Escenario político
Ya pasó una semana desde los lamentables hechos donde fallecieron 39 migrantes en un albergue del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, Chihuahua. Aún se reportaban algunos gravemente heridos, y sobre esta prisión, disfrazada de centro migratorio, al parecer se ha cerrado.
Pero el cierre de un sitio que atentaba contra los derechos humanos no es suficiente, debemos ir al fondo del asunto. No sólo hablo de la petición que hicimos un grupo de activistas para que se les otorgue asilo a los sobrevivientes, para conocer la verdad de lo que ocurrió esa noche, nos referimos a los males de raíz que acompañan al fenómeno migratorio.
Hay migrantes en suelo mexicano, porque de aquí pueden atravesar a Estados Unidos, realmente no somos un país al que quieran llegar, somos de tránsito. Ellos están de paso, por eso el interés de Estados Unidos por nombrarnos “Tercer País Seguro”, que es tener la responsabilidad de hospedar, mientras ellos deciden quienes pueden entrar.
Así que los migrantes se enfrentan a políticas vejatorias, que atentan claramente contra los derechos humanos, basta ver como una niña le gritó al presidente “no nos traten como animales” el cual fue un reclamo más que justo, porque las fronteras sólo son accidentes políticos, pero la solidaridad, el espíritu de hermandad, debería trascender visiones y territorios.
¿Entonces, si se tiene el panorama claro, si todos conocen los graves atentados contra los migrantes? ¿Por qué la situación no cambia de tajo? Porque como todo mal en el país, detrás hay todo un mercado, se maneja mucho dinero y los beneficiarios son muchos, tanto los criminales, como las autoridades que son cómplices.
El migrante por lo regular llega con sus ahorros, a veces de toda una vida, para intentar cruzar, y ese dinero termina en manos de los grupos criminales. Para cruzar de México a Estados Unidos, los “coyotes” tienen una tarifa.
Extraoficialmente se habla de que se cobra entre 2 mil y 5 mil dólares por ayudar a cruzar de forma ilegal la frontera entre México y Estados Unidos. Esto sin tener alguna garantía de que llegarán a su lugar de destino, de que no sean deportados o en el peor de los casos, de que sobrevivan este paso.
No podemos dejar de lado que en 2022, más de 800 migrantes fallecieron en el río, en el desierto, por accidentes intentando escalar las barreras fronterizas y por trata de personas, mientras intentaban ingresar de forma ilegal a Estados Unidos.
Los riesgos no son pocos, pero ¿qué terrible situación deben estar viviendo en sus lugares de origen que los orilla a correr todos estos riesgos? La migración debería abordarse desde una perspectiva humanitaria, pero sin duda, lo que lo corrompe es el comercio ilegal que hay detrás, y lo que mata, son los criminales y autoridades involucradas.