El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La radiografía de una gitana
Carlos Ravelo Galindo, afirma.
Por supuesto que vale la pena leer y releer lo que escriben nuestros colegas. No sólo nos instruyen. Sino recuerdan hechos de nuestro entorno. De diarios y diaristas.
Por ejemplo Jorge Herrera Valenzuela nos proporciona un dato muy importante que muchos ignoran.
Rafael Alducin Bedoya entra a la historia por ser fundador del diario Excélsior que el 18 de marzo de 1917 aparece el primer ejemplar del El Periódico de la Vida Nacional, dirigido por el joven poblano.
Sus visitas frecuentes al diario El Imparcial, fundado y dirigido por Rafael Reyes Espíndola, le despertó interés para ingresar a las filas del periodismo, como empresario.
El también fundador de Revista de Revistas y de Jueves de Excélsior entrevistó al dictador Benito Mussolini, líder del Partido Nacional Fascista y proclamado Duce de la República Social Italiana, allá por 1922.
Alducin, originario de San Andrés Chalchicomula, Puebla, con el apoyo del secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, es el autor del Día de las Madres, que los mexicanos celebramos el 10 de mayo.
Excélsior tuvo grandes reporteros y excelentes ejecutivos, entre ellos Rodrigo de Llano, Gilberto Figueroa, Manuel Becerra Acosta, Víctor Manuel Velarde, Armando Rivas Torres, Alberto Ramírez de Aguilar, Carlos Denegri, Julio Scherer y Regino Díaz Redondo. Ya todos extintos.
En el gremio se considera, por ellos, la época de oro del diario.
En su novela-reportaje Radiografía de una gitana, a través de un personaje ficticio el periodista Octavio Raziel García Abrego recuerda el accidente aéreo en Poza Rica donde diversos reporteros y fotógrafos perdieron la vida en enero de 1970. Cubrían la gira del candidato presidencial, del PRI, Luis Echeverría Alvarez
Y claro el historiador José Antonio Aspiros Villagómez, lo comparte. Como nosotros ayer.
Relata el disgusto del entonces director del diario El Nacional, Alejandro Carrillo, aunque en la novela no los identifica, cuando supo que sus enviados a la campaña presidencial del candidato Luis Echeverría -el propio Raziel (Alberto, en la novela) y Rafael Sánchez-, no habían fallecido porque perdieron el vuelo como, agregamos ahora, nos sucedió a varios más por diversos motivos.
Así menciona Octavio Raziel García Ábrego la escena del velorio de las víctimas en su Radiografía de una gitana:
Los flashazos de las cámaras fotográficas y el paneo de las cámaras de televisión, henchían el pecho del director del diario donde “había” laborado Alberto. Sin embargo, discretamente, un guardia del Estado Mayor se le acercó respetuosamente para indicarle que tenía que abandonar esa área, con el consecuente disgusto del invasor.
“¡Que nuestro periódico no tuvo muerto!”, se oyó un grito en el piso más alto del diario. El director echaba lumbre y convocaba a su oficina a toda su plana mayor para discutir la medida correctiva que se les aplicaría al par de irresponsables.
“Están despedidos, no quiero saber nada de ellos, nunca jamás”, gritaba.
Don Salvador, el líder sindical, hizo recapacitar al funcionario y lo convenció de que una suspensión de diez días hábiles sería suficiente. Sobre todo, despedirlos -dijo- políticamente dañaría su imagen frente a los demás medios y sobre todo, ante el gobierno federal.
Así, todo quedó en una terrible cruda física, moral y diez días laborales fuera del periódico.
Extraños caminos escoge el destino para marcar nuestra vida.
Esos “extraños caminos” a que se refiere el episodio novelado, fueron los que determinaron “el destino” del único superviviente del avionazo, el entonces joven periodista (22 años) Jesús Kramsky Steinpreis, enviado por El Heraldo de México. Sufrió fracturas que le dejaron dolorosas secuelas y, como resume el libro de Raziel, “marcaron su vida” y falleció casi medio siglo después, el pasado 1 de agosto.
Chucho Kramsky, como lo conocíamos, había ingresado como reportero a El Heraldo apenas el año anterior al avionazo y fue asignado a cubrir parte de la segunda etapa de la campaña de Echeverría, en relevo, junto con otros compañeros, de quienes estuvimos en el inicio.
Habíamos ido a Puebla y Tlaxcala, luego hubo unos días con actos en la Ciudad de México y seguía Veracruz a partir del domingo 25 de enero de 1970. Para hacer el viaje desde la capital del país, los periodistas fueron distribuidos en dos aviones y uno de ellos fue el que se accidentó en el cerro del Mesón, cerca de Poza Rica.
Todos sus ocupantes fallecieron con excepción de Jesús, a quien volvimos a ver cuándo, llevado en una camilla en un aniversario del suceso, visitó la redacción del periódico “El Heraldo”.