
El último le pega al primero: Santos 2-1 León
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de octubre (Quadratín México).- Ya lo dijo desde tierras lejanísimas su Majestad Don Juan Carlos: en España dan ganas de llorar, todo son penas. La razón le asiste al Rey, porque esta tarde, uno de sus paisanos, valenciano para ser preciso, acabó por demostrar, con su reaparición en el festejo inaugural de la temporada grande de la Plaza de Toros México, que su estrella se opaca. Hasta ganas dan de llorar.
A Enrique Ponce, la figura más importante del cartel que presentó la empresa de Rafael Herrerías, que sigue apostando al éxito a partir de una fórmula basada en la preeminencia de extranjeros, la suerte pareciera voltearle la espalda hasta cuando la montera le cae boca arriba. Y cuando quiso recuperar terreno, con un toro de regalo, el séptimo, anovillado y abucheado por raquítico, el respetable le dio la espalda, abandonando los tendidos y llenándole de cojines el ruedo. Vaya trato para este consentido español en una tarde de perros.
En la apertura de este serial, que tuvo un lleno de más de tres cuartos, el torero de Chiva, enfrentó a su primero, Artista, un sardo bragado de 531 kilos, sin arranque ni alegría. En tablas, una tanda de verónicas y otra más de chicuelinas, sin demasiada emoción ni coraje. Lo celebran quienes lo siguen, que quedó claro no es la mayoría. Fiel a su estilo, de lidiar distante, sin arriesgar mucho el terno, el animal se le ahogó aunque el diestro insiste en lo que sabe no hay. Mata, pero no convence. Algo similar le ocurre con su segundo, Siempre alegre, animal disperso, siempre en busca de las tabla Lo más destacado viene cuando, al pretender despacharlo, pincha en cinco ocasiones, cinco, sin que el juez de plaza, tan complaciente como suele ser con los foráneos, lo incomode ni con la nota de un aviso de trompeta.
Diego Silveti salió al ruedo con el puñal entre los dientes. A Bonachón, su primero, lo recibe con una tanda de verónicas en el centro de ruedo. Dispuesto a llevarse la tarde, se empeña ahora con una vistosa tanda de gaoneras que dejan claro una técnica más depurada, mayor precisión y temple en sus pases. Por derechazos el toro responde, metido en el juego del engaño de la multa.
El burel vende cara su muerte, al no resignarse a la fijeza. Cuando cae la espada, certera pero pasada, el animal comienza a amorcillarse, y viene el descabello. Ha perdido la oreja, pero nadie le regatea mérito a una faena bien llevada. Aplausos para Bonachón, vuelta al ruedo para el matador, en medio de opiniones divididas. Con el segundo de su lote, de la ganadería de Xajay — de buena estampa pero cortos en el arranque–, Silveti se empeña llevándolo por la derecha, ahora una tanda de gaoneras rematadas con revolera, ahora los trincherazos. A pesar de esa técnica que mejora, su talón de Aquiles sigue estando en la estocada.
El otro diestro mexicano que demuestra mejoría en su técnica es Fermín Spínola. El capitalino disputa también el gusto del respetable, aunque con su primero, toro rápido, de buen embiste y bravura, lo mató sin haberle encontrado el ritmo. Al momento de despachar, una salida en falso lo desconcentra y lo pone al alcance del animal, que lo revuelca sin consecuencias. Con su segundo, se luce al momento de abanderillar.
Al inicio de este festejo, la urna con las cenizas de Mariano Ramos, el torero charro de La Viga, muerto no el ruedo, sino tocado por el cáncer, dieron la vuelta al ruedo, en medio de aplausos y del reconocimiento sincero de la afición.
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