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CIUDAD DE MÉXICO, 23 de mayo de 2025.- Graciela Iturbide fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, por su mirada innovadora y dotada de una extraordinaria profundidad artística.
Este viernes, la fotógrafa mexicana fue distinguida con este premio, destacó la Secretaría de Cultura en un comunicado.
El jurado, conformado por reconocidas figuras del ámbito artístico, destacó su capacidad para retratar la naturaleza humana a través de imágenes que combinan lo documental con una poderosa dimensión poética.
Celebramos este reconocimiento a una artista cuya lente ha contribuido de manera excepcional al arte contemporáneo y a la proyección cultural de nuestro país en el mundo. ¡Felicidades, Graciela Iturbide! Enhorabuena», posteó la dependencia.
El Centro de la Imagen se sumó a las felicitaciones a la fotógrafa mexicana.
Durante más de medio siglo de trayectoria, Iturbide ha retratado a pueblos indígenas de México, Panamá, Madagascar o Cuba y ha creado una obra necesaria para entender la evolución de la fotografía en México y la región latinoamericana.
El acta que acompaña el fallo del galardón convocado por la Fundación Princesa de Asturias señala que «la mirada innovadora y dotada de una extraordinaria profundidad artística» de Graciela Iturbide, cuyas imágenes cargadas de simbolismo «no solo muestran lo que ve, sino también lo que siente».
La fundación Princesa de Asturias destaca la obra de Graciela Iturbide, quien nació en Ciudad de México el 16 de mayo de 1942.
En 1969 comenzó sus estudios en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Autónoma de México (UNAM) (Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades de 2009), con la intención de convertirse en directora de cine, pero a raíz de conocer el trabajo del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo y de asistir a sus clases se vio atraída por esta disciplina. Entre 1970 y 1971 trabajó como asistente de Bravo.
Dueña de una mirada innovadora, la lente de Iturbide ha retratado la realidad social no solo de México sino de muchos lugares a los que ha sido invitada para trabajar.
Su obra presenta un aspecto documental que muestra, según los expertos, «un mundo hipnótico que parece situarse en el umbral entre la realidad más cruda y la gracia de una magia espontánea».
En los años setenta viajó por Latinoamérica, principalmente por Cuba y Panamá, y en 1978 fue comisionada por el Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista de México para documentar la población indígena del país con proyectos en los que fotografió, por ejemplo, a los pueblos seri y de Juchitán.
Este último dio lugar al libro Juchitán de las mujeres (1989). Posteriormente prosiguió su labor en Cuba, Alemania Oriental, India, Madagascar, Hungría, Francia y Estados Unidos, época que dio lugar a numerosos trabajos destacados por su profundidad artística y su sentido poético.
Con el tiempo, su gusto por el retrato y la descripción de la naturaleza humana ha ido cambiando en busca de nuevos objetivos como paisajes u objetos encontrados, que su mirada dota de una visión trascendental a través del uso característico del blanco y negro.
En sus propias palabras, la fotografía es para ella «un ritual. Salir con la cámara, observar, fotografiar los aspectos más mitológicos de las personas, luego ir a la oscuridad, desarrollarse, seleccionar las imágenes más simbólicas».