El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
El presidencialismo ya no es lo que era antes
Así como nos ha tocado los tiempos en el que las ideologías cada vez se parecen menos a lo que identificábamos como la izquierda y la derecha, ni siquiera el centro es lo que parece ser, hoy cada vez es más difícil que nuestros caudillos alcancen los sueño de grandeza para alcanzar la eternidad en el poder.
«El problema del poder es no poder», ha sido siempre uno de los recursos discursivos que define perfectamente a los que están convencidos de que la representación que les dio el pueblo en las urnas es casi un acto divino, lo más parecido al sacrificio, que exige pagar un alto costo, ofrendarle cuerpo y vida a este designio. Así sea, digo.
En la etapa reciente de América Latina, para no ir tan lejos, hemos visto pasar a presidentes que han encontrado en la “reelección” una manera de trascender, con el respaldo del pueblo y de las leyes diseñadas a modo para que eso suceda. Para algunos pensadores esas siguen siendo dictaduras ni más ni menos.
La verdad es que por lo que vemos en el escaparate político actual, cada vez es más difícil convertirse en elegidos y mantenerse varios periodos en el poder.
Y si no que le pregunten a Nicolás Maduro que si bien no ha dejado de lado el discurso de que fue Hugo Chávez –casi en complicidad con el espíritu de Bolivar- quien le dejó las instrucciones para cumplir con el encargo de gobernar por siempre y para siempre, hoy casi nadie o muy pocos apuestan a que permanecerá más allá de este 2019 en el cargo.
En los extremos también está el caso icónico de Evo Morales, quien lleva tres periodos de gobierno al hilo -13 años en el poder– y aunque sabía que termina en 2020, se llenó de nostalgia y decidió buscar el cuarto periodo presidencial pero le salieron mal las cuentas. En 2016 se le ocurrió convocar a un referéndum para buscar la reelección en 2020 y contra lo esperado, la respuesta de los bolivianos fue NO.
Dicen los que lo conocen que Evo se sentía invencible. El revés provocó que saliera el pequeño dictador que tiene dentro pues parece que el NO de la consulta y lo que diga la Constitución de la República de Bolivia lo tienen sin cuidado y está haciendo todo para seguir despachando como Presidente; busca incluso la legitimidad de la OEA para hacerlo. Lo dicho, no la tiene fácil.
Así como hemos visto desfilar en las presidencias de algunas naciones a comediantes como Jimmy Morales en Guatemala, país donde por cierto este año también tienen elecciones presidenciales, estamos presenciando como cambian los tiempos y la gran sorpresa es el primer presidente millennial en El Salvador, cuna de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí. Se trata de Nayib Bukele quien usó las redes sociales como medio para ganar el voto de los jóvenes y de los seguidores que le arrebató al revolucionario FMLN.
Pero también tenemos en el otro extremo la casi segura participación como candidata, esta vez a la vicepresidencia, de la populista Cristina Kirchner, quien junto con su esposo Néstor Kirchner, ha sumado 12 años en el poder, a pesar de que ha sido sujeto de investigaciones judiciales de la más variada gama y que hay versiones que aseguran que su fortuna creció más de 30 veces desde que su familia llegó al poder en Argentina.
Como la 620
Parece que los caudillos están cayendo en desuso.
Hace algunos años el eslogan de una popular estación de radio en AM, la 620, presumía que era la estación “con la música que llegó para quedarse”.
En el caso de los políticos, la época de las dictaduras de los siglos XIX y XX nos permitió ver un caudillismo que se reinventaba. Hoy tenemos ejemplos de dictaduras posmodernas que tienen serios problemas para mantenerse.
Daniel Ortega en Nicaragua, es uno de los mejores ejemplos de una manera muy particular de gobernar, tan personal que parece que no se quiere ir. Cómo estarán las cosas para el ex combatiente que en esta última gestión presidencial nombró a su esposa, “la compañera Rosario Murillo”, como poderosa vicepresidenta, a quien reconocen como la verdadera voz y el rostro de Ortega. El poder tras el trono.
¿Hacia dónde vamos?
El mapa geopolítico de este lado del mundo ha cambiado tanto en los últimos años que los expertos siguen sorprendiéndose de que después de 20 años de gobiernos de izquierda en Brasil, ahora la derecha es el signo distintivo en la nación carioca de estos tiempos.
Y en México la alternancia en el poder sigue presente. Los partidos se han pulverizado y vemos una suerte de reinvención de lo que fue el PRI en Morena. El estatismo volvió a la carga con una fuerte orientación hacia el presidencialismo. El nuevo gobierno lleva escasos seis meses en el poder y ya está metido en una fuerte controversia para aprobar una reforma que permita convocar a referéndum para la revocación del mandato, lo que no es otra cosa que un paso previo a la reelección. La oposición en el Congreso asegura que no pasará una iniciativa de esas magnitudes en elecciones concurrentes y el hoy presidente ha declarado que no se reelegirá. Pero todo puede ocurrir, aunque no sin dificultades.
Los expertos en puntos de vista están convencidos de que América Latina seguirá cambiando y nadie tiene asegurado el poder eterno.
Lo que nunca imaginamos que ocurriría está pasando.
En el Salvador, un joven empresario de 37 años, Nayib Bukele quien había participado en elecciones con las siglas del FMLN en 2017 anunció en Facebook su intención de formar el Partido Nuevas Ideas, luego hizo alianza con el partido de centro izquierda Cambio Democrático que dio origen a la Gran Alianza por la Unidad Nacional. El resultado fue el triunfo contundente con el 53.10 por ciento de los votos.
Nayib es un personaje desenfadado que responde a sus críticos con tuits millennial como el de “Relajen la dona”. Anuncia que El Salvador tendrá un presidente que maneja Ferrari sin estrellarlo. Para este singular político moderno las redes sociales han sido la gran herramienta de comunicación que ha puesto de cabeza a los viejos políticos pues ha lanzado advertencias como que a Daniel Ortega se le acabó el apoyo de El Salvador.
Este mundo ya no es el mismo.
En Guatemala el comediante Jimmy Morales declaró “gracias a Dios que no hay reelección, estamos a las puertas de una fiesta que esperamos no se convierta en tragedia (judicial).
En Uruguay el poder le hace cosquillas a políticos como Julio María Sanguinetti de 84 años (dos veces presidente), quien pretende enrolarse otra vez como candidato. En México calificaría por edad sin problemas. Tabare Vázquez tiene su segundo periodo de gobierno antes le entregó la banda presidencial a José Mujica. Tabare termina en 2020.
En Honduras el gobierno del derechista Juan Orlando Hernández tiene su segundo periodo pero la reelección fue tan controvertida que hubo toque de queda en 2017.
En Panamá se vivieron las lecciones más cerradas de que tengan memoria pues Laurentino (Tino) Cortizo ganó con 33 por ciento de los votos, apenas 2 puntos más que su más cercano competidor.
En República Dominicana, Danilo Medina lleva su segundo periodo presidencial al hilo. Después quién sabe.
En Perú además de los escándalos de la familia Fujimori, tuvieron un presidente que duró 20 meses, Pedro Pablo Kuczuski, cargo que hoy ocupa hasta 2021 Martín Vizcarra.
En Chile hay una suerte de alternancia de cuatro años entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera.
Quien tiene un panorama que ni siquiera yendo al futuro y de regreso puede asegurar que seguirá en el poder es Maduro. Ya sabe usted como son los pajaritos de chismosos.
En realidad, todo indica que nuestros caudillos pronto terminarán como piezas de museo.