Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Perdimos el rumbo
Carlos Ravelo Galindo, afirma
A punto de superar un sistema que se significó por la corrupción, acompañada de la impunidad, es obligado repensar en el futuro político del país. ¿Perdimos el rumbo? se pregunta el escritor, poeta y periodista Octavio García. Y a su cuestión, nosotros lo afirmamos. A lo que nos responde: Habíamos visto que el poder real se vistió de igualdad política, se convirtió en una farsa; y la democracia emigró a las grandes empresas, a los detentadores del poder económico, la corrupción y la impunidad.
La democracia basura, básicamente, es un sistema que sirve para transferir el poder pacíficamente. El mundo vive un fascismo populista; aquél al que no se le derrotó con las ideas, sino con las armas en la última gran guerra.
México se ha salvado de pasar por una dictadura represiva en las últimas décadas como ha sucedido en el cono sur; a pesar de que las condiciones se dieron para que un régimen de mano dura pusiera orden en el país.
Con frecuencia se escuchan voces invocando la aplicación chilena con la llegada de Augusto Pinochet, que como primeras medidas para poner el orden en su país se buscó casa por casa, vehículo por vehículo y lugares diversos, armas que pudieran soliviantar la paz. Le siguieron Singapur, Turquía, y para allá va Brasil. El otro camino es continuar con los linchamientos, la justicia por propia mano, ante la ingobernabilidad de la sociedad mexicana. Nos regodeamos cuando vemos en los medios que un “justiciero anónimo” mató a un delincuente.
La inseguridad manejada por las élites de poder; apoyada por los cárteles de la droga, los paramilitares, las mafias colombianas, los maras y grupos centroamericanos, además de una policía corrupta, ha sellado las bocas de los ciudadanos que cada día temen más a la “justicia”.
Cuántos mexicanos, sottovoce, claman por una mano dura al estilo Pinochet, Franco o al mismísimo Padrecito Stalin, que ponga ya orden en el país. Podríamos regresar a 1933 cuando la sociedad alemana se lanzó a lo que creía su salvación frente a una crisis de crisis.
La solución la buscan en los hombres fuertes, los salvapatrias, las dictaduras escondidas tras la máscara de la democracia. A cambio de ello, proliferan los comentócratas y politólogos que espulgan en libros y discursos qué pasa con la democracia. Con el desclasamiento y la hipermodernización que nos ha llevado a la inestabilidad existencial que vivimos.
Nos harán disfrutar, excitados y felices de un mundo hiperconsumista. La industria del entretenimiento, el manejo de la información de las noticias, las invasiones de las redes sociales serán fundamentales en la nueva “democracia-fascista”.
La inteligencia artificial y otras nuevas tecnologías son la mayor amenaza para la democracia. Un mundo feliz, de Huxley o 1984, de Orwell se han hecho realidad antes de lo que esperábamos, y esto lo deben tomar en cuenta los estudiosos de la democracia moderna.
El fundamentalismo de la derecha crece con fuerza entre las gentes que hoy se sienten más inseguras.
La extrema derecha está volviendo a ser exitosa en su evocación de símbolos identitarios muy primitivos, muy elementales, de modo que lo que se produce es una fusión entre los símbolos identitarios propuestos por la extrema derecha y la fe política en una desigualdad programada, según ha declarado Jacques Rancière (75)
Nos esperan tiempos de fascismo moderno, por decir algo.
Vivir “democracias administradas” como la rusa de Vladimir Putin o la turca de Recep T. Erdogan; también la “dictadura constitucional” brasileña al estilo Bolsonaro; entre otras, apoyadas por clases medias formadas por propietarios de pequeñas o medianas empresas y profesionales independientes, además de la policía y las fuerzas armadas. Los ricos y los educados, en proporciones mayores, invocan la mano dura para regresar al “orden olvidado”, el mismo que llevó al poder a Donald Trump. ¿Y los pobres? Ellos también apuntalarán a un régimen duro, movilizados por el empeoramiento de la situación de seguridad pública.
El neoliberalismo no es hoy solamente un credo económico, sino también una forma de pensamiento global. Mientras, la extrema derecha simula encarnar al pueblo situándose estratégicamente por fuera del establishment de la clase política, declararía Ranciere.
El movimiento fascista de 2008 provocó la consolidación y el ascenso del nacionalpopulismo, una versión postmoderna y de momento light de los totalitarismos, como se le calificó.
La situación actual nos hace pensar en las élites de poder de los Estados Unidos a punto del colapso, eligiendo a nada más que un negro que cargara la papa caliente. Si salvaba al país, qué bueno; pero sí no…
En México, los del PriAn podrían eternizarse, pero, la situación en que han dejado al país no tienen más opción que entregar esa papa caliente a quien tanto ha deseado la Silla. Si saca al país de la presente crisis, pues qué bueno; si no…
La democracia que se espera tendrá que plantearse la necesidad de un pacto intergeneracional dentro de un nuevo contrato social. La crisis económica que dejan los sexenios del PriAn enfrentará a un amplio espectro de adultos mayores, muchos de ellos jubilados o pensionados; pero también a millones de jóvenes sin futuro, atrapados en contratos basura; sin contar el enorme número de ninis que aumenta.
Si el cambio que se avecina no canaliza políticamente los conflictos de casi una centuria de corrupción e impunidad, veremos la transformación sociopolítica del país hacia un régimen muy diferente al que hemos conocido.
Así lo dice. Y tiene razón.