Visión financiera/Georgina Howard
Un prolegómeno de la derrota del PRI
La noche del 5 de junio, al irse conociendo los primeros resultados y tendencias de los procesos electores para renovar gubernaturas en 12 entidades, vino el recuerdo de los comicios del año 2000, cuando el PRI perdió la Presidencia de la República después de 71 años de tenerla. Volvió a surgir como una pesadilla en la mente de muchos quienes participaron en aquel fatídico 2 de julio, cuando el candidato panista Vicente Fox Quesada rompió con el mito de que el viejo partido-gobierno era invencible y era en aquellos días uno de los últimos tres grandes partidos hegemónicos en el mundo.
Tal y como pasó en la tragedia priista del 2 de julio del año 2000, la búsqueda de los factores y responsables que propiciaron la paliza al PRI que dirige Manlio Fabio Beltrones, desde el domingo pasado fueron cayendo en cascada las diferentes fuentes de información y en otros casos, los “emisarios” convertidos en “plumas” al servicio de las diferentes facciones partidistas, que plagan la mayoría de los llamados “medios nacionales”, cuando aún no empieza el proceso de cómputo y de calificación de las votaciones del pasado domingo.
Las acusaciones de “traiciones” en las filas priistas y al interior del gabinete presidencial, están permeando como humedad en los círculos del poder y los mensajes abiertos o cifrados en contra de los diferentes grupos y aspirantes a la candidatura presidencial del PRI, parece ser la siguiente etapa de una guerra de medios y en el exclusivo “círculo rojo” que cada vez tiene menos credibilidad entre la ciudadanía que, tiene en su poder la única pero poderosa herramienta del voto en nuestra democracia minimalista.
Dice un dicho popular que en las “victorias todo el mundo se disputa su paternidad, pero en las derrotas todos la niegan”, esto ya se está leyendo en la mayoría de los contenidos de editoriales, columnas y el “establo de opinadores” al servicio de las facciones políticas partidarias y gubernamentales, que tienen copados los grandes medios desde hace muchas décadas.
Las acusaciones de traición vertidas en contra de alguno de los grupos del círculo del poder presidencial por la pérdida de entidades de sello priista como son Tamaulipas, Veracruz, Quintana Roo, reflejan claramente de lo que está pasando al interior de la nomenclatura del PRI, según la expresión utilizada por el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari, que es una disputa interna que tendrá impactos y secuelas que lamentablemente podrían afectar la débil democracia mexicana y el mediocre desarrollo del país, por los elementos de incertidumbre e inestabilidad que generan las confrontaciones internas dentro del partido en el poder.
El análisis de la derrota priista del 2016 tendrá que hacerse en base de la lectura de las entrañas del proceso electoral cuando este culmine con la calificación de los órganos electorales, algunos de ellos por el propio Tribunal Federal Electoral.
Seguramente de este análisis surgirá información relacionada a los errores de operación político-electoral, decisiones y estrategias equivocadas, relacionadas con la selección de candidatos e injerencias externas de grupos e intereses regionales, y, sobre todo, del uso indebido de recursos públicos y de “dinero negro”, que todo mundo sabe de su existencia en los municipios y entidades, menos los funcionarios electorales responsables de su fiscalización.
Según fuentes priistas, el CEN formará una comisión investigadora para conocer qué pasó en cada uno de los procesos electorales del 5 de junio, aunque las mismas fuentes aseguran que los resultados serán presentados hasta el mes de marzo del año 2018, sin duda, el humor no abandona a los priistas a pesar de la paliza propiciada por el partido blanquiazul, quien, dicho sea de paso, deberá hacer lo mismo, pues en Tamaulipas, por lo menos, nadie cree en los municipios de alta incidencia delictiva, que sus habitantes votaron por sus siglas sino por el hartazgo de 18 años de gobiernos que solaparon o fueron cómplices de bandas criminales y una administración permeada por la corrupción y la impunidad.
Ojalá la altanería y soberbia demostrada por el joven dirigente nacional panista, Ricardo Anaya, por los triunfos obtenidos por la organización y la estructura de los candidatos azules, no vaya a contagiar a los próximos gobiernos como el de Francisco Javier García Cabeza de Vaca en Tamaulipas.