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CIUDAD DE MÉXICO, 18 de octubre (Quadratín México).- Si bien el Distrito Federal hoy vive una menor violencia, ésta no ha desaparecido, por el contrario, evolucionó a otras formas delictivas, asienta el doctor Arturo Alvarado Mendoza, en su obra “El tamaño del infierno”, un estudio sobre la criminalidad en la Zona Metropolitana de la ciudad de México
El Colegio de México publica un libro crucial para entender el fenómeno de la violencia y la criminalidad en la capital del país y su zona conurbada, que de acuerdo al especialista en el tema, entre 1995 y 2012 el país y el Distrito Federal experimentaron una ola de criminalidad inédita.
En su obra, da cuenta que la capital del país transitó de un periodo de tasas criminales y fenómenos de violencia urbana menores a otro con tasas altas y con un clima de permanente inseguridad.
El cambio político y el ingreso de un partido de izquierda al gobierno de la ciudad abrieron una nueva era de políticas públicas. Si bien la ciudad vive hoy una menor violencia, ésta no desapareció del todo, más bien, evolucionó a otras formas delictivas.
Alvarado asegura que la criminalidad ha mostrado una sostenida tendencia ascendente en todo el país, al grado que las instituciones no han logrado imponer un nuevo orden legal y no violento, que territorios internos de México estuvieran bajo control de fuerzas ilegales y que ni las fuerzas armadas ni la policía fueran capaces de controlarlas.
La naturaleza de la criminalidad obedece no sólo a factores internos sino también ha sido alimentada por la apertura comercial del país, los flujos de personas y de mercancías tanto legales como ilegales.
“El Tamaño del Infierno”, producto de una investigación de diez años ha sido publicado por el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México (Colmex), en donde se dimensiona el problema delictivo y la forma como evolucionó dentro del régimen político de la Zona Metropolitana de la ciudad de México.
La obra está basada en fuentes de información diversas, entrevistas y la revisión de datos público oficiales y estudios de organizaciones internacionales, bajo la premisa de que para entender la criminalidad urbana de la capital de México era necesario conocer e interpretar el comportamiento de sus principales actores.
Así como las conductas y estrategias de los agentes criminales, los agresores, así como también de quienes deben proteger a la población (los gobernantes y sus agentes en todos los niveles de la administración pública, como las policías) y, también de las víctimas, de la población que elabora estrategias individuales y colectivas para protegerse.
En ese sentido, el libro compila una historia de patrones estructurales y de cambio en las expresiones de la violencia; describe la distribución del fenómeno criminal en el espacio metropolitano y no sólo en los espacios fragmentados de las entidades federativas en donde la ciudad está asentada.
También ofrece una primera estimación de los hechos delictivos metropolitanos, medida que no se tiene en ninguna estadística oficial o estudio anterior y que para el autor debe ser punto de partida para futuros análisis de la delincuencia.
Muestra cómo mientras los patrones delictivos tienen un comportamiento metropolitano, las respuestas gubernamentales y las sociales se han quedado a nivel fragmentario de sus espacios e instituciones de gobierno local.
La metrópoli, explica, ha pasado por muchos cambios y el crimen urbano que hoy emerge necesita ser entendido en ese contexto urbano más amplio, pues buena parte de las tendencias criminales del delito violento y de otras formas de violencia son específicamente urbanas.
De ahí que la criminalidad contemporánea sobrepase con mucho las acciones legislativas de cada entidad federativa en torno a los delitos, rebasando también la capacidad preventiva de los gobiernos.
La tesis del libro es que la criminalidad es un estado social producto de la interacción de personas e instituciones en el contexto urbano, por lo que la lucha contra la criminalidad no sólo es la pugna por crear un Estado de Derecho, sino también por construir un Estado socialmente más equitativo, legítimo; es una lucha por la construcción de un bien público llamado justicia y por crear o consolidar las instituciones que corresponden a este estado justo.
La obra ofrece un panorama completo del fenómeno criminal integrado por una variedad de diversos delitos y está compuesto por cuatro capítulos; el primero es una estimación del tamaño y de las formas de la criminalidad urbana en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México que abarca la capital del país y un conjunto de municipios metropolitanos del Estado de México.
El segundo es un análisis de la policía capitalina y una exploración de las fuerzas del orden metropolitanas; el autor elabora una interpretación del trabajo de las policías, los militares y sus jefes políticos. El autor propone que la policía no sólo está organizada para combatir el crimen, sino también para reproducirse y garantiza su existencia. Además, propone que los militares han estado en una permanente pugna por controlar a las policías.
El capítulo tercero es un análisis de la política pública en seguridad, del gasto público y de las propuestas que los gobernantes han hecho para reducir el crimen en la metrópoli; en este sentido, evalúa los logros y avances en materia de seguridad de los últimos quince años.
El cuarto capítulo examina la participación social, las acciones individuales y colectivas de los habitantes de la ciudad para protegerse y para responder a la inseguridad.
El autor concluye que la criminalidad y la violencia tienen raíces profundas en la historia y en las organizaciones políticas de México y que los cambios actuales expresan procesos estructurales semejantes a los de países de América Latina.
QMX/mmv/arm