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CIUDAD DE MÉXICO. 1 de noviembre de 2022.- El recuerdo de Jacobo Zabludovsky y su legado periodístico, así como las facetas humanas del legendario y controvertido comunicador, permearon todos los espacios de la Biblioteca Mexicana de la Fundación Miguel Alemán, durante la presentación del libro Lo dijo Jacobo, escrito por Cynthia Lara Paredes. Fue una ceremonia emotiva que permitió también el reencuentro de varios discípulos y viejos amigos del desaparecido conductor del noticiero de televisión 24 Horas, entre ellos Heriberto Murrieta, Félix Cortés Camarillo y el tanguista Hugo Jordán, encargados de presentar el texto.
Cynthia Lara –quien laboró en Noticieros Televisa por más de 20 años–, aseguró que “a Jacobo Zabludovsky se le puede querer o no, criticar y quizás hasta despreciar, pero no se le puede dejar de reconocer que, en su época, fue el periodista de radio y televisión más importante en México. Un innovador que literalmente inventó en México los noticieros en la novedosa televisión”.
Reveló que “no fue nada fácil escribir sobre él; me tomó más tiempo del que yo tenía planeado porque aún soy aprendiz de escritora” y que, reunir testimonios, anécdotas y recuerdos de colaboradores, familiares, amigos, periodistas, políticos, empresarios, artistas y deportistas que lo conocieron, fue una ardua tarea.
“Por mucho tiempo me dediqué a buscar y a entrevistar a sus grandes amigos, de los cuales ya quedan muy pocos. Resultó ser una larga, desgastante y hasta decepcionante tarea, por lo que estuve a punto de desistir, porque muchos fueron convocados, la mayoría me dijo que sí, pero no todos lo hicieron, a pesar de mi tenaz insistencia. A todos quienes respondieron mi convocatoria, mi infinito agradecimiento por su valiosa ayuda para lograr este libro que se ha convertido en un homenaje” –dijo.
Jorge Zabludovsky –hijo del conductor, fallecido el 2 de julio de 2015 a los 87 años–, y algunos de los periodistas, camarógrafos y colaboradores de 24 Horas, entre ellos Ana Cristina Peláez, Miguel Reyes Razo, Rocío Villagarcía, Jeannete Broussi, Armando Camarena, Roberto Ruvalcaba, Henry Stone, Miguel Aguilar y Marina Trujillo, se dieron cita en el recinto de Rubén Darío 187, en la colonia Polanco, de la Ciudad de México.
Heriberto Murrieta: Jacobo fue un segundo padre o un abuelo sabio; la referencia máxima de la información. Era un maestro estricto que no daba concesiones
Luego de la intervención de la autora del libro, el primero en hablar frente al auditorio conformado por casi 200 personas –un evento conducido por Alejandro Ávila González, secretario técnico de la Fundación Miguel Alemán, que preside el doctor Alejandro Carrillo Castro–, fue el cronista deportivo Heriberto Murrieta.
Emocionado, señaló que la periodista se había dado a la tarea de recabar valiosos testimonios de la gente que había tenido la fortuna de tratarlo “y formarse periodísticamente con El güero de la Merced, como se le conocía también coloquialmente, porque –no obstante, su finura–, yo digo que es el caballero de fina estampa recordando a Chabuca Granda, pero de un origen humilde, un origen de esfuerzo, de la Europa traída al continente americano, de la raíz más popular del centro de la capital de la República Mexicana y de las colonias populares de la Ciudad de México.
“Jacobo nunca se despegó de ese origen y siempre recordaba con una gran memoria, con una gran lucidez y con su inmensa cultura, todo lo que el centro histórico ha aportado a la vida diaria del mexicano”. Después, Murrieta se refirió a las reglas periodísticas impuestas por Zabludovsky en la redacción de 24 Horas.
“Comparto la angustia de Cynthia al rememorar la fuerte presión que Jacobo ejercía sobre nosotros. ¿Te acordarás cuando nos obligaba a regresar con la entrevista por él solicitada o simplemente no volver a Chapultepec 18? Nos decía: A ver cómo le haces, pero traes la noticia y te metía una presión brutal. Pero eso era muy formativo” –aclaró.
“Jacobo fue un personaje excepcional, dueño de una fuerte personalidad que imponía. Enseñó el periodismo a numerosos reporteros de gran calado y a varios camarógrafos que también están aquí con nosotros hoy, y siento una profunda admiración por ellos, por su capacidad periodística de investigación, y porque sabían encontrar la noticia o hacer una gran crónica. De tal manera que todos estos grandes personajes los ligo a la figura de Jacobo. Era estricto y no daba concesiones. Corregía al instante y moldeaba buenos profesionales. De no haber sido como fue, nuestra formación no habría sido sólida, ni lo hubiéramos aprendido cómo debe hacerse: con pureza, sin prolegómenos ni cursilerías o lugares comunes. Jacobo daba las noticias directas, sin afectaciones”.
Murrieta hizo hincapié en que “esa exigencia del jefe, ese acicate super formativo, provocaba insomnio, porque muchas veces el reportero necesita mucho más que su hambre periodística o su capacidad de persuasión, su entusiasmo o sus contactos, para lograr su objetivo” y subrayó que el título del libro Lo dijo Jacobo no podría ser más atinado. “Y es que, durante varias décadas, el caballero de fina estampa –quien fuera para nosotros como un segundo padre o un abuelo sabio en el último tramo de su intensa existencia–, era la voz total, única; la referencia máxima de la información.
“Si hablaba en la televisión de un suceso, la cara rígida, escoltada por aquellos descomunales audifonotes, era porque en efecto había ocurrido. Si Lo dijo Jacobo, entonces es verdad; la gente le creía, aunque también es verdad que, pasado el tiempo, se tornó un poco escéptica. Existían otros medios, pero ninguno con la fuerza del noticiero 24 Horas”, expresó.
Hugo Jordán: Jacobo, mi hermano, un tipo sensacional que sudaba la amistad; el hombre más importante de mi vida en México
Hugo Jordán –el célebre cantante de tangos y quizá uno de los mejores amigos de Zabludovsky, a quien incluso llamó mi hermano y que en noviembre de 1974 le abrió las puertas de Televisa, en Chapultepec 18, desde donde se transmitía el famoso noticiero–, externó que “su pasión fueron los toros, el tango y su Ciudad de México” y luego relató varias anécdotas que dieron testimonio de su larga y fraternal relación.
“En el año 1982, ya se recuerdan, había un desastre en México; nos habían devaluado totalmente. Y yo tenía que actuar en el Teatro Esperanza Iris, el Teatro de la Ciudad y había puesto 40 mil pesos de ese momento, que era un montón de dinero. Yo había rentado el teatro por dos días, un sábado y domingo, justo en la recesión. Calculen que ya estaba a cuatro días del show y no había vendido ni un boleto. Para mí, llevar todo ese peso encima, era muy pesado. ¿Entonces, qué hice?
“Me fui a 24 Horas, le dije a Jacobo: necesito que me salves, porque si no, vas a escribir en mi tumba, porque aquí me van a matar. Tengo músicos, cantantes, de todo; un espectáculo, pero no tengo gente. Él me dijo: no te preocupes, a la gente la llamamos. Y esa noche en su noticiero le dijo a todo el público: señores, yo sé que estamos en recesión, pero les traigo una noticia que les va a agradar a todos. Hugo y yo –así–, los vamos a esperar a todos y a darles la mano en la entrada, el sábado y domingo, en el Teatro de la Ciudad. Van a ver un espectáculo de tango y va a cantar Hugo Jordán, que es un mexicano nacido en Argentina. Pronto comenzaron a llegar al programa llamadas telefónicas de todos lados. Y Jacobo fue conmigo. El sábado se paró en la recepción y me dijo: vente, lo que prometimos a la gente, hay que dárselo.
“Entonces, los dos estuvimos en la entrada recibiendo a la gente, dándoles la mano, y luego Jacobo hizo mi presentación; no sé si hubiera hecho lo mismo con Gardel, porque cuando se le mencionaba, se ponía de pie y se paraban todos. Jacobo llenó el Teatro Esperanza Iris el sábado y domingo con sólo esa presentación que hizo en 24 Horas. Ese era Jacobo Zabludovsky, mi hermano, mi amigo. Él es el tipo más importante de mi vida en México”, dijo.
Promotor del primer y quizá único homenaje que los libaneses radicados en México le han rendido a un personaje de origen judío, como fue el caso de Zabludovsky –“y a quien, en Argentina también le hicimos entrega de las llaves de la ciudad de Buenos Aires, porque se lo merecía como embajador del tango en México”–, reiteró que Jacobo “era un tipo sensacional que siempre sudaba la amistad”.
Conmovido, Hugo Jordán recordó la última vez que tuvo oportunidad de verlo. “Quince días antes de partir, me hizo una entrevista en la radio. Yo me iba a Cuba, a cantar al festival del bolero y fui con Jacobo. ¿Nos sacamos una foto juntos, Jacobo? le dije. Era muy difícil sacarse fotos con él. Ya sabes, Jacobo era así, rápido. Entonces me dijo, vente, sacamos la foto. Yo me fui a Cuba y estando allá me avisaron que había fallecido. Conservo esa foto como una evocación querida, y también me dejó este recuerdo en el corazón: Hugo Jordán, un mexicano nacido en Argentina”.
Félix Cortés Camarillo: Hoy todo mundo es un reportero y tiene la posibilidad de contar y hacer su propia historia, pero no todo el mundo tiene la capacidad de hacerlo bien
El periodista Félix Cortés Camarillo –radicado desde hace varios años en Monterrey y uno de los principales colaboradores del titular de 24 Horas desde su creación–, al hacer uso de la palabra se refirió a la mezcla de sentimientos encontrados que lo embargaron durante la presentación del libro Lo dijo Jacobo, exteriorizada en la “enorme alegría por volver a ver rostros que estuvieron en mi cotidianidad durante tantos años, ahí en Niños Héroes 27, primer piso, y una tremenda tristeza por no ver rostros de aquellos que allí estuvieron y que ya no están, comenzando principalmente por el protagonista de esta noche, y todos aquellos que desfilan por las páginas de este libro, porque son miembros de esa familia variopinta que formamos en torno a Jacobo Zabludovsky.
Consideró que el libro era “un acto de amor” que ponía de manifiesto “la vocación de trabajo, la puntualidad, la honestidad, la sinceridad, la humildad, el íntimo vínculo con sus orígenes étnicos, religiosos, culturales, amistosos que Jacobo siempre cultivó y que siempre nos inculcó a todos, además de las reglas y los métodos del oficio periodístico. Repetir que Jacobo era el primero en llegar y el último en irse; que inventó el lenguaje de los libretos, de los noticiarios de televisión; que inventó la manera de decir las noticias por televisión, es algo que ustedes van a encontrar de manera muy bien, ágilmente hilada por Cynthia Lara, con un gran cariño, en este libro”.
Luego relató:
“Les cuento algo que nunca he dicho: cuando el 7 de septiembre de 1970 salió al aire por primera vez el noticiario 24 Horas, los autores al alimón del primer libreto, fuimos mi hermano queridísimo, Fernando Alcalá y yo. Lo escribimos, se lo llevamos a Jacobo y él lo tiró a la basura. Y le dijo a Lupita: ponme unas páginas, unas cuartillas en la máquina y así le dictó el primer libreto. El segundo, ya lo escribimos Fernando y yo; ya habíamos aprendido la lección. El tema es ese: Jacobo nos dejó esa enseñanza del ejemplo. Yo no puedo predicar que hagas lo que te ordeno, si no lo sé hacer yo mismo, mejor que tú. Y lo sabía hacer”.
Mencionó luego que “uno de los detalles fundamentales que el reportero, el periodista, debe conservar siempre, y que yo lo tomo como una de las principales herencias que Jacobo me dejó: nunca pierdas la capacidad de asombro. El día en que no te pueda sorprender una realidad que tienes ante tus ojos, estás perdido y no tienes nada que hacer en este oficio. Esa capacidad de asombro es lo que yo retengo, conservo, preservo y quisiera que se heredase a todos los que ejercen este bello oficio, inolvidable y maravilloso, de comunicar, de contar las cosas. El history teller, el que cuenta cuentos, el que nos reconstruye esa realidad que él vio y que pasada por el filtro de su sensibilidad y su cultura y su talento, nos la traduce en una realidad nueva”.
Cortés Camarillo se refirió también a la humildad, una cualidad fundamental en el perfil de Zabludovsky. “Fue una de las principales enseñanzas que nos dejó. Decía: nosotros tenemos que hablar de todo, de cultura, de economía, de política, de arte, de deporte. Pero siempre toma en consideración una cosa: hables de lo que hables, siempre, del otro lado, va a haber una persona que sabe más que tú. Esa es una lección de humildad, que ojalá que muchos de los que hoy tienen un micrófono –y se les va en el bueno y como tú bien dices y acabas de citar–, entendieran.
Abordó el cambio registrado en la actualidad, con el acceso a los recursos tecnológicos y las redes sociales. “Hemos llegado a una situación en que esto cambió nuestra realidad. Todo mundo hoy es un reportero; todo mundo tiene la posibilidad de contar su historia, de hacer su propia historia, pero no todo el mundo tiene la capacidad de hacerlo bien”, consideró. Y expuso:
“Es muy bueno que se haya democratizado el acceso no solamente a percibir la realidad, sino a procesarla y a entregarla con algún criterio. Pero yo quisiera, todavía, que existiese un comunicador con el talento, la fuerza, la virtud, con el oficio y la honestidad, para que las cosas que él dijese –por el simple hecho de que lo dice–, fueran ciertas. De que ya no exista el que eso es cierto, porque Lo dijo Jacobo.
Ana Cristina Peláez: trabajar al lado de Jacobo Zabludovsky, un cotidiano reto de permanencia
Ana Cristina Peláez –quien forjó gran parte de su vida profesional en el noticiero 24 Horas–, no duda en calificar que trabajar al lado de Jacobo Zabludovsky “sin duda era un cotidiano reto de permanencia”–me comenta al concluir la presentación del libro. Su decisión de certificar el material que se transmitía al aire, era muy estricta. Prácticamente nunca dejó pasar ninguna nota sin confirmación ni respaldos, bien se tratase de un video, un audio, una foto o un documento probatorio.
“Nos tocó vivir situaciones muy difíciles, de algunos personajes que al aire exigían desmentir una información o una entrevista, pero Jacobo casi nunca lo permitió. Siempre nos defendió; nos tenía confianza. Y si el reclamo seguía, al otro día, a los supuestamente inconformes, les daba la oportunidad de exponer sus puntos sobre aquello que no estaban de acuerdo. Nos enviaba incluso con las cámaras y los micrófonos ya encendidos, para que quedara testimonio del hecho desde el momento mismo en que llegábamos a verlos” –rememora.
Y también exterioriza el carácter institucional de Zabludovsky, al recordar el episodio de las bombas molotov arrojadas hacia la Puerta Mariana y al balcón presidencial, donde se hallaba el presidente Miguel de la Madrid, durante el desfile del 1º de mayo de 1984, las cuales lesionaron a varias personas, entre ellas al propio Alejandro Carrillo Castro, director de Fundación Miguel Alemán.
“Yo me hallaba precisamente en el sitio, cubriendo el evento, y más allá de la discusión semántica y que dijeron algunos que se trataba de petardos, realmente habían lanzado bombas molotov; el hecho periodístico es que técnicamente habían bombardeado Palacio Nacional, tratando de lesionar al presidente.
“Fui corriendo a pasar mi información y me localizó Jacobo. Él era un periodista que seguía la nota a toda costa, pero a la vez también muy responsable. Inicialmente quiso abrir un segmento noticioso al momento y hacer una transmisión en vivo, interrumpiendo la programación, pero decidió consultarlo con Emilio El Tigre Azcárraga, con quien tenía permanente conexión telefónica. Empero, Jacobo tenía el recelo de que, por ser excesivamente institucional, él pudiera confiscar el material grabado. Escóndete –me dijo de inicio–, y guarda contigo el material. Al final, ambos acordaron presentarlo prudentemente en el noticiero, para no provocar una alarma nacional por la naturaleza del hecho y las consecuencias generadas, por tratar de difundirlo a minutos del atentado.
“Además, la frase de El Tigre Azcárraga de contra las instituciones nada, ni contra el Ejército o la Virgen de Guadalupe la entendíamos todos. Jacobo quiso abrir el canal, pero la consulta finalmente evitó causar pánico y zozobra en todo el país. Sólo me pidió encarecidamente que me fuese de inmediato a Televisa a reunirme con él, para armar la nota y pasarla equilibradamente, en su justa dimensión, en el horario normal de 24 Horas”.
Miguel Reyes Razo y sus recuerdos de Jacobo. “Después que me corrió de 24 Horas, al paso del tiempo nos convertimos en súper, súper amigos”
A la presentación del libro de su colega Cynthia Lara, concurrió el periodista de 82 años, Miguel Reyes Razo, excolaborador de 24 Horas. Recuerda su paso al lado de Zabludovsky. Me comenta que “comencé con él en 1973 y me fueron a mediados de 1976”. La palabra fueron, debe entenderse como un eufemismo, para decir que lo despidió del grupo informativo, pero no lo excluyó del grupo de amigos del comunicador.
Considera que Zabludovsky –quien comenzó a trabajar en la Cadena Radio Continental de noticieros y en 1947 ingresó a la emisora XEX–, “llevó a la televisión lo bien aprendido en su paso por las estaciones de radio donde laboró y presentaba sus originales Comentarios a la noticia y se relacionaba con otros grandes del micrófono, como mi maestro Luis Spota.
“Todos ellos nos enseñaron a expresarnos muy bien, a hablar bien, y Jacobo tenía una máxima: nunca hay que dárselas de sabiondo. Eso es una torpeza –nos repetía–. Nunca el entrevistador se debe poner por encima del entrevistado. Era bueno para enseñar; cuando se molestaba no oías de sus labios una maldición y tenía un estupendo olfato periodístico y una gran intuición.
Dentro de los logros periodísticos de Zabludovsky, Reyes Razo destaca la ocasión en que, para obtener una entrevista con el escritor colombiano Gabriel García Márquez –quien rechazaba toda solicitud de entrevista a la televisión–, no dudó en apoyarse en su compañera Patricia Berumen, quien ocultó entre sus senos el micrófono que, en un apartado del antiguo restaurante Passy, de la Zona Rosa, permitió captar la conversación con quien años después se convertiría en Premio Nobel de Literatura. “Jacobo fue el primer periodista que consiguió entrevistarlo; ambos eran grandes amigos y lo fueron hasta el final de sus vidas”, afirma.
“Su equipo de trabajo –rememora Reyes Razo–, estaba coordinado por Raúl Hernández, ya fallecido, un jefe de información severo y exigente. Al preguntarle cómo se produjo su arribo al noticiero, Reyes Razo comenta que “yo –al igual que otros más–, llegamos casi todos de Canal 8, entre ellos Norma Meraz, Lolita Ayala, Lourdes Guerrero, Guillermo Ochoa, Eduardo Lalo Andrade y un grupo de buenos reporteros.
“Jacobo me incorporó al noticiero de las dos de la tarde, con Norma Meraz y Joaquín López Dóriga. Salíamos de allí, nos metíamos a la XEW para hacer 24 Horas de XEW y hasta hacíamos los comerciales de Colgate Palmolive y la pasta dentífrica Fresca-RA, con la bella y talentosa Rocío Villagarcía.
“En julio de 1975, con una gran visión, mi amigo Félix Cortés Camarillo contempló la importancia de saber el efecto del dilatado franquismo en la sociedad española y se puso al frente de un equipo que integramos Rita Gánem, Virginia Lemaitre –quien al paso del tiempo llegaría a ser directora de la XEW–, Abraham Zabludovsky y yo, que iría tras la huella de Federico García Lorca. Ya en Madrid, el Ministerio de Información y Turismo de España se negó a conceder permiso a la realización de reportajes y entrevistas necesarios a esa tarea informativa. El ministro Manuel Fraga Iribarne rechazó toda petición. El mismo gobierno retuvo cámaras de televisión, grabadoras y latas de película. Cuando Franco murió, a los 82 años, en noviembre de 1975, el encargado de cubrir el evento fue Joaquín López Dóriga, quien pudo hacerlo porque poseía doble nacionalidad.
De entre los asistentes al evento, despide a la periodista Martha Venegas, quien –recuerda–, llegó de la Universidad Iberoamericana, al igual que Juan Ruiz Healy, y a la que reconoce como “la auténtica descubridora de la mariposa monarca”, paternidad que, afirma, su jefe Jacobo reconoció para sí mismo.
–Me llama la atención que Jacobo le haya despedido y su manera de decir que lo fueron del noticiero 24 Horas. ¿Cómo ocurrió realmente? –le pregunto.
–Me fueron debido a que algunos del equipo –un grupito de muy adentro–, le calentó a la cabeza a Jacobo. Entonces tuve que salir. Pero eso no fue razón determinante para que nuestra amistad terminara. Al paso del tiempo –a pesar de que un día me corrió–, nos convertimos en muy buenos amigos. Incluso fue testigo de la boda de mi hija, y luego fuimos súper, súper amigos, hasta el final –concluye a Reyes Razo.