El presupuesto es un laberinto
A ellos, también
Carlos Ravelo Galindo, afirma.
“Alguna vez le dije a mi madre que mi corazón era una especie de condominio donde residían mis afectos por la familia y las amistades. Y si alguno de ellos ya no estuviera, habría sido porque se salió por su propia cuenta y riesgo. Saludos. José Antonio Aspiros Villagómez”.
Esta reflexión nos invitó hablar, vaya escribir, de la mamá y el papá. No hay que olvidarlos, nunca.
A ellos, a los dos, los recordamos con cariño y mayor respeto.
Este agradable mensaje de un hijo, acabamos de leer: “Gracias papá:
Por estar en primer día y contagiarme tu alegría.
Porque a mamá la comprendiste algunas noches, sé que no dormiste.
Papá no dormiste, papá, por ser caballo en nuestros juegos. Porque pisaste varios legos por tu apoyo en el beis, karate, piano. Y al futbol viniste, papá. Siempre fuiste papá, porque me ayudaste con estudios y deberes, me enseñaste todo lo que se de las mujeres. Bueno, casi todo. Financiarme mucho, ser mi chofer sin pereza. Fuiste tú quien me invito la primera cerveza. Eres guía, eres amigo. Y aunque casi nunca te lo digo: Gracias papá. Gracias papá por enseñarme a ser valiente, generoso con la gente y aunque todo se vea terrible saber que con amor todo es posible”.
Pusimos al varón por delante, como al burrito, con perdón, para que no se espante.
Y esto es para la mujer que nos dio a luz:
“Te quiero, mamá
Madre no hay más que una… y no hay nada más cierto.
Porque ser madre significa algo más que poder dar a luz. Se trata de la persona de la que más amor incondicional vas a recibir, seas como seas y hagas lo que hagas.
Como en la maternidad de María, nunca está de más dedicarles algo hermoso y dulce a todas las madres del mundo, a las que tanto tenemos que agradecer.
Tus brazos siempre estaban ahí cuando necesitaba un abrazo. Tu corazón siempre me entendió cuando necesitaba una amiga.
Tus dulces ojos fueron severos cuando necesitaba una lección. Tu fuerza y amor me han guiado y me han dado alas para volar.
Por todas las veces que olvide agradecerte.
Por todas las pequeñas cosas especiales que haces, por todas las palabras que a veces no se dicen, necesito decir:
”Te quiero mamá”.
Te quiero porque lo dejas todo por escucharme.
Te quiero por todo tu apoyo a lo largo de los años.
Te quiero por enseñarme el significado de lo que es bueno, por mis triunfos y mis lágrimas.
Por todo esto, querida madre, quiero decirte que no he olvidado nada de lo que hecho, y cada día que pasa, significas más para mí. Y nos permite incursionar en el fascinante secreto para vivir con alegría.
Por supuesto que todos tenemos un punto de vista personal sobre la vida. Muchos no la elegimos, sólo seguimos nuestros sentimientos e instintos, y nos dejamos llevar por las circunstancias, que muchas veces nos someten. Otros decidimos elegirla, y seguir nuestra filosofía de vida y nuestras metas”. Gracias a María Teresa Galindo y a Guillermo Ravelo. Ayer, hoy y siempre. [email protected]