Juego de ojos
Vestir al niño y comer tamales
La doctora, escritora, poeta, sicoterapeuta y hoy gran detective doña Rosa Chavez Cardenas, nos despejó una angustia al informarnos:
“Ya respondió Rusia –la escritora y poeta Rusia MacGregor González, explicamos.
“Hola mi querida Rosa. Ando mal. De hecho, estoy recluida en un lugar que se llama la casa de las lunas. Traigo una depresión con angustia que no he podido desechar.
No le he escrito a nadie. Es una pesadilla. Ya no hallo como salir de esto porque la depresión no se va y yo me siento fatal.
Por favor comunícaselo a Carlos con una disculpa de mi parte para todos. Tú la primera, porque no te lo había comentado. Ya te contaré más cuando este más tranquila.
Un fuerte abrazo mi querida, Rosa. Gracias por acordarse de mi.
Te pido de favor lo hagas extensivo a mi querido Carlos. Abrazo para los dos, con mucho cariño”.
Recibido. Gracias.
Luego de Justo Sierra, aclaramos, platicamos sobre la clásica festividad de la Candelaria.
Previamente el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México en el Diario Oficial de la Federación que edita la secretaría de Gobernación, y que nos proporciona el abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes, a quien lo agradecemos, nos instruye sobre Justo Sierra Méndez.
Oportuno hoy que la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional comienzan clases presenciales. No remotas.
Esta es su historia. Cultura para México.
Justo Sierra Méndez nació el 26 de enero de 1848 en el puerto de San Francisco de Campeche.
Poco después, el 2 de febrero, México suscribió con Estados Unidos el Tratado Guadalupe-Hidalgo, por el que concluyó la guerra en la cual nuestro país perdió más de la mitad de su territorio original.
Fue hijo de Justo Sierra O’Really y de Concepción Méndez Ibarra.
Realizó estudios primarios en el Colegio San Miguel de Estrada.
En 1857, se trasladó con su familia a Mérida, Yucatán.
En 1861, al morir su padre, doña Concepción decidió radicar con sus hijos en la Ciudad de México, donde el joven Justo, de 13 años, fue inscrito en el Colegio Liceo Franco Mexicano.
En 1863, Justo Sierra inició estudios de abogacía por el Colegio de San Ildefonso. Desde entonces empezó a combinar sus labores de estudiante con las de escritor y poeta.
A partir de 1868 participó en las reuniones literarias a las que asistía la élite cultural mexicana de la segunda mitad del siglo XIX, entre otros, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Manuel Payno, Vicente Riva Palacio e Ignacio Manuel Altamirano, éste último llegó a tener especial aprecio y admiración por Justo Sierra, debido a su talento y cultura.
Sierra obtuvo el título de abogado en 1871, y al año siguiente aceptó un puesto como secretario de una de las salas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
A partir de este momento, compartió este empleo con sus primeras experiencias docentes en el Conservatorio Nacional donde impartía clases de declamación.
También se dedicó al periodismo en el diario El Federalista, donde colaboró de 1872 a 1876.
También escribió en La Tribuna, periódico yucateco, y se dedicó a la creación literaria.
En 1877, Sierra inició formalmente su cátedra sobre historia y cronología en la Escuela Nacional Preparatoria, labor que lo perfiló como el maestro que dedicaría su talento al rubro de la educación nacional.
También escribió dos libros: Compendio de historia general, Compendio de historia de la Antigüedad y años después un Catecismo de historia patria.
A la par de su labor docente, continuó la colaboración con diversas revistas literarias como La Revista Nacional y la Revista Azul.
En 1900 fue publicada una de sus obras más importantes: México: su evolución social, en la que propuso una visión evolucionista de la historia de México.
A Sierra le correspondió coordinar la obra, pero también redactó la parte de la evolución política.
En 1901, Sierra realizó un viaje a Europa, a los 53 años, y a su regreso inició su ascenso como el gran educador que conocemos.
Fue nombrado subsecretario de Instrucción Pública. En aquellos años, el ramo de la educación formaba parte de la Secretaría de Justicia.
Cuando fue designado para este cargo, era un profundo conocedor de la materia.
En 1870 había escrito y reflexionado sobre la Escuela Nacional Preparatoria, sobre su plan de estudios y sobre el positivismo.
En 1881, como diputado al Congreso de la Unión, propuso sin éxito, la creación de la Universidad Nacional.
Al ser designado subsecretario de Instrucción Pública, se dedicó a crear y fortalecer el sistema de educación pública, creando el Consejo Superior de Educación Pública.
En 1900 y 1904 fue ministro de la Suprema Corte de Justicia.
En 1906, Sierra publicó Juárez, su obra y su tiempo, una de las mejores biografías que se han escrito sobre el presidente Benito Juárez.
En 1905, Porfirio Díaz autorizó a Justo Sierra la creación de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes.
Con ello, por primera vez en la historia de México, se decidió declarar a la educación como una prioridad nacional al crear una secretaría especializada y encargada de atender la educación en todos sus niveles.
Sierra realizó una reforma completa de la educación, desde el nivel básico hasta el superior, incluyendo la creación de la Universidad Nacional, institución que abrió sus puertas el 22 de septiembre de 1910, a 58 días del estallido de la revolución maderista.
Tras el derrocamiento del gobierno porfirista, Sierra renunció al ministerio de Educación.
El presidente Francisco I. Madero nombró a Sierra como ministro plenipotenciario de México en España.
Falleció en Madrid, el 13 de septiembre de 1912. Fue trasladado a México con grandes honores y se le inhumó en el Panteón Francés.
En el centenario de su nacimiento, en 1948, fue declarado Maestro de América por la UNAM y otras universidades latinoamericanas.
Se editaron sus obras completas en 15 tomos y sus restos mortales fueron trasladados a la actual Rotonda de las Personas Ilustres.
El 26 de mayo de 1999, su nombre fue inscrito en letras de oro en el muro de honor del Palacio Legislativo. En 2012 se conmemoró el centenario de su fallecimiento.
En 2022 será recordado con motivo de su 110 aniversario luctuoso.
Día de fiesta y solemne para la Nación. La Bandera Nacional deberá izarse a toda asta.
Y ahora:
Sobre vestir al niño y comer tamales la Universidad Nacional Autónoma de México y el Reforma, nos lo explican:
“Candela y tamales son el cimiento de una tradición mestiza que nos reúne en torno a la mesa.
Según el cronista Fray Bernardino de Sahagún, la fiesta católica celebrada por la presentación del Niño Jesús en el templo se cruzó con la del nacimiento del sol, marcada en el calendario azteca el 12 de febrero.
“De algún modo, ambos festejos se fusionaron en uno relacionado con el fuego: las candelas o velas de la Virgen de la Candelaria y el nacimiento del Sol de los indígenas, que además coincide con el inicio de temporada de siembra”, detalla la Fundación UNAM.
Tláloc, Chalchiuhtlicue y Quetzalcóatl eran homenajeados con ofrendas a base de maíz. De acuerdo con la investigadora Gisela von Wobeser, el inicio de la tradición de comer tamales el 2 de febrero es incierto, pero se cree que deriva de ese sincretismo prehispánico y del simbolismo del maíz.
Según el Popol Vuh, el hombre fue creado de maíz. De ahí que esos envueltos de masa y el nacimiento de un niño guarden una estrecha relación, que se evidencia el Día de la Candelaria.
Los padrinos, a quienes les salió niño en la Rosca de Reyes, ofrendan a sus invitados diferentes versiones de esta preparación cuyo nombre en náhuatl -tamalli- significa envuelto. Y es así como se preserva una tradición que sincretiza creencias prehispánicas y católicas.
Variedades de tamales existen tantas como regiones y poblados en la República Mexicana. Según registra la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, hay entre 3 y 4 mil derivaciones de 500 recetas base.
En su “Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana”, Ricardo Muñoz Zurita documenta 378 variedades, 340 de las cuales son de maíz, y otras, como el mextlapique, de semillas molidas de mezquite; el michtamal, de pescado, y el nacapitú, relleno de frijoles pataxetes.
Es en la milpa donde se origina la mayoría de los ingredientes – maíz, frijol, chile y jitomate– que dan forma, sabor y color a nuestros tamales.
La masa puede ir batida con manteca, mantequilla, tequesquite, polvo para hornear, sal, azúcar, caldos, agua, adobos o ingredientes regionales. Envuelta en hojas de elote, maíz, plátano, aguacate, papatla chaya, acelga… Los rellenos, desde guisos y carnes hasta vegetales y quelites, podrían llenar un tomo entero.
Y para acompañarlos en la mesa, un buen atole champurrado, debemos contribuir también, quienes encontramos el muñeco.