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El vuelo del hombre gana premio biblioteca breve 2025 de Seix Barral
CIUDAD VALLES, SLP., 29 de septiembre de 2019.- Trabajó desde joven en las calles, en los cincuentas arreglaba camas en San Luis Potosí, tres años después se asentó en la Huasteca y consiguió unas tierras donde sembró maíz, frijol, calabaza, ajonjolí y zacate para vender y sostenerse económicamente; con el mismo fin tuvo vacas y ahora una cerdita con la que espera formar un enorme hato. Él edificó sus primeras casas de palizada y palma, y con sus manos está por terminar una de bloques, con su respectivo techo y piso de cemento.
Todo ello sonaría demasiado común, sino fuera porque don Agustín Landaverde Juárez todo lo hizo sin ayuda, tiene 81 años de edad y desde los 18 es ciego.
“Andaba yo trabajando en Aquismón (…), por la calle principal, rellenando un bache (en tiempos del presidente Manuel Orendain), y pusieron piedra de choy (…), yo le pegué mal, con el marro, conocía poco de herramienta, y que se me viene para la cara (un fragmento).
“No me operé, no me hicieron (nada), lo que me sacaron fue un pedazo de vidrio (de los lentes, porque la piedra me los rompió) (…) y me afectó los dos ojos”, recuerda con cierto pesar sentado en un viejo sillón de palma, con sus gafas oscuras, desprovisto del sombrero que normalmente le acompaña en sus caminatas con sol, y “vigilado” por una puerca en crecimiento que se pasea en la escasa libertad que le da un viejo mecate amarrado a un horcón de madera.
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