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CIUDAD DE MÉXICO, 5 de julio de 2025.- El templo de Santo Domingo de Guzmán en Oaxaca es mucho más que una edificación religiosa, es un testimonio vivo de la historia, la fe y la cultura de un pueblo que fusionó la espiritualidad indígena con la tradición dominica.
Construido tras la destrucción del primer templo, San Pedro y San Pablo, por un terremoto en el siglo XVI, se erigió en un montículo a las afueras de la ciudad, en un espacio que recuerda las proporciones de Monte Albán, lo que explica su majestuoso atrio.
La portada es austera, como dicta la sobriedad dominica, y muestra a Santo Domingo y San Hipólito, pilares de la provincia religiosa.
En lo alto, las virtudes de la fe y la esperanza complementan un diseño contenido pero cargado de simbolismo.
El sotocoro guarda un árbol genealógico de Santo Domingo, acompañado de símbolos de la orden: la cruz, el libro, la eucaristía.
La capilla del Rosario, añadida posteriormente, alberga un retablo florentino trabajado por artesanos locales y restaurado por el maestro Burguet.
Aquí se encuentran representaciones de los misterios del rosario y figuras como la Virgen María, los santos fundadores, y doctores de la Iglesia como Santa Teresa y Santo Tomás de Aquino.
El templo conserva techos originales pese a haber sido cuartel militar, y el trabajo de restauración del INAH ha sido clave para mantener su esencia. Su altar mayor, reconstruido con materiales tradicionales y documentos históricos, es un ejemplo de restauración con respeto.
Santo Domingo de Guzmán representa una espiritualidad que dialoga con la cultura, basada en oración, estudio, vida común y predicación.
Hoy, esta joya barroca no solo sobrevive, resplandece con la memoria y el alma de Oaxaca