Poder y dinero
Campañas prematuras
Las campañas electorales del 2006 y del 2012 se caracterizaron por estar saturadas de ataques y denostaciones entre los contendientes, nunca hubo un debate de las ideas y mucho menos un debate serio. Los partidos y sus candidatos se dedicaron a desprestigiar a sus adversarios y nunca apareció el árbitro que frenara la guerra de lodo que inundó los medios de comunicación y las redes sociales.
A pesar de estar aún a cierta distancia del inicio de las campañas electorales de los comicios del 2018, los grandes medios nacionales y la mayoría de los medios cibernéticos y las redes sociales, de nueva cuenta se están llenando de propaganda negra enmascarada en editoriales, artículos de opinión, columnas y nuevamente del juego perverso de las encuestas que levantan medios y empresas más o menos “prestigiadas”, aun cuando de estas últimas quedan pocas después del papel lamentable que han hecho en los últimos comicios.
Es decir, si comparamos las dos últimas campañas presidenciales y el inicio prematuro de las precampañas del 2018, sus características son similares en cuanto a la ausencia de un debate serio de los grandes problemas nacionales y la abrumadora presencia de supuestos espacios de opinión en los cuales participan casi siempre los mismos analistas, de las mismas instituciones académicas, generalmente de la misma tendencia ideológica, dejando de lado la visión de los “otros”.
Este fenómeno recurrente en nuestro sistema electoral tenderá nuevamente a generar una polarización y por lo tanto a una crispación social y política en las campañas del 2018, que seguramente se agudizará y alcanzará la confrontación que podría permear hasta el entorno familiar de las ciudades y pueblos, con los riesgos de generar cierta inestabilidad y algunos barruntos de ingobernabilidad.
En la medida que nos acercamos al 2018, aunque creemos que, con mayor premura, los partidos políticos y sus aspirantes a la Presidencia de la República, ya están generando una fuerte presión en torno a la definición de las probables candidaturas, a pesar que la normatividad establece los tiempos para ello. El árbitro sigue ausente.
Apenas pasaron los comicios estatales de 12 gubernaturas realizadas el 5 de junio, los partidos y sus aspirantes presidenciales han desarrollado un activismo político que las propias empresas encuestadoras lo están reflejando en levantamientos demoscópicos y sondeos que ya está generando una confrontación y polarización política que ha arrastrado hasta el propio gobierno de la República. El golpeteo a la propia imagen presidencial lo demuestra.
Un primer acercamiento a este proceso prematuro de las campañas presidenciales, sin duda, responden a no dejar que el aspirante presidencial de Morena (AMLO) siga solo en su tercer periplo electoral, y en el caso del PAN, a evitar repetir el error del proceso electoral del 2012, cuando su candidata presidencial, Josefina Vázquez Mota, entró a la contienda atrasada por un desgastante proceso interno.
Por su parte, en el caso del PRD, el actual Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinosa, ya está desarrollando una campaña virtual en las entidades federativas los fines de semana, a través de la promoción de algunos programas de gobierno exitosos, la reivindicación del salario mínimo que le genera simpatías en el mundo laboral, y con alianzas con líderes agrarios de organizaciones independientes.
En el caso del PRI, la crisis generada por la derrota de 7 entidades y la salida de su dirigente, Manlio Fabio Beltrones Rivera, lo pone en contra de la pared, pues sus aspirantes y su nueva dirigencia parecen correr en contra el destino. La incertidumbre económica, una compleja perspectiva internacional y una República que se mueve dentro de un coctel explosivo integrado por la inseguridad pública, la corrupción y los conflictos sociales, no dejan ver un camino pavimentado para el 2018.