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CIUDAD DE MÉXICO, 28 de julio de 2024.- Este domingo, el mismo día del cumpleaños de Hugo Chávez, el fallecido presidente, Venezuela celebró elecciones presidenciales que concluyeron en una contundente derrota para el presidente Nicolás Maduro. Según una encuesta de salida realizada por Edison Research, el candidato opositor Edmundo González Urrutia, un exdiplomático y académico que representa la Plataforma Unitaria, la principal alianza de oposición, obtuvo cerca del 60 por ciento de los votos, mientras que Maduro alcanzó solo el 31.
Esta candidatura del líder opositor se presentó después de que varias figuras clave de la oposición, como María Corina Machado, fueran descalificadas bajo acusaciones políticas que muchos consideran injustas y represivas. Durante la última década, Maduro ha intentado continuar con el legado de Chávez; sin embargo, durante su mandato, se han desmantelado las instituciones democráticas, se ha hundido la economía y más de 7 millones de venezolanos han tenido que huir del país. Los comicios también plantean serias incógnitas sobre el futuro papel del presidente y su aliado el poderoso Diosdado Cabello Rondón.
Cabello, nacido el 15 de abril de 1963, es un destacado político y militar venezolano, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y diputado en la Asamblea Nacional. Su influencia en el PSUV y su participación activa en el ejército le han permitido ser una figura central en el gobierno de Nicolás Maduro, a menudo considerado el segundo al mando del régimen chavista.
Con un rango de teniente y capitán en el ejército, ha jugado un papel crucial en la política venezolana. Además de su carrera política, ha sido una figura controvertida y polarizadora. Acusado de corrupción y violaciones de derechos humanos por la oposición y organismos internacionales, ha mantenido un firme control sobre sectores clave del poder en Venezuela. Su papel en la Asamblea Nacional Constituyente y su lealtad a Maduro lo han consolidado como uno de los líderes más poderosos y estratégicos en la estructura gubernamental del país.
Venezuela ha sufrido una severa crisis económica, caracterizada por hiperinflación, escasez de bienes básicos y una migración masiva. Estas condiciones han alimentado la desesperación y el deseo de cambio entre la población.
Luego de la pronosticada derrota en las urnas, que al parecer se consumó este domingo, la gran interrogante ahora es si el gobierno de Maduro la aceptará. Sus declaraciones previas insinuaban que una gran victoria era necesaria para evitar un conflicto interno, lo que aumenta la tensión sobre cómo reaccionará el ejército ante estos resultados.
La comunidad internacional, incluyendo observadores independientes de países como Brasil, está atenta a los desarrollos, dado que la aceptación de los resultados es crucial para la estabilidad del país y la región.
Antes de estas elecciones, Venezuela ya vivía un ambiente de alta tensión y desconfianza. Nicolás Maduro, en el poder desde 2013, enfrentaba su mayor desafío electoral en décadas. Edmundo González Urrutia, un exdiplomático y académico, representaba la esperanza de la oposición para un cambio, especialmente tras la descalificación de varias figuras opositoras clave, como María Corina Machado.
A pesar de los esfuerzos del gobierno de Maduro por controlar el proceso electoral, las encuestas previas ya indicaban un amplio apoyo a González Urrutia, reflejando el descontento generalizado con la actual administración.
La votación también fue una prueba para la democracia en Venezuela, con informes de largas filas dentro del país y dificultades para votar en el extranjero. La movilización de la diáspora venezolana, aunque limitada, demostró un claro apoyo a la oposición. Menos de 70 mil venezolanos en el extranjero lograron votar debido a las restricciones, pero no cabe duda que su participación subraya la conexión continua con su país de origen y el deseo de contribuir al cambio.
A medida que se esperan los resultados oficiales, la incertidumbre sobre la transición de poder y la posible respuesta del chavismo mantiene a la oposición y a los observadores en suspense. Este evento no solo define el futuro inmediato de Venezuela, sino también tiene implicaciones para la estabilidad de la región y las políticas de los actores internacionales involucrados.
A pesar de los intentos del gobierno de Maduro de descalificar a candidatos opositores y controlar el proceso electoral, el apoyo a González Urrutia, el virtual triunfador, fue inquebrantable. La campaña de González Urrutia, se centró en promesas de restaurar la economía, mejorar las condiciones de vida y reconstruir las instituciones democráticas del país y su mensaje resonó fuertemente con un electorado fatigado por años de dificultades y represión.
Ante la derrota, la reacción de la administración de Nicolás Maduro y su círculo cercano, incluyendo a Diosdado Cabello, será determinante. Si bien han mantenido una postura desafiante, la presión interna y externa podría forzar un reconocimiento de la derrota. La incertidumbre persiste, pero el deseo de una transición pacífica y democrática es fuerte entre los venezolanos.
No obstante, el papel del ejército será crucial en los próximos días. Históricamente, las fuerzas armadas han sido un pilar del régimen de Maduro, y su aceptación o rechazo de los resultados electorales determinará la estabilidad inmediata de Venezuela. Sin embargo, la comunidad internacional está observando de cerca, y ya se han emitido advertencias sobre posibles sanciones adicionales si no se respeta la voluntad popular.