Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Al fin reporteros
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Antes una pregunta para calificar nuestro mal:
Cómo se califica, gripa o gripe.
Si es lo primero, estamos agripados.
Si lo segundo, estamos agri qué…
Inmediatamente algo sobre el secreto profesional, de otros reporteros, don José Antonio Aspiros Villagómez y Rusia Macgregor:
Él nos dice:
“Entiendo las razones y apoyo las gestiones del tema de hoy En las Nubes .Las veces que yo debí omitir mis fuentes, fue por asuntos tal vez tan menores que nunca hubo reclamos de nadie para nadie. Ahora es distinto el ambiente, pero creo que se necesitarán muchas precisiones en las leyes, con un lenguaje claro e irrebatible. (También en el tema de las calumnias y la difamación, pues con eso de que cualquiera que tenga acceso a redes sociales ya se siente «periodista» porque difunde cuanto se le ocurre o encuentra al paso (a veces de manera útil y valiosa) Habrá que definir quién sí lo es y quién no de manera profesional para saber a quién se le protege la secrecía de sus fuentes. Tal vez el texto adoptado para la Constitución de la Ciudad de México sirva como modelo. No lo conozco, pero lo voy a consultar en mis vacaciones. JAAV”. Y ella: Interesante y polémico tema. “Estoy de acuerdo con lo que comentas y con lo que dice José Antonio. Desafortunadamente, muchos de nuestros colegas, sin importar el medio en el que se desempeñen, confunden la Libertad de Expresión con el libertinaje. Gente como ustedes mi querido Carlos, ya existen pocos. Sabes bien que no soy afecta a las adulaciones. «Libres por la palabra Libre», dijo don Belisario Domínguez. RM”.
También acabamos de leer al colega Jorge Herrera Valenzuela que como buen reportero, de siempre, nos entera de la fragilidad de algunas autoridades. Y de la integridad del libro escrito por el también periodista Mario Campa Landeros. De sus textos, que transcribimos textuales, coincidimos en el primero. Del segundo, de hablar, incurriríamos en vituperio. A propósito del cincuentenario del dos de octubre, don Jorge describe y lo hace bien: El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, un ilustre desconocido en la política, militante del PRD y heredero, por escalafón, del cargo que ostenta, para hacerse notar pretende borrar lo imborrable en la historia de la Capital del País. El lunes pasado ordenó quitar las placas metálicas en cinco estaciones del Metro y en la Sala de Armas de la Ciudad Deportiva, porque en ellas estaban escrito el nombre de don Gustavo Díaz Ordaz, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos de México, relacionado con la obra cumbre del Sistema de Transporte Colectivo, el Metro, que empezó a dar servicio el 4 de septiembre de 1969. ¿El motivo?, “porque ya se cerró el ciclo”. ¡Ah!, el sujeto que dio la orden se apellida Amieva Gálvez, hijo de un español que desertó del ejército durante la Guerra Civil Española y en Mixquiahuala, Hidalgo, se convirtió en agricultor, luego de casarse con una respetable hidalguense.
Y después de este “reconocimiento” –ya piensan suprimir del santoral el nombre de Gustavo, publicamos nosotros—nos endulza el día con lo que intitula: CONOZCA A MAESTROS DEL PERIODISMO, así en mayúsculas. “Muy interesante el trabajo realizado por mi colega y fraternal amigo Mario Andrés Campa Landeros, para darnos a conocer a los “Verdaderos Maestros del Periodismo”, en un libro que a mí me trae gratos recuerdos porque la obra se inicia con una crónica en torno a otro extraodinario amigo, José Luis Becerra López, a quien conocí en 1951 en el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana; entonces él era director de su revista Minuto. “Encuentro relatos referentes a Bertha Hidalgo de Gilabert +, a Carlos Ravelo Galindo, a Nacho Zúñiga González+, a Chava Estrada Castro, a Javier Álvarez González y a Manuel Mejido, entre otros maestros del diarismo informativo. De cada uno de ellos comentaré en el futuro, al igual que de Mario A. Campa, a quien felicito por dejar impresa la tarea ejecutada de quienes en el periodismo impreso, radiofónico y televisivo han hecho historia”. En respuesta a los tres solamente mil gracias por su delicadeza.