Teléfono rojo
desempleo es el flagelo de nuestra época. No tener ocupación remunerada es sinónimo de empobrecimiento seguro. O, mejor dicho, de un mayor y más seguro empobrecimiento. Y, al paso de los años y de los decenios, el desempleo no decrece, no se atenúa, no se atempera. Y, peor aún, cada día se torna más agudo, más abarcador, más generalizado.
Ese gran problema no es, desde luego, insoluble. Existen y se conocen eficaces mecanismos para atenuarlo. Pero los gobiernos neoconservadores no tienen interés alguno en poner en práctica las políticas económicas tendientes a combatir el desempleo. Peor todavía: esos gobiernos decimonónicos se dedican a promover más desocupación.
Ahí está el caso de la tan traída y tan llevada reforma educativa del licenciado Chuayffett. Hasta ahora, lo único que se sabe de ella es que amenaza con el desempleo a decenas de miles o centenas de miles de maestros de escuelas públicas.
Nada tiene de extraño, en consecuencia, que esos miles de decenas o millares de centenas de profesores se opongan radicalmente a esa propuesta desempleadora. Hacen lo mismo que harían los trabajadores de una fábrica de cerveza o de calzado o de alimentos envasados. O de automóviles o de cualquier producto o servicio.
Por ello, la oposición a la tal reforma educativa es semejante a la que se daría y se da a cualquier reforma laboral. En realidad y hasta ahora, el único contenido que se conoce públicamente de la propuesta de Emilio Chuayffet es de carácter laboral: despedir a quienes no cumplan con los requerimientos laborales fijados por el patrón.
También por ello la propuesta de Chuayffet no encuentra apoyo social. La población no mira en ella una propuesta benéfica. ¿Qué ganan los padres de familia y la sociedad en general con la propuesta chuayffetiana? ¿En qué los beneficia? ¿Qué ganaron con la defenestración y el encarcelamiento de la dirigente sindical Elba Esther Gordillo, el célebre primer paso de la reforma laboral de don Emilio?
¿Ganaron algo la sociedad y los padres de familia con la designación a dedo del nuevo dirigente magisterial, de nombre Juan Díaz de la Torre, testaferro de la Gordillo hasta la decapitación de ésta? ¿Desapareció el charrismo? ¿O más bien salió fortalecido y reapuntalado con la designación de un charro dócil en lugar de una charra ensoberbecida, altanera, chantajista y delirante?
Por otra parte, ¿cómo le va a pagar el licenciado Chuayffet sus servicios a Díaz de la Torre? Con dinero, por supuesto. Pero también protegiendo del desempleo a los agremiados del oficialista SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación). Es lo menos que puede hacer Chuayffet para garantizarse a sí mismo la inmovilización del sindicalismo charro en torno a la amenazante reforma.
Esto deja como único blanco de la reforma laboral desempleadora a los afiliados, militantes y simpatizantes de la contestataria y antioficialista CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), quienes conscientes del grave peligro que los amenaza, están resueltos a defenderse y a defender su medio de vida.
Para vencer esa resistencia, hasta ahora Chuayffet ha contado con el auxilio de la secretaría de Gobernación, de diversas policías y de ciertos gobernadores pusilánimes y acomodaticios. Pero si el problema se encona más, don Emilio va a necesitar el auxilio del Ejército y de la Marina Armada.
¿Soldados y marinos van a pasar de perseguir y balacear narcotraficantes a perseguir y encarcelar a modestos profesores? ¿Estarán dispuestos el general Cienfuegos y el almirante Soberón a encargarse de la nueva y poco amable tarea? ¿No sería mejor cesar las amenazas de mano dura y sentarse a negociar con los maestros una verdadera reforma educativa?
miguelangelferrer-mentor.com.mx
QMX/maf