Escenario político
Lágrimas de mujer
Empezamos con esta fecha para la mujer, que debería ser diaria. Y más cuando nuestra sangre lo confirma.
Les platico antes que nada que nuestra nieta Ximena Guadalupe Ravelo Barba de Rafael Puerto Reyes, su esposo con quien vive en Mérida, Yucatán, vino a México.
Por varias razones.
La más trascendente recoger su maestría de administración que le otorgó la Universidad Iberoamericana –jesuita—en donde fue profesora en la materia.
Previamente en la Universidad Anáhuac –Legionarios de Cristo—se tituló como licenciada en pedagogía.
Y visitar a sus padres y a su abuelo. Para darnos la sorpresa.
Ella tiene reconocimientos de universidades de España, Africa y Estados Unidos.
Esta comida, en casa nos hizo también tener lágrimas, como la mujer.
Recordarnos y compartimos una leyenda hermosa, así como una lección de vida que vale la pena aprender.
La historia comienza cuando un niño intenta averiguar por qué su madre llora.
Si tú también quieres saberlo siguenos, te hará pensar…
-Un chico pregunta a su Madre:
”¿por que lloras?
Porque soy mujer. Responde ella.
Después el chico pregunta a su padre: “¿Por qué llora mama?”
“Porque las mujeres a veces lloran sin razón, responde el.
Cuando ya es adolescente, pregunta a Dios:
“¿Por que las mujeres lloran tan fácilmente?”
Y Dios responde “La mujer es especial.
” Sus hombros sostienen el mundo.”
“Por eso le otorgue a ella el don de dar vida.
Y la bondad de perdonar el rechazo que a menudo los hijos dan.”
“ Ella nunca se rinde y cuida siempre de su familia. Y a pesar de la fatiga.”
“Ella apoya a su esposo en los malos momentos. Y permanece a su lado.
“Y por ultimo le di la capacidad de llorar para aliviarse de cualquier preocupación que necesite aliviar.”
“Ves, la belleza de la mujer no reside en sus ropas, en su cara, ni en su pelo”.
Su belleza se halla en sus ojos. Que son la puerta al corazón. Donde reside el amor.”
Nosotros, en este día y siempre damos las gracias a todas las mujeres por su fortaleza y en especial a Bety que lo demostró 64 años, sin fatiga.
Nos acabamos de enterar que si este día dedicado a la mujer, fue por compasión o indiferencia, como nos pregunta doña Gaby Vargas.
Y lo ilustra, como sabiamente lo escribe.
En un zoológico del estado de Washington, a un cuidador le tocó presenciar que un pajarito recién nacido se estrellaba en la jaula de los chimpancés.
Uno de ellos lo tomó con cuidado y en lugar de comérselo de botana, tal como esperaba el cuidador, lo acunó en la mano y lo observó con aparente fascinación.
Los otros chimpancés lo rodearon y se lo pasaron de mano en mano con todo cuidado. El último de ellos volteó hacia al sorprendido cuidador para entregárselo.
Como a los chimpancés, nada nos toca más las fibras del corazón que presenciar la pena que otros experimentan.
En nuestra naturaleza está ayudar cuando notamos el sufrimiento de un amigo o extraño.
Sin embargo, la prolongada pandemia que vivimos ha elevado de manera considerable los niveles de estrés mental, emocional y físico.
Las personas reportan sentirse menos tolerantes y tener la mecha de la irritabilidad y el enojo más corta.
Tristemente podemos ver las noticias que antes encogían el alma con el síndrome de “la sopa de rana”, el cual consiste en no notar que la temperatura se ha elevado paulatinamente hasta ser mortal.
Nietzsche decía que hay más mal en el mundo por la tolerancia que por la intolerancia.
Por si fuera poco, a la insensibilidad pandémica se agrega el temor –o, podríamos decir, pavor– y la incertidumbre que el conflicto entre Rusia y Ucrania provoca en todos los habitantes del planeta.
“¿Otra vez?”, nos cuestionamos incrédulos ante las noticias, como si las terribles guerras mundiales no hubieran sido suficientes para aprender la lección.
Me pregunto, ¿a nivel mundial podrán la incertidumbre, el estrés y la ansiedad crear a la larga un daño mayor que el mismo virus o la guerra?, ¿podemos elegir no ser parte de esa erosión social que drena nuestra energía y afecta nuestro ánimo, mente, trabajo y relaciones?, ¿podrá la indiferencia poseernos?
Es un hecho que frente a la adversidad o el caos en lo macro, somos impotentes; sin embargo, sí podemos hacer algo en lo individual.
Cultivar la resiliencia, trabajar en centrarnos y permanecer serenos.
Todos hemos comprobado alguna vez que cuando ubicamos la atención en las periferias, reaccionamos; lo que empeora cualquier situación, pues respondemos desde la agresión, la angustia o la ausencia, cualidades que también forman parte de nuestra naturaleza.
La resiliencia ante la adversidad no llega sola, menos en los momentos en que el corazón se agita. Es algo que se tiene que trabajar de manera constante, forjarla con conciencia, a diario crear rutas neuronales para que el cerebro sepa distinguir el camino de la salvación cuando el incendio se presenta.
Piensa querido lector, querida lectora, en lo que a ti te centra. ¿Es hacer ejercicio, practicar yoga, meditar un rato por las mañanas, la respiración consciente, la oración, escuchar música, el contacto con la naturaleza, el silencio, escribir?
Todo esto está bien y requerimos más que nunca ponerlo en práctica, no sólo por nuestro bien, sino por el bien colectivo.
Otra manera para rescatarnos es la gentileza.
Sí, aquella que los chimpancés mostraron y que es un modo de compasión.
Pocas personas relacionan la gentileza con la felicidad. Actos simples como detener la puerta para que pase otra persona, ceder el paso, escuchar a alguien con atención, hace y nos hace el día más amable.
Hay quienes dicen que ser gentil es una forma de autoconservación.
De alguna manera fortalece las relaciones, agrupa, asegura la sobrevivencia propia y la de la sociedad. ¿No es acaso lo que más necesitamos en este momento?
La compasión, sin duda, cambia la mente y, de mente en mente, se cambia el mundo.
La compasión, sin duda, cambia la mente y así se cambia el mundo.
Y las lágrimas femeninas –y tambien masculinas—inundan los mares.