implementarse para que siga siendo no solo el motor, sino el detonador del desarrollo de México.
La tragedia ocurrida en la Torre B2 del centro administrativo de Pemex en la Ciudad de México, congeló la sonrisa de quienes ven el gobierno como una fiesta y puso a prueba la capacidad de reacción de las autoridades ante una situación de esta magnitud, donde la necesidad de información y respuesta inmediata son indispensables para la sociedad.
Anticipándose a las especulaciones, el gobierno federal envió una clara señal de que el accidente o atentado involucra a las instituciones responsables de inteligencia, seguridad y estabilidad. Si hubiera sido una falla eléctrica, con todas las lamentables consecuencias, la solución la tiene el electricista, pero en este caso comparecieron de inmediato, ante los medios, desde el presidente Peña Nieto, el jefe del gabinete y secretario de gobernación, Miguel Osorio Chong, y flanqueándolo (para que no quede duda) los titulares de la Defensa Nacional, Marina, la Procuraduría General de la República. Ni más, ni menos.
Esto es en la superficie, porque debajo esta la verdadera operación, la de inteligencia de Estado, que el priismo tiene la convicción y decisión de recuperar cuanto antes mejor. No se trata de una respuesta de fuerza, como la que fracasó escandalosamente en el sexenio pasado, sino de sentar las bases para detener o anticiparse a hechos que abonen a la ingobernabilidad.
En este sentido, el gobierno federal enfrentó su primer reto real para mostrar capacidad de reacción inmediata, organización para atender emergencias que escapan de la planeación, y al mismo tiempo tomar el control y mantener informada a la población.
Lo que se mostró desde el momento mismo del siniestro, fue una forma efectiva de operar los protocolos de emergencia y de ética corporativa, así como una estrategia mediática inmediata que inició con el manejo de crisis para evitar el descontrol y el crecimiento de rumores sobre los hechos y sus probables causas. El presidente Enrique Peña Nieto y el titular de Gobernación, fueron los funcionarios que asumieron los roles protagónicos en el manejo de la crisis sobre la explosión; primero, según lo dicta el manual para estos casos, confirmando el lamentable suceso e identificándose como portavoces de lo sucedido, a expensas de que la paraestatal también confirmó lo que sucedía.
Ante la inmediatez de la información y el aumento de rumores o verdades a medias, la reacción de Peña Nieto y Osorio Chong evitó que información tergiversada o maliciosa se esparciera como fuego no solo en los medios informativos, sino también en las redes sociales.
Se fijó la postura oficial, generando una percepción positiva sobre el control del siniestro en la torre, pues se brindó información sobre los daños y fallecimientos provocados por esta explosión, así como una lista de los heridos y su situación. Al mismo tiempo, los protocolos de emergencia fueron activados y acudieron elementos de Protección Civil, tanto federal como capitalina, así como del Ejército, la Marina, la Procuraduría General de la República y la Cruz Roja, entre otras autoridades; que repercutió en el control de la situación, ya que se estableció que sería la Segob quien tomaría el rol como portavoz oficial.
De esta manera, el manejo de la explosión cumplió con estos puntos del manual de Crisis: 1.- Desarrollar un plan: Los Pinos fue el primer punto de encuentro entre el presidente, sus secretarios de Gobernación y de Energía, Pedro Joaquín Coldwell; y el director general de la paraestatal, Emilio Lozoya Austin. 2.- Dar a conocer el problema: Tras darse a conocer la situación, el titular de la Segob no la negó, por el contrario, respondió positivamente al señalar que ya se atendía lo sucedido y más tarde se daría a conocer más información, con lo que se tomó el control, se eliminaron rumores y se dio la percepción de una reacción oportuna. 3.- Informar sobre el desarrollo: Conforme el hecho escalaba en las necesidades informativas de la población -que ya comenzaba a formularse hipótesis y rumores-, las autoridades mantuvieron al tanto sobre los trabajos de rescate, la situación de los heridos y los fallecimientos, incluso proporcionó un número telefónico para los familiares del personal de esta torre y una lista con los nombres de los lesionados y la atención que recibían. 4.- Usar las redes sociales: Sin duda las redes sociales jugaron un rol principal en el desarrollo informativo de esta explosión, la evacuación y las labores de rescate de las autoridades, y en ellas las autoridades también optaron por dejar la vocería a Osorio Chong, quien se encargó de replicar en su cuenta de Twitter la información que compartía con los medios y así evitar supuestos que permitieran rumores o información inexacta. 5.- Rendir cuentas: Si bien la causa de la explosión sigue siendo la incógnita por despejar, las autoridades han optado por no especular, pues si bien la sociedad está muy atenta y busca un responsable. Así, ante la falta de investigaciones que confirmen el origen del estallido, la comunicación oficial optó rapidez, claridad y transparencia dentro de la ética corporativa.
Si hubo quienes pensaron que el gobierno de Peña Nieto es un recreo, se equivocaron. Los funcionarios que pretendan pasar el sexenio en su mullido y cómodo sillón, más les vale desperezarse, achisparse o, como dicen los jóvenes, que se pongan las pilas.
El gobierno si es de a de veras y la inteligencia (de Estado), va por delante.