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Los católicos de América Latina, que se calcula son cerca de 41 por ciento del total, tienen su propia lista de disputas respecto a la función que la Iglesia debe cumplir en la región.
Esto incluye desde luchas del pasado en torno a la Teología de la Liberación, aún latentes aunque menos visibles, según especialistas, hasta distintas formas de plantarse ante temas como el aborto, los abusos sexuales en la Iglesia o la fuerza innovadora del Movimiento Carismático Católico. “La Iglesia en América Latina es todo menos homogénea”,
La Iglesia Católica vive en América Latina divergencias sobre cómo encarar desafíos modernos como el aumento del número de evangélicos o de personas sin religión.
En ese contexto, movimientos como la Renovación Carismática son vistos por muchos como un ejemplo de cambio que puede servirle a la Iglesia católica para atraer fieles, en particular jóvenes.
Aceptado por el Vaticano, el movimiento Carismático cobró impulso en Brasil y otros países con el uso de medios de comunicación, música y una participación activa de sus auditorios como ocurre en encuentros evangélicos. Si bien este movimiento ha activado la religiosidad de muchas personas, por otro lado tiene una tendencia a dividir y generar conflicto.
Muchas veces el movimiento Carismático tiende a volverse muy enfocado en sí mismo e identificarse como eje de la parroquia, y eso genera tensiones en las bases.
Este movimiento se basa en la afirmación de la acción directa del Espíritu Santo en sus fieles, y para algunos esto cuestiona la intermediación tradicional del sacerdote católico.
El temor de la Iglesia es que haya como una caída de esa figura central que es el sacerdote y que ese movimiento salga del control de la jerarquía.
La elección de un papa procedente de un continente en el que vive el 41 por ciento de los católicos del mundo se inscribe también en la tentativa de la iglesia católica de frenar el rápido avance de los evangélicos en los países en vías de desarrollo, no sólo en América Latina, sino también en África y en Asia.
Con 565 millones de fieles —107 millones de ellos en América Latina y el Caribe— los evangélicos representan poco más un cristiano de cada cuatro en el mundo, según estadísticas validadas por Sébastien Fath, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés (CNRS).
Una cifra en constante aumento y que incluye los 200 millones de pentecostales o “Born again”, corriente aparecida a principios del siglo XX en Estados Unidos, que hace hincapié en la acción y los dones del Espíritu Santo, como las profecías, las curaciones milagrosas y la liberación de los demonios; defiende el encuentro personal con Jesús y la conversión.
Las iglesias evangélicas esta creciendo cada vez más por lo que da la impresión que la Iglesia Católica está alejada de la población.
La Iglesia católica (1,200 millones de fieles), se encontró en competencia con esos movimientos que le quitaban una parte de sus fieles a partir de los años 80, en particular en África y América Latina.
En Guatemala, más de la mitad de la población, que era católica en un 95 por ciento, se ha convertido al neopentecostalismo. En México, el sentimiento de que el clero está demasiado estrechamente ligado al poder político contribuyó a que los fieles se fueran hacia una iglesia más independiente. En Brasil, un cuarto de la población cambió de religión.
Fue sólo a fines del 2009, durante el sínodo de obispos de África en El Vaticano, que un cierto número de obispos pudo exponer el problema que les planteaban esas iglesias, a raíz especialmente del “proselitismo agresivo” de algunos de sus pastores.
Ante las derivas de algunas iglesias pentecostales, el Consejo Nacional de Evangélicos de Francia (CNEF) publicó recientemente un libro sobre “la teología de la prosperidad”, que hace una severa advertencia a los pastores autoproclamados que prometen salud y riqueza material a cambio de dinero contante y sonante.
Para la Iglesia católica, el rápido avance de los pentecostales fue una oportunidad para hacer una autocrítica de su acción pastoral y tratar de modernizar sus métodos.
Ya en el Concilio Vaticano II (1962-1965), la apertura hacia el mundo de las comunidades nuevas marcadas por el renacimiento carismático y la creencia en la influencia del Espíritu Santo, aparecía como un eco a las iglesias pentecostales.
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