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JERUSALEN, 8 de enero (Quadratín México).- El 22 de enero se llevarán a cabo las comicios israelíes, que de acuerdo al sistema de representación proporcional, formarán la futura Kneset –el cuerpo legislativo-, del cual será consagrado el primer ministro. Será el presidente quien ofrecerá el cargo a quien él considere que tiene las mejores posibilidades de lograr una mayoría estable en su coalición. Ninguno de los partidos participantes ni siquiera sueña con la posibilidad de ganar el 50% de los escaños para poder formar un gobierno unipartidista.
Todas las encuestas de las empresas conocidas, coinciden en dar al partido Likud-Israel Beitenu, la primera minoría. Ello lo convertiría como el más probable candidato a formar el futuro gobierno. Las agencias manejan importantes diferencias en sus previsiones de la cantidad de diputados que eventualmente puedan lograr los partidos participantes. Ello provoca que no se consiga apostar a la exactitud de esos pronósticos, en particular porque todos dan un 25% de votantes indecisos que podrían influir en los resultados finales. También porque las diferencias entre los encuestados telefónicamente y aquellos que contestaron cuestionarios por internet o dieron sus preferencias en las redes sociales que abrieron los candidatos, son muy grandes y es imposible predecir quienes dicen la verdad y quienes cambiarán sus predilecciones a último momento.
La información recogida indica que el Likud pierde el terreno que según los mismos expertos había logrado hace pocas semanas, pero, que no se ve amenazado por el partido laborista Avodá que lleva a la cabeza a la periodista Shelly Yajimovitch, o Hatnuá –el movimiento- de Tzipi Livni que perdiera el liderato del partido Kadima creado por el ex primer ministro Ariel Sharon. Tampoco el partido Yesh Atid, -hay futuro-, que conduce el periodista Yair Lapid que ha reunido a distintas personalidades que hasta ahora no militaban políticamente tiene mucho futuro, excepto en el nombre. Kadima que había obtenido más diputados que el Likud en las últimas elecciones, está en el límite de perder la posibilidad de elegir ni siquiera un solo parlamentario, lo que significaría su desaparición del mapa político. Su líder Shaul Mofaz, había fungido como viceprimer ministro y ministro sin cartera en mayo del año pasado, sentándose en el foro de los principales ministros y el gabinete de seguridad, pero renunció poco tiempo después de haber ingresado a la coalición que con su partido había sido la más grande de la historia israelí.
La única sorpresa la está dando por el momento, Naftali Benet, que ganó el liderato del partido Habait Haiehudí – el Hogar Judío, que apenas tuvo tres de los ciento veinte escaños del parlamento actual. Benet es hijo de inmigrantes estadounidenses cuya familia vivió por varias generaciones en la Bahía de San Francisco y que después de la Guerra de los Seis Días en 1967, llegó a Israel para tomarse largas vacaciones que se convirtieron en residencia permanente. Su lista parece haber dado nueva vida a la alicaída lista de sionistas religiosos cuyos adherentes normalmente reparten sus votos entre otros partidos. Hay encuestas que incluso le adjudican a su mini coalición religiosa sionista la segunda minoría.
El partido Shas que sigue los dictados de quien fuera el rabino principal sefardí de Israel, Ovadia Yosef y que reúne fundamentalmente a un público cuyos padres llegaron a Israel desde los países árabes de Asia y del norte de África, recuperó a Arie Deri uno de sus creadores, pero, este político no ha aportado nuevas fuerzas para su sector.
La ultra ortodoxia askenazí se presenta a las elecciones dividida como nunca antes en la por sus luchas internas lo que podría contribuir a que sus miembros no mantengan su tradicional disciplina de ir masivamente a los comicios. El partido Judaísmo Unido de la Torá -una lista compuesta por Deguel Hatorá y Agudat Israel- puede sufrir incluso una disminución en su representatividad que no ha cambiado grandemente pese al crecimiento vegetativo de ese sector.
Los partidos árabes israelíes Balad, Ta’al, y la Lista Árabe Unida, tienen un público cautivo que si se motivara más podría hacer crecer su parte del parlamento que roza el 10% de sus integrantes.
El partido Meretz, que se auto titula la única verdadera izquierda sionista, ha prometido que no se incorporará bajo ninguna circunstancia al futuro gobierno si éste se formara encabezado por Netanyahu, no ha logrado afiliar activamente a los jóvenes y muy probablemente repita su misma presencia en el próximo parlamento.
Queda por enumerar una lista de pequeñas agrupaciones políticas que van desde Am Shalem –el pueblo entero-, que encabeza el rabino Jaim Amsalem, un desertor del partido Shas, el partido Ale Iarok –hoja verde- que pide la legalización de la marihuana, y otras agrupaciones que surgen como hongos después de la lluvia y que desaparecen después de las elecciones y que nadie piensa que podrán pasar el mínimo porcentaje fijado por la ley para obtener un diputado.
Es importante hacer notar que los líderes de tres partidos de centro izquierda fracasaron en el intento de formar un frente para actuar unidos después de las elecciones y ser una alternativa para el gobierno de Netanyahu. Sus luchas intestinas son más fuertes que sus posibilidades de ganar más poder y a medida que pasan los días parece que pierden adictos cansados por las maniobras de sus dirigentes para lograr obtener algún voto que fortuitamente podría pertenecer a otro partido del mismo ideario. Ello se debe más a sus dificultades y sus debilidades, que a la indudable capacidad de malabarismo político de Benjamín Netanyahu.
Lo más destacado de las campañas electorales son los programas satíricos de la televisión israelí que no perdonan a ninguno de los candidatos y cuyos libretistas descubren los puntos flojos y las contradicciones de los políticos y de sus asesores de campaña que son los verdaderos protagonistas de las elecciones que se llevan a cabo en tiempos de los medios digitales.
El otro protagonista es el clima tormentoso que asuela todo el territorio israelí en estos días, las inundaciones de carreteras, la probabilidad de nieve en las ciudades, que impide que los centenares de candidatos puedan asistir a las reuniones programadas e incluso a las radioemisoras y estudios de televisión.
La técnica aún no encontró solución a las inclemencias del tiempo.
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