Protección divina y terrenal
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Concretó así ayer su mensaje Andrés Manuel López Obrador por su tercer año de mandato constitucional:
“Amigas y amigos:
Todo lo alcanzado por el gobierno que encabezo es fruto del trabajo de muchos servidores públicos, muchos servidores públicos que quisiera yo tenerlos enfrente para agradecerles por su dedicación, por su entrega; servidores públicos honestos y comprometidos con resolver las demandas de nuestro pueblo.
Agradezco también el apoyo de ustedes mujeres, hombres, integrantes del gabinete, mujeres y hombres leales y solidarios, fraternos; pero, sobre todo, mi gratitud a la gente, al pueblo, al pueblo raso por su respaldo y su confianza.
Tengo muy claro que debemos atender a todos con respeto, sin dejar de ayudar a nadie, pero la preferencia se debe de seguir dando a los más pobres y necesitados, es decir, debemos seguir aplicando el criterio de que, por el bien de todos, primero los pobres, como lo escribí en la introducción de mi libro, de mi nuevo libro, que se llama precisamente A la mitad del camino.
Es tan importante lo logrado hasta ahora, en este periodo, que hasta podría dejar ahora mismo la Presidencia sin sentirme mal con mi consciencia, que es lo que estimo más importante en mi vida.
Reitero, es mucho lo realizado y sería muy difícil de dar marcha atrás a decisiones o acciones que se han tomado en bien del pueblo y de la nación.
¿Cómo podrían los conservadores, por ejemplo, quitar las pensiones a los adultos mayores?
¿Cómo podrían suprimir las becas a los estudiantes pobres?
¿Cómo volver al lujo, a las extravagancias en el ejercicio del gobierno?
¿Cómo regresar a la condonación de impuestos a las grandes corporaciones económicas o financieras?
¿Cómo retornar a la privatización depredadora de los bienes públicos?
¿Cómo lograrían que volviera a imperar la corrupción en nuestro país?
En fin. Un retroceso no sería cosa fácil.
Vamos bien y estoy seguro que la gente va a votar a finales de marzo del año próximo porque continúe mi periodo constitucional hasta finales de septiembre de 2024.
Desde luego, no sólo es esto lo único que necesito para cumplir mi misión.
Falta lo que diga la naturaleza, la ciencia y el Creador.
No podemos ser soberbios, pero, si tengo suerte y termino, creo que vamos a consumar la obra de transformación y no dejaremos ningún pendiente.
Cuando esté entregando la banda presidencial sólo diré a los cuatro vientos: misión cumplida, me voy a Palenque, les dejo mi corazón. Muchas gracias”.
Nosotros la consideramos como fecha epónima para recordar que la Patria es impecable y diamantina. Sí, de Ramón López Velarde.
Ramón Modesto López Velarde Berumen fue un poeta mexicano.
Su obra suele encontrarse en el modernismo literario. En México alcanzó una gran fama, y llegó a ser considerado «el poeta nacional».
Nació el 15 de junio de 1888, Jerez de García Salinas, Zacatecas. Y Murió el 19 de junio de 1921, en la Ciudad de México.
Su épica nos recuerda que también ganamos batallas.
Que no debemos olvidar cuando nuestros, entre comillas, políticos están enfrascados en una lucha desigual.
Es completo su poema, pero vale la pena repasarlo. Sobre todo, a los estudiantes de nuestro México y a los que presumen de intelectuales.
Yo que sólo canté de la exquisita
partitura del íntimo decoro,
alzo hoy la voz a la mitad del foro
a la manera del tenor que imita
la gutural modulación del bajo,
para cortar a la epopeya un gajo.
Navegaré por las olas civiles
con remos que no pesan, porque van
como los brazos del correo chuán
que remaba la Mancha con fusiles.
Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permite que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
El Niño Dios te escrituró un establo
y los veneros de petróleo el diablo.
Sobre tu Capital, cada hora vuela
ojerosa y pintada, en carretela;
y en tu provincia, del reloj en vela
que rondan los palomos colipavos,
las campanadas caen como centavos.
Patria: tu mutilado territorio
se viste de percal y de abalorio.
Suave Patria: tu casa todavía
es tan grande, que el tren va por la vía
como aguinaldo de juguetería.
Y en el barullo de las estaciones,
con tu mirada de mestiza, pones
la inmensidad sobre los corazones.
¿Quién, en la noche que asusta a la rana,
no miró, antes de saber del vicio,
del brazo de su novia, la galana
pólvora de los juegos de artificio?
Suave Patria: en tu tórrido festín
luces policromías de delfín,
y con tu pelo rubio se desposa
el alma, equilibrista chuparrosa,
y a tus dos trenzas de tabaco, sabe
ofrendar aguamiel toda mi briosa
raza de bailadores de jarabe.
Tu barro suena a plata, y en tu puño
su sonora miseria es alcancía;
y por las madrugadas del terruño,
el santo olor de la panadería.
Cuando nacemos, nos regalas notas,
después, un paraíso de compotas,
y luego te regalas toda entera
suave Patria, alacena y pajarera.
Al triste y al feliz dices que sí,
que en tu lengua de amor prueben de ti
la picadura del ajonjolí.
¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena
de deleites frenéticos nos llena!
Trueno de nuestras nubes, que nos baña
de locura, enloquece a la montaña,
requiebra a la mujer, sana al lunático,
incorpora a los muertos, pide el Viático,
y al fin derrumba las madererías
de Dios, sobre las tierras labrantías.
Trueno del temporal: oigo en tus quejas
crujir los esqueletos en parejas;
oigo lo que se fue, lo que aún no toco,
y la hora actual con su vientre de coco.
Y oigo en el brinco de tu ida y venida,
¡oh, trueno!, la ruleta de mi vida.
Cuauhtémoc
Joven abuelo: escúchame loarte,
único héroe a la altura del arte.
Anacrónicamente, absurdamente,
a tu nopal inclínase el rosal;
al idioma del blanco, tú lo imantas
y es surtidor de católica fuente
que, de responsos llena el victorial
zócalo de cenizas de tus plantas.
No como a César el rubor patricio
te cubre el rostro en medio del suplicio;
tu cabeza desnuda se nos queda
hemisféricamente, de moneda.
Moneda espiritual en que se fragua
todo lo que sufriste: la piragua prisionera,
al azoro de tus crías,
el sollozar de tus mitologías,
la Malinche, los ídolos a nado,
y por encima, haberte desatado
del pecho curvo de la emperatriz
como del pecho de una codorniz.
Suave Patria: tú vales por el río
de las virtudes de tu mujerío.
Tus hijas atraviesan como hadas,
o destilando un invisible alcohol,
vestidas con las redes de tu sol,
cruzan como botellas alambradas.
Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito;
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.
Inaccesible al deshonor, floreces;
creeré en ti mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno.
Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagros, como la lotería.
Tu imagen, el Palacio Nacional,
con tu misma grandeza y con tu igual
estatura de niño y de dedal.
Te dará, frente al hambre y el obús,
un higo San Felipe de Jesús.
Suave Patria, vendedora de chía:
quiero raptarte en la cuaresma opaca,
sobre un garañón, y con matraca,
y entre los tiros de la policía.
Tus entrañas no niegan un asilo
para el ave que el párvulo, sepulta, en
una caja de carretes de hilo,
y nuestra juventud, llorando, oculta
dentro de ti el cadáver hecho poma
de aves que hablan nuestro mismo idioma.
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja:
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope.
Por tu balcón de palmas bendecidas
el Domingo de Ramos, yo desfilo
lleno de sombra, porque tú trepidas.
Quieren morir tu ánima y tu estilo,
cual muriéndose van las cantadoras
que en las ferias, con el bravío pecho
empitonando la camisa, han hecho
la lujuria y el ritmo de las horas.
Patria, te doy de tu dicha la clave:
sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;
cincuenta veces es igual el ave
taladrada en el hilo del rosario,
y es más feliz que tú, Patria suave.
Sé igual y fiel; pupilas de abandono;
sedienta voz, la trigarante faja
en tus pechugas al vapor; y un trono
a la intemperie, cual una sonaja:
¡la carretera alegórica de paja!
No olvidemos que hace cien años nos vaticinó, lo que hoy vivimos.
Y hoy con la esperanza renacimos.