La nueva naturaleza del episcopado mexicano
El brillo en la historia
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
La joven poeta y escritora María Fernanda Guillermo Casas, hija de
los empresarios Tere Casas de Guillermo y Pastor Guillermo, llegó a la
meta ayer del maratón, sana y salva. Buena puntuación. Y medalla
también.
Sus abuelos mi hermanita Marina y su esposo el contador Juan
Casas, desde Austin, Texas, nos enviaron el video que les llegó a ellos,
inmaculado: salida, descanso y llegada.
Sí, para la historia.
Salvo la mejor opinión del lector, coleccionar y documentar
objetos es uno de los pasatiempos más provechosos y agradables a
que podemos dedicarnos.
Así, por ejemplo, el Museo del Estanquillo en el Centro Histórico
de la Ciudad de México contiene las diversas colecciones del
intelectual Carlos Monsiváis (1938-2010), algunas de tipo popular y
todas muy atractivas y educativas. También “coleccionó” gatos, pero
esos tuvieron otro destino.
Y precisamente acerca de la capital del país, el coleccionista
Carlos Villasana tiene miles de fotografías y tarjetas postales
encontradas “dentro de cajitas entre las chácharas de algún tianguis”,
y cien de ellas fueron seleccionadas para el libro La ciudad que ya no
existe, publicado en este 2021 por la Editorial Planeta.
En Lecturas con pátina contiene el Libro con postales de tianguis
y muestra la ciudad que se fue del escritor José Antonio Aspiros
Villagómez
Hay urbes que sí existen todavía, y muy bellas como el París de
Haussmann, la Florencia del Renacimiento o la eterna Roma, y otras
como la Ciudad de México, sometida a partir del siglo XX a un sinfín
de a veces groseras adulteraciones que siempre tienen quien las
justifique, de las que ni siquiera su Centro Histórico ha escapado y por
las cuales a bastantes capitalinos se les volvió de repente una
metrópoli desconocida y hasta difícil.
De ahí el sentido del título de este libro que busca rescatar
imágenes donde el tiempo pasado se detiene, para conocer o recordar
cómo eran las calles, los edificios, los transportes, los comercios, las
modas, las costumbres, los paseos, la vida diaria, las casas y las
diversiones en las primeras seis o siete décadas de la centuria
anterior.
Sin pasar por alto el hecho de que no todos los mexicanos
conocen, nacieron o han vivido en la capital del país, o tal vez ni
tengan interés en ella, tampoco debe soslayarse su importancia
histórica, política, económica y cultural, y sus repercusiones en la vida
nacional.
La obra está salpicada con textos breves donde el divulgador de
la historia Alejandro Rosas explica o comenta el momento y el lugar de
la escena y aporta datos muchas veces desconocidos u olvidados.
Para nosotros ha resultado una grata experiencia recorrer
las páginas de La ciudad que ya no existe, porque en ellas está la urbe
de cuando menos seis generaciones de familiares nativos o residentes
que han visto en su momento una ciudad diferente en cada caso.
En su doble condición de capitalino y coleccionista de tarjetas
postales impresas y digitales, así como de muchos otros objetos, este
tecleador ha encontrado en el libro La ciudad que ya no existe los
lugares de su infancia como, por ejemplo, el edificio Ermita con su
antiguo y enorme anuncio del calzado Canadá (también hay una foto
de la residencia de la familia Mier que estuvo antes en ese lugar); el
portal de La Magdalena donde íbamos con mamá en diciembre a
comprar la piñata y el musgo y esferas para el Nacimiento, una
estampa de Chimalistac antes de que entubaran el río Magdalena, o
un desfile de carros alegóricos, suponemos que con motivo de la
primavera como los hubo en los años 40-50. Por cierto, en la imagen
pasan frente a la estatua de Cristóbal Colón, retirada hace un año y
para siempre, pero que se perpetúa en esta publicación.
Las de este libro no son las clásicas postales donde
vemos a Villa y Zapata en Sanborns, ni a Porfirio Díaz en sus
inauguraciones de obras, sino a la gente común cuando cruza la
avenida Insurgentes o camina por San Juan de Letrán (hoy Eje
Central), Plateros (Madero) o la Plaza de la Constitución.
Quién podría imaginar un Paseo de la Reforma visto de
poniente a oriente en la imagen, donde la edificación más alta en el
horizonte es el actual Monumento de la Revolución y con un campo de
futbol llanero donde ahora hay inmensas torres que no dejan ver más
allá. O recordar cuando la estatua del Caballito se encontraba frente a
la Lotería Nacional.
O aquella Librería de Cristal en la Alameda Central, que en 1946
el diario The New York Times consideró “la más bella del mundo” y, pese a ello, “sin justificación alguna fue destruida en la década de los
setenta”. Consideramos un privilegio haber alcanzado a recorrer sus
naves, hurgado en sus estantes y salido con buenas compras.
La obra muestra los edificios que hubo donde luego estuvieron la
Torre Latinoamericana, el Banco de México, la Lotería Nacional, la
Cancillería de Tlatelolco hoy centro cultural de la UNAM, el
Monumento a la Madre y otros puntos icónicos de esa gran ciudad
cuya metamorfosis no ha cesado con el rentable pretexto de la
modernidad.
Carlos Villasana dice que su tarea en esta edición “fue explorar
miles de imágenes hasta reunir esos sentimientos que nos hacen
recordar y disfrutar no sólo la Ciudad de México: también a nuestros
familiares y amigos”. Con fotografías de su colección han sido
ilustrados libros y otras publicaciones y se han montado exposiciones
dentro y fuera del país.
Habría que hacer un libro como este cada cierto tiempo,
donde toda la gente interesada en la memoria histórica tuviera las
escenas de épocas recientes. Por ejemplo, la avenida Juárez antes
del sismo de 1985, las inmensas salas de cine -recordamos ahora
algunos: Manacar, México, Roble, París, Paseo, Ermita y Continental-,
las arterias Xola cuando tenía palmeras y Río Mixcoac donde hubo
árboles, las colonias del poniente que fueron escindidas física y
socialmente por el anillo periférico.
Y también, los ejidos donde ahora están el Estado Azteca y la
zona de Coapa y Miramontes, el barrio de Xoco ya invadido por
enormes torres, las estaciones del ferrocarril a Cuernavaca, las
antiguas casonas del Paseo de la Reforma, una muy conocida
Tintorería Francesa sobre Insurgentes, la cementera La Tolteca
desplazada por conjuntos habitacionales, y hasta el palacete -hoy
centro cultural- de los presidentes en Los Pinos, más todo lo que usted
guste agregar.
Y hay que fotografiar también aquellos sitios amenazados
actualmente con su desaparición.
Obvio que no se refiere a las cámaras ni al ine.
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