Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
La “guerra” que se avecina
Por si algo faltara en la confrontación política, electorera y ahora ideológico-religiosa (?) nuestra clase política y grupos ultramontanos, han metido a nuestro país en una inquietante dinámica de crispación social, que en los últimos días ha ido creciendo como espuma y el inicio de un nuevo capítulo de la “guerra mediática” entre los gobiernos de la Ciudad de México y del Estado de México.
La disputa por la responsabilidad y la solución de los añejos problemas de la urbe que un regente llamó los Siete Pecados Capitales, el manejo de la basura, el abasto de agua y la contaminación del aire, que, junto con otros, son problemas metropolitanos que los intereses económicos, y sobre todo de mezquindad e incapacidad de los gobiernos de ambas entidades no solo no les interesa resolver, sino que son utilizados cada vez que son “necesarios” para seguir medrando políticamente con ellos.
Apenas el pasado mes de mayo, la crisis ambiental provocada por la grave contaminación del aire de la llamada megalópolis que obligó a aplicar un programa de restricción de circulación vehicular que paraba prácticamente a la mitad de los automotores, desencadenó el primer round entre los gobiernos de Eruviel Ávila y de Miguel Mancera, por la estéril discusión acerca del origen de los generadores de la polución del aire.
Este episodio que terminó con una fotografía de ambos mandatarios estatales sonriendo y dándose un brazo conciliatorio, teniendo como testigo al titular de la SEMARNAT, que apareció en esta historia como el réferi y por momentos como el célebre personaje de Chespirito, que aprovechó para anunciar una nueva norma ambiental que resolvería por fin el grave problema de la contaminación de la metrópoli. Hasta ahora seguimos con la norma ambiental de emergencia que tiene un periodo de vigencia de seis meses, pero con posibilidades de ampliarse otro periodo igual.
La tregua de la crisis ambiental que genera siempre la bondadosa temporada de lluvias en el Valle de México se acerca a su fin en algunas semanas y, sin aviso previo, la titular del Medio Ambiente de la CDMX, a quien algunos medios, políticos y opinadores diariamente anuncian su renuncia por su incompetencia, soltó un alevoso golpe a la nuca del gobierno mexiquense al publicar el inventario de contaminante de la capital del país, los cuales provienen del vecino estado de México, principalmente.
La respuesta del titular del medio ambiente mexiquense Raúl Vera no dejó pasar mucho tiempo de la rudeza innecesaria de su homóloga Tanya Müller, y le aplicó la misma dosis utilizada por su jefe el gobernador Eruviel Ávila en mayo pasado al Jefe de Gobierno, amagando con cerrar los tiraderos de basura ubicados en el territorio mexiquense en la cual los camiones de la CDMX depositan diariamente 8 mil toneladas de desechos sólidos.
El encomendero del gobernador Ávila fue drástico y descortés con el Jefe de Gobierno “al exhortarlo a implementar medidas urgentes para procesar sus desechos sólidos y deje de afectar la salud de los mexiquenses”, y a firmar un convenio de coordinación para terminar con la disposición de residuos en territorio mexiquense y la contribución económica por daños ambientales.
Para rematar, el titular de medio ambiente del Edomex emplazó a Miguel Mancera y a todos los jefes delegacionales a cumplir con el Acuerdo de Paris del 2015 que tiene como objetivo bajar las emisiones de dióxido de carbono para el 2020 para reducir la vulnerabilidad del cambio climático.
Seguramente la prudencia y la civilidad política de los gobiernos del estado de México y de la CDMX, así como de la participación de las autoridades federales bajarán la temperatura a los funcionarios de ambas entidades a buscar salidas a un viejo problema de la zona metropolitana, como es el manejo de la basura y la contaminación del aire.
Los conflictos regionales no son nuevos en nuestro país, las confrontaciones históricas por los límites de tierras y la lucha por el agua en muchas zonas del territorio nacional, y la falta de coordinación y acuerdos para afrontar ´problemas comunes aparecen siempre como una tentación de utilizarlas como banderas políticas, particularmente en coyunturas electorales, esperemos que Miguel Mancera y Eruviel Ávila no caigan en ese juego perverso que con frecuencia se asoma a sus asesores, ahora llamados “cuartos de guerra”, con el fin de conseguir sus intereses facciosos.
En el caso de la participación de algunos grupos ultramontanos en el debate por las uniones o matrimonios igualitarios es una mala idea de estos sectores, particularmente el religioso, su vinculación histórica como elemento de unidad nacional no debe olvidarse, ni tampoco olvidar los episodios sangrientos pasados que trajo graves heridas para la República.
También sería una mala idea de los partidos políticos subirse a esta escalada con el fin de sacar raja política y ganancias perversas, al final perderían más de lo ganado y posiblemente su existencia misma. El debate político de temas espirituales o religiosos ha sido siempre deficitario para los partidos en México, apostar diferente ahora es altamente riesgoso y el horno no está para bollos.