Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Antes que nada con gratitud compartimos lo que nos envían:
Don Jorge Herrera Valenzuela nos dice Don Carlos Ravelo Galindo, ya no hay duda mi fraternal amigo, colega y Decano de los Reporteros Diaristas y Columnistas Mexicanos, que soy un afortunado al cerrar el pandémico 2021 al incluirme en tus comentarios que ya han trascendido más allá.
EN LAS NUBES trascendió las barreras geográficas hasta las latitudes más lejanas de este hermoso México y reitero que así me ayudas a que conozcan mis comentarios periodísticos.
Gracias, porque esta despedida, 32 de diciembre de 2021, es muy estimulante para seguir en el tecleo, la lectura y compartir datos
interesantes de nuestras tradiciones.Atentamente tu amigo y colega”.
Al respecto tres consejos de una experta y filósofa escritora, doña Norma Vázquez Alanís de Aspiros:
En la niñez sé modesto, en la juventud templado, en la edad adulta justo y en la vejez prudente.
Solo hay un bien, el conocimiento, y un mal, la ignorancia.
Las mentes fuertes discuten ideas, las mentes promedio discuten eventos, las mentes débiles discuten sobre las personas.
Y nuestro comentario, sensato, comenzamos otro año, y no debemos olvidar que los niños, y los viejos, somos como un invierno con flores.
Las personas, sobre todo los niños, los adolescentes y los jóvenes, se dejan persuadir con mayor facilidad cuando ven un buen ejemplo, que cuando escuchan una palabra de corrección o una llamada al orden.
Hemos de ser muy benévolos y respetuosos con las personas, sin humillarlas. Ni avergonzarlas jamás. Ni mucho menos en público.
Cuántas veces un jóven llega a sufrir graves lesiones en su sicología y afectividad por una educación errada.
Y es un hecho que muchos hombres han quedado marcados con graves complejos , nunca superados, a causa de las humillaciones y atropellos que sufrieron en su infancia por parte de quienes ejercían la autoridad.
Hay que corregirnos, pero con prudencia, candor y gran amor.
Muchos viejos de todo el mundo esperan ansiosos en asilos o residencias, la visita de sus familiares, pero la triste realidad es que pocos aparecen.
Están ocupados o no tienen ganas de visitarlos y los abuelos o bisabuelos, pasan el tiempo decepcionados, tristes, amargados.
Es más, algunos se dan por vencidos y mueren:
(Enero y Febrero desviejadero). Dice el dicho, sabio. Pero triste.
Y a propósito vamos a compartir con ustedes la siguiente historia que es real.
En el asilo donde vivía se le conocía por “la viejilla chillona”.
A las enfermeras les deprimía atenderla mientras ella suspiraba y lloraba por horas viendo sin ver, una pared húmeda, que según la triste dama era su ventana.
En ocasiones murmuraba algo y tomaba el viejo lápiz que se mantenía sobre su buró y escribía en unas hojas arrugadas de papel.
Cuando murió, precisamente en el invierno, el personal del asilo, al asear su dormitorio, encontró una carta, de la cual transcribirá la poeta y escritora Rosa María Campos algunas líneas.
¿Qué piensan hijos, nietos, bisnietos cuando me ven?…
¿Que soy una vieja chillona arrugada, deprimida, de cuerpo flaco, encorvado y mirada distante, a quién la comida le cae por la comisura de los labios, y causa repulsión?
¿Es eso lo que piensan?….
¿Es eso lo que ven?….
Pues entonces abran los ojos, familia y también enfermeras: ¡ustedes no me ven!
Yo soy una niña de 10 años, con padre y madre, hermanos y hermanas, que me quieren.
Una chica de 16 con alas en los pies, que sueña con encontrar pronto el amor.
Una novia con 20, a la que el corazón le brinca.
Que con 25 ya tiene sus propios niños, a los que educa y da un hogar seguro.
Una mujer de 30, cuyos hijos crecen rápido, unidos con lazos que han de durar.
Con 40, mis jóvenes hijos han crecido y se han ido.
Pero mi marido está conmigo para que no se entristezca.
Con 50 vuelven los bebés en mi regazo.
70 años y días oscuros, mi marido ha muerto.
Miro al futuro y me estremezco.
Mis hijos tienen sus propios hijos.
Yo soy ahora una vieja. La naturaleza es terrible. Me río de mi edad como una idiota, mientras mi cuerpo se viene abajo. Gracia y fuerza se despiden.
Ahora solo queda una piedra, donde latía un corazón. Pero en esta vieja aún vive una mujer joven.
Me acuerdo de las alegrías, me acuerdo de las penas.
Y vivo y amo, todos los días. Pienso en los años que se fueron tan rápido. Así que abran los ojos, mírenme…. ¡Véame a MÍ!”
Esta conmovedora historia, motiva, para convertir su invierno en primavera.
Ahora que si se topan conmigo mucho se los agradeceré, pero a mí ya me adoptaron primavera, verano y otoño.
El invierno nos deja seguir bajo los noventa y dos años y es su reto.