Corrupción: un país de cínicos
El regreso a la época de las políticas intervencionistas
Aunque todos esperamos que al despertar el 1 de diciembre las señales de incertidumbre hayan sido parte de una pesadilla, hay factores de preocupación que marcan el arranque del nuevo sexenio y que deben tomarse muy en serio. Analistas económicos ven como riesgo latente el regreso a la época de las políticas intervencionistas.
En vísperas de que se cumplan los protocolos con los que se investirá una nueva etapa en la representación política de México, con la banda presidencial como símbolo, la novedad es que lejos de la alegría y el ánimo de fiesta esperados, tenemos frente a nosotros un panorama de incertidumbre y lo peor, de división y desánimo entre los mexicanos.
Es preciso aclarar que como todos los mexicanos, lo que queremos es que nos vaya mejor, corregir los errores de otros gobiernos, resolver y atender las necesidades pendientes de la población, sobre todo los que siguen condenados a formar parte de las estadísticas de la pobreza.
Pero tampoco podemos cerrar los ojos ante lo evidente. Desde la noche del 1 de julio, los ganadores de ese proceso electoral demostraron que la paciencia y prudencia no son sus virtudes, hicieron a un lado al débil gobierno saliente y como lo hacían los conquistadores, comenzaron a barrer con lo que sus adversarios levantaron para imponer sus banderas territoriales.
En lo político los mexicanos estamos acostumbrados al ir y venir de frases como “Arriba y adelante” de Luis Echeverría; la promesa de “la renovación moral”, de Miguel de la Madrid; la decisión de hacer política, más política, mucha política de Carlos Salinas; sin olvidar a Ernesto Zedillo quien aún sin cash enderezó el barco que le dejaron y aportó los elementos para concretar la alternancia en el 2000, es decir, la derrota que sacó temporalmente al PRI de Palacio Nacional.
En esta etapa de la Cuarta Transformación, que en el fondo es como regresar al pasado de los héroes que nos dieron Patria convertidos en santos, el problema de fondo es la reivindicación de la figura del Tlatoani, la remaxterización del caudillismo, con más fuerza y poder que nunca, es la supremacía del Presidente de la República, y su culto a la personalidad casi divina.
En lo político ya tenemos claro que nos guste o no nos guste, la primera y última palabra la dará ya saben quién. El equipo más cercano ha dejado en claro lo que es y será durante los próximos seis años. Ya nos advirtieron, “tenemos que irnos acostumbrando”.
Además de la escasa disposición a la tolerancia, sobre todo ante los medios de comunicación, así como a la crítica a secas, la polarización entre los mexicanos se hace evidente.
Los factores de riesgo
Pero hay otras preocupaciones que merecen ser tomadas muy en serio.
El discurso del grupo que gobernará a todos los mexicanos a partir del 1 de diciembre sigue siendo el de la campaña electoral y el mejor botón de muestra es la declaración de que recibirán un país en bancarrota, por cierto, con las reservas internacionales más grandes de su historia, del orden de los 173 mil millones de dólares, de acuerdo al más reciente dato del Banco de México. Juzgue usted.
La decisión de eliminar de un plumazo el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) –haiga sido como haiga sido, en honor al método de la consulta-, ya tuvo sus efectos perniciosos en el tipo de cambio, sacudió el mercado de valores y afectó el estatus sobre el riesgo país formulado por las calificadoras. En el tipo de cambio el dólar logró un nuevo piso, muy cerca de los 20 pesos por cada uno.
Pero eso no queda ahí, aunque no haya gustado a López Obrador, el error de octubre se reflejará en el ánimo de las inversiones esperadas para los próximos meses y años. Y aunque los contratistas del NAIM recuperen parte de sus inversiones y obtengan como premio de consolación el regalo de otros contratos (lo que está al margen de la ley) el daño a las expectativas de inversión en el país ya está hecho. Lo que no pinta nada bien.
El miércoles 7 de noviembre El Financiero publicó los resultados de una encuesta a analistas económicos de primer nivel aplicada por Banamex, quienes consideraron que el principal riesgo para la estabilidad económica son las “políticas intervencionistas” del presidente Andrés Manuel López Obrador. ¡Sopas!
Las calificadoras también tienen sus preocupaciones sobre la volatilidad que está provocando las decisiones del nuevo gobierno y en su columna, Víctor Piz (Dinero, Fondos y Valores El Financiero 07-11-18) recomienda sencillamente tomarlas muy en serio.
Banxico en guardia
Si bien el casi secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, consideró absurda la posibilidad de que el nuevo gobierno modifique la ley para utilizar los dineros de las reservas internacionales o darle pellizcos para financiar alguno de sus programas, lo cierto es que el Banco de México está a la defensiva.
En 2019 el Banxico cumplirá 25 años desde que se reconoció en la ley su autonomía. Antes de 1994 el Banxico parecía pila agua bendita, pues no se sabía cuánto había en las arcas y a dónde iba. Es decir que no era la caja chica, era una caja grandota del gobierno.
Es más, la opacidad fue en otras épocas el sello en el manejo de las reservas internacionales. El analista económico Antonio Sandoval recuerda que el dato de las reservas internacionales se daba a conocer cada 1 de septiembre, en los Informes Presidenciales. En la transición de los gobiernos desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Carlos Salinas no hubo datos confiables. Zedillo fue el primero en reconocer que recibió algo así como 5 mil millones de dólares, casi nada.
El gobierno de López Obrador recibirá algo así como 173.5 mil millones de dólares, la cifra más alta en etapa de transición de un gobierno a otro, pero también con compromisos de deuda muy altos y que se han venido cubriendo.
La semana pasada Alejandro Díaz de León, gobernador del Banxico, hizo comentarios sobre la importancia de la autonomía del banco central y su tarea de mantener una inflación baja y estable; recordó que en las décadas de los 70 y 80 el banco central dependía de entidades externas que propiciaron que se financiaran déficits fiscales con emisiones de dinero lo que provocó inflación y severos daños económicos.
El mensaje fue claro: “La estabilidad del poder adquisitivo de nuestra moneda es indispensable y requisito para que junto con otras políticas sustenten cualquier proceso de crecimiento sostenible y equitativo.
Más vale que tomemos en serio este aviso, luego no se admiten reclamaciones.
Y lo que viene
Los Indicadores de Política Económica no son para hacer fiesta. Si bien el PIB está proyectado a niveles de 2.0 por ciento para 2019, son inferiores al que se alcanzará en 2018 y Citibanamex coloca el crecimiento del PIB en niveles de 1.7 por ciento.
El tipo de cambio tiene un nuevo piso de entre 19.35 y 19.63, que puede irse arriba de los 20 pesos.
La tasa de interés de referencia seguirá en 7.75 puntos y nadie percibe que exista intención del Banxico de reducirla, es mas podría aumentar al 8.0 por ciento, un cuarto de punto arriba de la actual. Esto mantendría cierta tranquilidad en los mercados de ahorro y una inflación contenida en rangos del 3.80 por ciento.
Y decimos que no hay motivos para hacer fiesta porque nos brincó otro dato. Con la anulación del proyecto NAIM, las Afores tuvieron una minusvalía o pérdida de 131 mil 833 millones de pesos, según la Consar.
El panorama no viene en lecho de rosas y se espera conocer el PEF-2019 para ver de qué lado masca la iguana; la atención está centrada en muchos temas pero sobre todo en lo que ocurrirá con la reforma energética y lo que harán para conseguir recursos para la construcción de las nuevas refinerías. En el fondo está qué pasará con Pemex. Póngase su cinturón de seguridad.