The New York Times defiende reportaje sobre fentanilo
ROMA, 2 de marzo (Quadratín México).- En junio del año pasado el diario italiano Corriere della Sera, dio a conocer la existencia de un informe consistente en un total de 200 páginas, que incluye decenas y decenas de correos electrónicos, apuntes a mano, páginas de una agenda en la que están señaladas citas, encuentros, reuniones, y hasta podría contener información sobre las cuentas bajo código cifrado que la mafia italiana tendría en el Banco Vaticano. Además de datos sobre los depósitos con las jugosas comisiones ilegales pagadas por empresas a algunos importantes funcionarios y políticos italianos.
Se trata del dossier secreto elaborado por Ettore Gotti Tedeschi , el hombre que hasta su destitución fulminante el pasado 24 de mayo de 2012, estuvo al frente del Instituto para las Obras Religión, el IOR, más conocido como Banco Vaticano.
El ya ‘ex banquero de Dios’ reunió toda esa pila de documentos comprometedores para que salieran a la luz en caso de que se cumplieran sus más funestos temores y fuera asesinado.
Ahora esa montaña de papeles se encuentra en manos de la justicia italiana. Y en la Santa Sede cunde el pánico.
En una nota difundida por el Vaticano, reconocía su “sorpresa y preocupación” ante las noticias sobre la incautación por parte de los fiscales italianos del dossier secreto de Gotti Tedeschi.
Y no sólo eso: la Santa Sede lanzaba una advertencia a los magistrados, expresando su “máxima confianza en que las prerrogativas soberanas reconocidas a las Santa Sede por la legislación internacional sean adecuadamente respetadas” por las autoridades judiciales italianas.
Es decir, que no se les ocurra divulgar ni meter las narices en cuestiones que sólo conciernen al Vaticano.
El dossier secreto, elaborado por Gotti Tedeschi, parece ser que contiene sobre todo papeles que demostrarían la fuerte oposición con que se habría topado dentro del Vaticano al tratar de imponer trasparencia en el tradicionalmente opaco funcionamiento del Banco de la Santa Sede.
Esa institución financiera, que gestiona un patrimonio de unos cinco mil millones de euros a través de través de 44 mil cuentas corrientes reservadas a dependientes vaticanos, eclesiásticos y una reducida cantidad de entes privados, se ha visto en numerosas ocasiones salpicada por las sospechas de que podría dedicarse a lavar dinero de muy sucia procedencia.
En 2010, Benedicto XVI aprobó una ley de trasparencia financiera para tratar de llevar un poco de luz a los oscuros procedimientos del IOR. La ley en cuestión entró en vigor en abril de 2011. Pero su contenido inicial quedó fuertemente diluido por otra normativa aprobada en enero pasado e impulsada por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano y número dos de la Santa Sede.
Investigan lavado de dinero
El Instituto de Obras Religiosas (IOR), llamado también Banco Vaticano, se encuentra en el centro de una investigación judicial que lleva a cabo un tribunal de Roma, luego de que una sentencia ordenó el embargo de 23 millones de euros al considerar que el IOR había violado las obligaciones de las normas antiblanqueo en operaciones bancarias realizadas con el banco alemán JP Morgan Frankfurt y otra entidad italiana.
Según el fallo, el IOR no comunicó “para quién pretendía realizar las operaciones, ni la naturaleza y objetivo de las mismas”.
Aunque pocos meses después de esta sentencia el Vaticano modificó su normativa fiscal para intentar entrar en la lista de la OCDE de los países que respetan la normativa internacional contra el blanqueo de dinero, el IOR ha funcionado siempre en el más absoluto de los secretos y su historial de acusaciones es extenso.
Implicado en el escándalo del Banco Ambrosiano, el IOR ha continuado aprovechándose de los privilegios que le da su estatus de banca papal para mover dinero por todo el mundo sin que ninguna autoridad al otro lado de los muros del Vaticano le pida cuentas, actuando como un verdadero paraíso fiscal en la práctica.
“El Instituto de Obras Religiosas es un banco ideal para pasar inadvertido porque actúa en el más absoluto de los secretos”
El libro Vaticano S.A., del periodista Gianluigi Nuzzi ha permitido conocer los oscuros negocios de la Santa Sede, gracias a la documentación recogida por uno de sus responsables, monseñor Renato Dardozzi.
Conocedor de primera mano de los aspectos más reservados del IOR hasta fines de los ‘90, Dardozzi quiso que los documentos se hiciesen públicos tras su muerte.
En sus páginas aparecen cuentas millonarias de fundaciones caritativas inexistentes, movimientos de capitales que nadie controla y vínculos con la política e incluso la mafia.
La Autoridad de Información Financiera, el nuevo organismo vaticano creado para vigilar que en entes ligados a la Santa Sede no se efectúen actos de reciclaje de ganancias criminales y de financiamiento del terrorismo, tiene un presidente en la persona del cardenal Attilio Nicora, que se mantiene también como presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica.
El primer objetivo que Nicora pretende alcanzar es la inscripción de la Santa Sede en la “Lista Blanca”, es decir, la lista de los Estados más empeñados en prevenir y contrarrestar los citados crímenes financieros.
Al instituir la Autoridad de Información Financiera y promulgar cuatro leyes “ad hoc”, la Santa Sede ha dado un paso indispensable para alcanzar tal meta.
Sin embargo, un obstáculo serio sigue siendo la investigación abierta el 21 de setiembre de 2010 por la magistratura de Roma contra Ettore Gotti Tedeschi y Paolo Cipriani, respectivamente presidente y director del Instituto para las Obras de Religión, el Banco Vaticano, por sospechosa violación de las normas contra el reciclaje en operaciones por un monto de 23 millones de euros, en una cuenta del mismo IOR abierta en un banco italiano, el Crédito Artigiano.
La magistratura, por recomendación del Banco de Italia, ordenó el secuestro de la suma. La Santa Sede declaró que todo había nacido de un “malentendido” y que “la naturaleza y el fin de las operaciones objeto de investigación podían ser aclaradas con extrema simplicidad”.
Gotti Tedeschi aceptó ser interrogado por los magistrados de Roma, de la misma manera que es indagado un italiano común.
Una disponibilidad sin precedentes, en la historia del banco vaticano. En 1993, convocado para un interrogatorio de la magistratura de Milán, el entonces presidente del IOR, Angelo Caloia, consiguió que los magistrados hicieran una rogatoria internacional, con la petición presentada por los canales diplomáticos en la Santa Sede, en cuanto Estado extranjero.
En esa difícil situación, el IOR respondió con una deposición escrita, también presentada por vía diplomática. Entregó las pruebas del mal negocio – respecto a los “sobornos” Enimont por casi 45 millones de euros – y obtuvo una aprobación general en la prensa, por haber colaborado con la justicia. El culpable, el obispo Donato De Bonis – secretario general del IOR durante veinte años y luego su “prelado” por otros cuatro años –, no era perseguible por la magistratura italiana en cuanto funcionario de un Estado extranjero, recién nombrado Capellán de la Soberana Orden Militar de Malta.
A juicio de dos miembros de la Comisión cardenalicia de vigilancia del IOR, los cardenales Nicora y Jean-Louis Tauran, éste último ex ministro de los asuntos exteriores de la Santa Sede y con gran experiencia diplomática, también en el año 2010 el Vaticano habría debido reaccionar de este modo al intervenir la magistratura italiana, exigiendo una rogatoria internacional entre Estados.
Pero prevaleció el parecer opuesto del presidente del IOR, sostenido por el presidente de la misma Comisión cardenalicia, el secretario de Estado Tarcisio Bertone.
Gotti Tedeschi fue entonces interrogado en las oficinas de la Fiscalía de Roma. Su deposición alcanzó 91 páginas de un Acta, algunos extractos de los cuales fueron publicados en la prensa. En ese interrogatorio él explicó su gesto como “una demostración de la voluntad de inaugurar una nueva época”.
Pero los magistrados no consideraron satisfactorias las aclaraciones proporcionadas. Y al pedido del IOR de desbloquear los 23 millones de euros secuestrados, hasta ahora han respondido con reiteradas negativas.
La última fue el 20 de diciembre, justificada en el hecho que “resulta imposible identificar a los beneficiarios de bonificaciones y reembolsos”, y en consecuencia, en ausencia de “un ordenado y transparente desarrollo de las relaciones entre entes crediticios italianos y el IOR en función anti-reciclaje”, el Instituto vaticano “puede convertirse fácilmente en un canal para el desarrollo de operaciones ilícitas de reciclaje de sumas de dinero [que han] surgido de delitos”.
Es evidente que un estado de cosas similar complica la inscripción de la Santa Sede en la “Lista Blanca”.
La destitución del presidente del conocido como Banco del Vaticano (aunque su nombre oficial es el Instituto para las Obras Religiosas, IOR), Ettore Gotti Tedeschi, constituyó según los observadores un nuevo escándalo para la Santa Sede, que despidió este pasado jueves al directivo por “no haber cumplido con su labor”.
La decisión fue tomada por “unanimidad” por los directivos de la entidad, precisa una insólita nota del Vaticano. El IOR, fue fundado por Pío XII en 1942 y tiene personalidad jurídica propia.
El despido del banquero ocurre pocos meses antes de que expertos europeos decidan en julio si el Vaticano puede figurar en la “lista blanca” de países que cumplen adecuadamente las normas internacionales.
Transparencia y dinero negro
La justicia italiana abrió en el 2010 una investigación judicial contra dos directivos del Banco del Vaticano por violar las leyes italianas contra el blanqueo de dinero, con lo que la entidad bancaria católico-romana volvió a estar en el ojo de huracán tras los escándalos que la azotaron en la década de los 80. Entonces, el Vaticano manifestó su “máxima confianza” en los directivos del banco involucrados.
Pero ahora se despide a Gotti Tedeschi, tras una guerra interna a la hora de querer aplicar las normas internacionales para la transparencia y contra el lavado de dinero negro. En la nota divulgada este jueves, el Vaticano sostiene que el cambio “ayudará” al banco a “reactivar eficaces y amplias relaciones con la comunidad financiera, basadas en el mutuo respeto de los estándares bancarios internacionalmente aceptados”.
Escándalo actual y el ‘vatileaks’
La actual investigación judicial contra el banco del Vaticano, que se beneficia de la extraterritorialidad ya que se encuentra en la Ciudad del Vaticano, pudo ser abierta en base a las normas adoptadas en Italia en 2007 y que obligan a todos los bancos que actúan en el país a suministrar la identidad de los autores y la naturaleza de la transacción.
La justicia italiana sospecha que el Banco del Vaticano administra, a través de cuentas anónimas, identificadas sólo con la sigla IOR, importantes sumas de dinero de oscura procedencia.
A esta situación se añadió que desde el pasado mes de enero se divulgan documentos confidenciales por parte de la prensa italiana -el escándalo bautizado como “Vatileaks”-, que confirman las luchas internas para el adecuado cumplimiento de las normas sobre transparencia.
Entre los documentos figuran cartas escritas por un arzobispo que fue transferido a Estados Unidos tras denuncias sobre una red de corrupción.
También destaca una memoria que puso en entredicho la reputación de varios cardenales y documentos que revelan conflictos de poder dentro del IOR.
La reputación del IOR fue puesta en cuestión por el periodista Gianluigi Nuzzi, autor del libro “Vaticano S.A.” (Vaticano Sociedad Anónima), quien volvió esta semana a lanzar un libro con documentos reservados y cartas internas dirigidas al papa.
“El problema de IOR son las cuentas anónimas de fondos de beneficencia inexistentes o de sacerdotes testaferros, que el banco no sabe quiénes son”, escribió Nuzzi, quien investigó las finanzas vaticanas tras el colosal escándalo político-financiero de los años 80 por la quiebra fraudulenta en 1982 del entonces mayor banco privado de Italia, el Banco Ambrosiano.
Una historia de corrupción, traiciones y asesinato
El Instituto de Obras Religiosas nació en 1942 al convertirse en un verdadero banco la que en un principio se llamó Comisión para las Obras Pías. A partir de ahí, nació un gran imperio financiero con inversiones en todos los rincones del mundo.
Sobre él han recaído sospechas de haber financiado operaciones armamentístas o de haber colaborado con el régimen de Mussolini y con el Tercer Reich.
Los privilegios de los que goza han hecho de él el banco preferido para quien quisiese transferir capitales al extranjero para evadir impuestos.
Como señala Gianluigi Nuzzi en su libro Vaticano S.A., el IOR “no se puede registrar; no está permitido interceptar los teléfonos; no se puede interrogar a sus empleados”.
Para saber algo acerca de las operaciones del banco, prosigue Nuzzi, “los jueces del país interesado deben realizar rogatorias al Estado de la Ciudad del Vaticano. El Estado del Vaticano es el único país europeo que no ha firmado ninguna convención de asistencia judicial con otros países del continente”.
Cabe recordar que en 1972, el Banco Católico del Véneto (llamado el banco “de los sacerdotes” porque había hecho préstamos de bajo interés al clero), sobre el cual el Banco del Vaticano tenía el 51 por ciento de los intereses, fue vendido por el presidente del Banco del Vaticano, Paul Marcinkus, a Roberto Calvi del Banco Ambrosiano, en Milano.
La investigación de Luciani de Marcinkus y Calvi, lo condujo a otro nombre, Michele Sindona, un banquero siciliano, con sede en Milano. Sindona habían encontrado al Papa Pablo VI cuando el papa era el Arzobispo Montini de Milano. Cuando Montini se convirtió en papa, Sindona se hizo consejero financiero del Vaticano. Luciani descubrió que la venta del BCDV había sido una transacción ilegal hecha por los tres principales implicados para sacar ganancias.
Los obispos y el clero del Veneto se enfurecieron, pero no pudieron hacer nada porque Marcinkus y Sindona estaban muy cerca del papa y protegidos por él. El papa notó y apreció la lealtad de Luciani al no generar un enorme escándalo sobre la venta del BCDV.
Tras la muerte del Papa Pablo VI, el 27 de agosto de 1978 Luciani (no como candidato preferido) fue elegido Papa en la cuarta votación. Él tomó el nombre de sus dos precursores, convirtiéndose en Juan Pablo I (JPI).
El cardenal Jean Villot, Ministro de Asuntos Exteriores del Papa Pablo, se preguntó sobre quedarse temporalmente con el nuevo Papa, y comenzar una investigación inmediata sobre las operaciones financieras del Vaticano – con el énfasis puesto particularmente sobre el Instituto por Opere Di Religione (IOR) El Banco del Vaticano.
El 31 de agosto de 1978. Il Mondo (periódico económico), en una carta abierta al nuevo Papa, hace una petición sobre la limpieza del Banco Vaticano.
En septiembre de 1978, Mino Pecorelli, un periodista y disgustado miembro del P2 escribió un artículo, “el Gran Alojamiento del Vaticano”, dando los nombres de 121 presuntos Francmasones. La lista, en gran parte, estaba comprendida por cardenales, obispos, y prelados de alto rango. Los nombres de Jean Villot, su Ministro de Asuntos Exteriores, Paul Marcinkus, el jefe del Banco del Vaticano, y Pasquale Macchi, su secretario personal estaban en la lista. El Papa descubrió que Jean Villot había estado entre los que fuertemente favorecieron una relajación de la regla canónica de que aquel Católico Romano que se hubiera transformado en Francmasón sería automáticamente excomulgado.
El 28 de septiembre, JPI discute la situación del Banco del Vaticano con su Ministro de Asuntos Exteriores, Jean Villot, quien ya había efectuado un informe preliminar. El Papa lo hizo borrar esto, él no tenía ninguna intención de dejar que Marcinkus abandonara la Ciudad del Vaticano sin hablar del Banco del Vaticano. ¡Marcinkus debía ser quitado inmediatamente, al día siguiente! Un puesto conveniente debía ser encontrado para él en Chicago una vez que el problema del Código Cardinal hubiera sido solucionado. El mismo día, Villot entiende que debe ser substituido como el Ministro de Asuntos Exteriores.
Sin embargo, entre las 9:30 de la noche del 28 de septiembre y las 4:30 de la mañana del 29 de septiembre, el Papa Juan Pablo era asesinado. Había sido Papa durante 33 días. (El único Papa que había servido menos tiempo que él había sido el Papa Leo XI quien sirvió durante 17 días y también, probablemente, había sido envenenado.)
El método probable de asesinato eran las medicaciones del Papa – su líquido Effortil o las inyecciones Cortiplex (ambos tomado para la hipotensión). La Seguridad alrededor del Papa era muy floja.
El tiempo de muerte nunca fue establecido. Nunca fue realizada una autopsia. El certificado de defunción (que no estaba firmado) indicó el paro cardíaco como la causa probable. El embalsamamiento (en el que nada de sangre fue quitada) fue realizado dentro de las 14 horas de encontrar el cuerpo; la ley italiana especifica que no debe ser hecho dentro de 24.
El gran escándalo de los 80
IOR, que sigue manejando cuentas de órdenes religiosas y otras asociaciones católicas que utilizan el estatus de la Santa Sede, fue dirigido en los ’80 por el controvertido arzobispo estadounidense Paul Marcinkus , muy cercano a Juan Pablo II, quien lo protegió siempre.
El escándalo de los 80, que le costó la vida entre otros al banquero Roberto Calvi, hallado misteriosamente ahorcado bajo el puente Blackfriars (Frailes Negros), en Londres, destapó las relaciones ocultas entre el banco vaticano, la logia masónica P2 de Licio Gelli y la mafia siciliana.
QMX/fm/oab