Corrupción: un país de cínicos
De pelo en pecho
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
El buen humor ayuda a romper las barreras de nuestra mente y ejercitarla. La creatividad y el humor son cosas idénticas. Ambos involucran la acción de asociar dos cosas que no tienen ninguna conexión y crean una relación entre ellas.
El siguiente es buen ejemplo: Un caballero recién jubilado entra en la oficina de la Seguridad Social para solicitar su nueva tarjeta. Después de esperar en la cola por un largo tiempo, llega al mostrador. La mujer de recepción le pide su credencial de INE para verificar su edad. Mira en los bolsillos y se da cuenta de que había olvidado la cartera en casa…»¿Voy a tener que ir a casa y volver ahora?», pregunta.
La mujer le pide: «desabróchese la camisa, por favor.» Así que abre él su camisa, y deja el pecho al descubierto con un montón de pelo plateado. Y ella le dice: «el vello cano en el pecho es una prueba concluyente para mí.» Y procede a procesar la solicitud del señor. Cuando llega a casa, el hombre le cuenta a su esposa con entusiasmo su experiencia en la oficina de la Seguridad Social. Ella le mira y le dice: «Debiste bajarte los pantalones, así también te hubiesen concedido la subvención por discapacidad.» No nos aguantamos las carcajadas.
Sí, la risa es buena para la salud. En la actualidad, son cada vez más las investigaciones que demuestran la veracidad de esta afirmación. La risa ha demostrado efectividad a la hora de aliviar dolores, prevenir enfermedades y mejorar. Ríete otra vez, es una recomendación sana: Una monja entra en un taxi, y nota que el apuesto conductor no deja de mirarla fijamente. Ella le pregunta qué tanto la mira. «Hermana tengo una pregunta para usted, pero no quiero ofenderle.» «Hijo mío, no puedes ofenderme, cuando ya eres mayor como yo, tienes la oportunidad de ver y escuchar casi todo en la vida. Nada que puedas decir me puede parecer ofensivo». «Bueno… lo cierto es que siempre he tenido la fantasía de que una monja me besara», dice el taxista «Veamos qué podemos hacer al respecto. En primer lugar debes estar soltero y en segundo, debes ser católico». «¡Sí, soy soltero y católico!», exclama el taxista muy emocionado. «OK» dice ella. Vaya a la izquierda en el siguiente callejón. En donde besa de manera apasionada al taxista. Pero cuando vuelven a la carretera, el taxista comienza a llorar. «Querido hijo, ¿por qué lloras ahora?», le pregunta. «Hermana, perdóneme, pero he pecado, le mentí. Estoy casado y soy judío», confiesa el taxista entre sollozos. «Yo también, mi nombre es Miguel, soy gay y voy a una fiesta de disfraces».