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CIUDAD DE MÉXICO, 25 de enero de 2020.- La educación ambiental contribuye a la construcción de la ciudadanía planetaria, lo que implica dejar de pensar sólo en nuestras necesidades y considerar a los demás habitantes de este mundo, afirmó Aída Atenea Bullen Aguiar, de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia de la UNAM.
“Todos estamos interconectados y es necesario reconocer esa interdependencia como miembros de un sistema totalmente integrado. La educación ambiental es educación para la vida”, subrayó, de acuerdo a un comunicado.
El tema está presente porque transitamos por un momento crítico a causa del cambio climático y sus repercusiones negativas en los ecosistemas y la biodiversidad, dijo en el marco del Día Mundial de la Educación Ambiental, que se conmemora mañana 26 de enero.
“Vivimos una crisis ambiental, y aun así olvidamos que los incendios en Australia y Brasil, por ejemplo, no están tan lejanos de nosotros y nos afectan por la producción de gases de efecto invernadero que impactan en el clima, las corrientes marinas, los vientos, los procesos socioecológicos, además de poner en riesgo la vida de todos los seres y los derechos humanos de culturas y comunidades vulnerables”, enfatizó la graduada en ciencia política por la Universidad de California, San Diego.
Educación crítica
Científicos de todo el mundo coinciden en que el deterioro ambiental se relaciona con la forma en que producimos bienes y servicios, con el uso de energías provenientes de combustibles fósiles, y con nuestra manera irracional de consumo.
En este sentido, la educación ambiental juega un papel importante. Debe dirigirse a todos y en cada momento, pues contribuye a reconocer que la humanidad detona esta crisis, que implica la pérdida de especies, contaminación y degradación o erosión, remarcó la integrante de la Unidad de Comunicación y Educación Ambiental, de la ENES Morelia.
Bullen Aguiar precisó que en muchos países no se impulsa la educación ambiental porque es crítica y revolucionaria, pues replantea nuestras formas de relacionarnos y producir, impulsa el trabajo colectivo y la diversidad de pensamiento.
Debe ir más allá de la simple impartición de talleres sobre el uso racional del agua o la separación de desechos, y no se trata de hablar de peces, aves o plantas. “La educación ambiental se refiere a ellos, pero en relación con los humanos, y a la responsabilidad y vínculos éticos que debemos establecer con los otros organismos vivos”.
De igual manera, debe contemplar temas sociales como pobreza, distribución y acumulación de la riqueza, discriminación o violencia (incluida la que ejercemos contra el planeta). “Se integra de manera transversal con otros temas que tienen que ver con justicia social”.
También, debe generar conocimiento, ser práctica, ayudar al reconocimiento del mundo, impulsar una actitud positiva hacia los demás seres y proporcionar herramientas, aptitudes, actitudes y habilidades para trabajar en conjunto, recalcó la maestra en administración integral del ambiente por el Colegio de la Frontera Norte, y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana.
Cada 26 de enero se conmemora el Día Mundial de la Educación Ambiental, decretado en Yugoslavia en 1975. “Los retos son reflexionar y cuestionarnos nosotros mismos, replantear nuevos horizontes, dialogar con otras disciplinas. Se debe generar un verdadero cambio en la población mediante el trabajo colaborativo”, expresó la universitaria.
Finalmente, sugirió modificar los libros de texto para que aborden temas ambientales; brindar capacitación continua y permanente a los educadores; sembrar huertos en las escuelas; impulsar las ecotecnologías y trabajar con los padres de familia. “Hay que hacer comunidad”.