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IMSS revela cómo identificar una urgencia médica por consumo de marihuana
De acuerdo al especialista de la Facultad de Medicina de la UNAM, Rafael Álvarez Cordero, el trastorno alimentario que modifica el proceso hambre-saciedad y en el que intervienen factores genéticos y conductuales, produce adicción a grasas y azúcares tan fuerte como al alcohol o las drogas.
Con este desorden, el individuo aún satisfecho porque ya comió, el organismo responde como si tuviera una adicción, pues mientras más ingiere, crece la necesidad.
Los estudios realizados, muestran una semejanza en cien por ciento de la polifagia con enfermedades adictivas como el alcoholismo o el tabaquismo, refiere Álvarez Cordero en un comunicado de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
Por ello, las personas que padecen polifagia, aun cuando la ración de alimentos que consumen es generosa, la sensación de saciedad nunca llega, por el contrario, el hambre se incrementa y aparece a cualquier hora con mayor avidez.
El apetito desmedido puede presentarse de manera intermitente o perdurar durante periodos prolongados, en cualquier caso, obtener placer a través de la comida es un desorden alimenticio, relacionado con causas genéticas, psicológicas, metabólicas y sociales.
Se ha encontrado que si esto ocurre, por razones genéticas o conductuales, la reserva de dopamina en el centro del cerebro está disminuida.
Los trabajos de la mexicana Nora Volkow, directora de The National Institute on Drug Abuse (NIDA), han confirmado que prácticamente no hay diferencia en el estudio de los cerebros de los individuos que tienen dependencia al alcohol, a las drogas o a la comida, eso lleva a entender mejor el problema de obesidad, apuntó.
La polifagia se relaciona directamente con factores de dopamina en el cerebro, y a su vez, el 90 por ciento de las personas con sobrepeso padecen ese desorden.
El problema se vuelve más complejo, pues una dieta alta en grasas y azúcares disminuye la actividad del núcleo de la saciedad e incrementa el apetito.
Además, existe otro factor de carácter social que contribuye, como los productos que se comercializan, con mucha azúcar, o la promoción de raciones muy grandes, con la modalidad de “por un peso se puede obtener el doble”. Eso hace que la gente se acostumbre a comer más.
El proceso de hambre-saciedad está regulado en los niños en el momento que nacen, no obstante, se desordena con el tiempo, por factores conductuales como servir grandes raciones.
Por ello, Álvarez Cordero consideró que en el momento que se sepa cómo controlar el centro del cerebro, se avanzará mucho; por ahora, dijo, la única manera es la educación, sobre todo de los padres, que obligan al niño a comer más.
QMEX/mmv