Para Contar
Hay seguramente controversia y distintas opiniones respecto al desempeño de cualquiera de los expresidentes aún vivos, empezando por Luis Echeverría hasta terminar con Felipe Calderón. Sin embargo, habría coincidencia si se plantea la hipótesis de que el mejor ex presidente ha sido Ernesto Zedillo Ponce de León, quien al terminar su mandato no solo trasladó su trabajo y su residencia a los Estados Unidos, sino que supo mantener cerrada la boca todo el tiempo. Salvo su defensa a priori por la economía de mercado, el ex mandatario no se ha metido de hecho en ninguno o, si acaso, muy pocos temas nacionales.
También habría coincidencias en que el peor presidente ha sido Felipe Calderón Hinojosa, quien se perfila sin dificultad para convertirse también en el peor ex presidente, disputando ese sitial a su compañero de partido, Vicente Fox Quesada.
Cuando se observa a los ex presidentes estadounidenses juntos exaltando mutuamente su grandeza, no puede uno menos que experimentar envidia o reconocimiento a una madurez o civilidad política de la que carecemos en México. No es imaginable un encuentro sonriente y cordial entre los ex presidentes Salinas y Zedillo, por el PRI, o entre Vicente Fox y Felipe Calderón, por el PAN y así podríamos irnos hasta a presidencias municipales.
Todo es parte de la (in) cultura política que tenemos en México. Ahí está ahora el ejemplo de Calderón quien admite se equivocó en la estrategia y el nombramiento nada menos que de su secretario de Gobernación. Se refiere, con toda seguridad, a Fernando Gómez Mont, cuyo éxito como abogado no correspondió, ni de lejos, a su desempeño como funcionario de gobierno.
Durante un foro en la Escuela de Gobierno John F .Kennedy de la Universidad de Harvard, el ex presidente Calderón Hinojosa insistió en que él no le declaró la guerra a los cárteles de las drogas ni al crimen organizado y sólo buscó aplicar la Ley con toda la fuerza del Estado.
De acuerdo a la nota de Milenio, ante una nutrida asistencia de académicos, Calderón explicó que la violencia creció en México a partir de 2004 cuando expiró la prohibición de la venta de armas de asalto en Estados Unidos. Se ubica, de esa manera, como una víctima. Y, fue entonces cuando reconoció que el error más grande que cometió durante su sexenio fue haber delegado en el Secretario de Gobernación la relación con el Congreso. De acuerdo con sus palabras, se trata de Fernando Gómez Mont, con quien tuvo una relación ríspida que, por cierto, era del conocimiento público.
“Cuando Mouriño murió (Juan Camilo, entonces secretario de Gobernación) nombré a otro secretario de Gobernación y delegué mucho la relación con el Congreso. Debí haberme mantenido más cercano. Él y el secretario de Hacienda hicieron posibles la reforma de pensiones y la reforma energética al principio de mi administración”. Detalló que “fueron reuniones frecuentes, uno a uno, pero un día Juan Camilo murió, tuvo un accidente. Fue un momento muy doloroso. Tuve otro secretario, le delegué muchas de las relaciones con el Congreso. Mirando hacia atrás, y eso es muy difícil por cierto, probablemente todos esos años después necesité trabajar un poco más en términos personales con el Congreso”.
Sobre el gobierno de Enrique Peña Nieto dijo que este tiene una ventaja “que ninguno de nosotros tuvo en el pasado, ni durante la era democrática de los presidentes mexicanos ni antes: el apoyo real y leal de los partidos de oposición, incluso del PAN
Del apoyo panista al Pacto por México, explicó que se da “siguiendo un principio muy antiguo en mi propio partido, que establece que el interés nacional es más importante que el interés del partido”.
Así como hay quienes califican el calderonismo como el peor y más sangriento periodo presidencial, él ahora se afana por también obtener el galardón del peor ex presidente.
Mientras los estadounidenses cultivan civilidad, institucionalidad y democracia con la imagen de sus ex presidentes, aquí recordarlos da penilla o “asquito”, diría el ex gobernador jalisciense, también de mal recuerdo.
QMX/am