El Bazar: Una sonrisa para iniciar el día

16 de diciembre de 2012
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12:44

En el Bazar anterior escribí sobre la falta de solidaridad con el prójimo y sobre la deshumanización entre los que vivimos en las grandes ciudades; y eso vino a colación por el caso de un hombre que tirado en la calle se convulsionaba y nadie hacia nada por auxiliarlo. Cuando escribí que la deshumanización nos estaba alcanzando e hice referencia a la tan trillada frase “selva de asfalto”, me quedé corta porque de verdad que uno se topa en la calle con cada escena que además de quedarse atónito, a uno le dan ganas de correr como rata y esconderse en el primer hoyo que uno se encuentre.

Y es que es cierto!!!, vivimos literalmente en una selva agarrados de la greña y con mazo en mano soltando mazazos a diestra y siniestra, arrancándonos la chuleta con dientes, uñas y madrazos, saltando y gritando por las calles como dementes.

Díganme que no, nomás hay que ver al marido borracho que mató a su esposa sólo porque no lo dejaba dormir y luego toma a sus dos hijos como rehenes en su domicilio, en la delegación Tláhuac; como dijera Doña Lencha, “qué nos está pasando…”. Y ni que decir del joven tímido y callado, dicen quienes lo conocieron, quien después de matar a su madre, va a la escuela en donde estudió de pequeño y masacra a niños y adultos, allá en Connecticut.

Y luego por si no fuera suficiente, les cuento con lo que me tope en una de las calles de la “Zona Rosa”, que como todos dicen ya nada tiene de rosa; pues iba caminando muy “mona” cuando de pronto a unos 40 metros de distancia escucho gritos y “mentadas”. Luego de activar mis antenas y localizar el punto, me doy cuenta que tres tipos, dos contra uno, se daban hasta por debajo de los dientes a puro puño limpio y patadas. La pelea fue como a cuatro o cinco rounds; se caían, se levantaban, se volvían a caer, botaban las bocanadas de sangre por todos lados, gritaban, mentaban madres, se amenazaban de muerte…escena fiel de cualquier película de acción y violencia.

Y saben por qué fue?; ahí entre el tumulto de la gente que se arremolinó a presenciar el pleito, me enteré que el taxista no les dio el paso y los dos peatones montaron en cólera, eso fue el “gran motivo” para casi matarse, cómo ven?.

Con mis piernitas “tembeleques” me fui asustada y tratando de razonar la escena, justificación que nunca encontré.

Días después, al grito de: “abran la puerta es la policía”, y el ruido de la sirena de la patrulla, interrumpen por la madrugada mi plácido sueño. Con el glamour “ausente” me levanto pensando que tocaban a mi puerta y me doy cuenta que los “polis” a puño limpio golpeaban frenéticamente la puerta de los vecinos de enfrente. El delito era la fiesta que tenían. La vecina de abajo molesta por el supuesto ruido que hacían con “su música” o sería que no la invitaron?, les echó la patrulla, pues no la dejaban dormir, argumentó.

Después la tranquila tertulia se convirtió, entonces sí, en un verdadero zafarrancho de mentadas de madre, jalones de greñas y forcejeos que terminó en violencia y rivalidad entre los vecinos protagonistas del hecho, que ese sí despertó a todo el edificio.

Y por si hiciera falta más violencia, cuando uno regresa a la paz y tranquilidad del hogar, refugiándose de la demencia de las calles, de la ciudad, nos encontramos con un letrero a la entrada del edificio: “Si te caigo bien que bueno y sino chinga a tu madre”.

Qué es eso, de qué se trata, de ver quién cae primero? No es posible ya tanta violencia y menos dentro del hogar. Digo, tampoco se trata de salir y decir: “buenos días pajaritos, buenos días pececitos”, noooo, pero mínimo una sonrisa para el día que inicia, para el hijo, para el esposo, para el vecino…hasta dónde queremos llegar?

QMX/

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