Descomplicado
Dice ser un poco mamón
Antes recordemos una frase del compadre Raúl Basurto Morales, que vive plácidamente en la Paz, Baja California, a sus 96 años, bien vividos:
“Ya dijiste mamón blando. Qué dirá bizcocho duro”.
Es de hecho una síntesis obvia. Sobre el pobre y el rico. Del que nos habla un poeta.
“La vida de nuestras clases superiores es gris y como envuelta en crepúsculos, la del pueblo, la de los obreros y campesinos es una noche negra formada de ignorancia, de pobreza y de toda suerte de prejuicios.”
Nosotros no discrepamos en la opinión de los amigos. El se califica como un poco mamón. Y da somera explicación que, en verdad cautiva.
Octavio Raziel, la interpreta como Pigmentocracia. En el México de hoy, las diferencias sociales se han acrecentado con palabras que generan odio y rencor basado en el color de la piel entre nuestros connacionales.
Por un lado, los prietos, indios, nacos o proles; esto es, el infelizaje.
Mientras, en la otra cancha están los fifís, los pipirisnais, los fresas o como decían las abuelitas: los “caca grande”.
Y sigue:
A los cinco años uno recibe información que se queda indeleble en la mente. A esa edad vivía con la abuela, caciquilla de uno de los cientos y cientos de municipios que tiene Oaxaca, en este caso, en la zona mixteca.
Por alguna razón, o costumbre, me asignaron a un niño como attaché, esto es, asistente en no sé qué. Yo era muy blanco y mi cabello castaño; él muy prietillo, con los pelos parados y sin hablar casi el castiza. Recibió la primera admonición de mi abuela: Acuérdate, debes de respetar y obedecer en todo al amito.
Lo del amito se me quedó prendido y creo fue una de las razones por la que soy –dicen– un poco mamón.
El clasismo y el racismo en México, vienen desde hace mucho tiempo; tomó carta de naturalización con la llegada de los españoles que traían una enorme lista de castas que incluían desde el virrey y los peninsulares hasta el saltapatrás, criollos, mestizos y mulatos.
Pero no para esa honda división para los gringos güeros, o para muchos ex mexicanos que se sienten hijos de Trump; hay dos tipos de visitantes en el país del norte (legales o ilegales) Los Whitexicans y los Mexbrowns
En México subsiste la antigua casta divina, poseedora de bancos y riqueza. Las 300 familias dueñas de este país desde siempre; también los empresarios, inversionistas, altos funcionarios corruptos hasta la médula, sin faltar los ‘mirreyes’, como el niño Salinas de Gortari que terminó en extraña secta. Ellos representan apenas el 4.7 por ciento de la población del país. Nunca tan pocos hicieron tanto daño a tantos muchos.
Los whitexicans no conocen la realidad del país; viven en una esfera que les aísla de un pueblo que no sabe que existe. Se ha dicho que “presumen de sus privilegios, ya sean económicos, profesionales o educativos, además de discriminar a aquellos que no pertenecen a su círculo”,
Así, las jerarquías sociales dependen del color de la piel. Las escuelas básicas oficiales (primaria, secundaria y bachillerato) ya no reprueban a los alumnos; sería ocupar una banca destinada a otro niño o joven que se preparará sólo para ser obrero, empleado o integrado al mercado informal. Con saber las tablas y a decir “si señor”, es suficiente.
Los anuncios de todo tipo, muestran a hombres y mujeres, y también a niños, blanquitos; inclusive cuando están en la playa.
Las televisoras bombardean a las mujeres con prototipos de féminas blancas o rubias, arquetipos de la belleza sajona. Son ejemplos a seguir por nuestra raza de bronce. Como en la película Angelitos Negros, serían capaces de embarrarse la cara con harina para poder colarse a los puestos de dirección.
Me veo en el espejo para que ese testigo imparcial de azogue y cristal me ubique en la cromografía de los mexicanos.
White, definitivamente no, Brown, tampoco. Soy de tez apiñonada. Un estudio de ADN me dijo que tengo sangre ibera, celta y sefardí, lo cual me confirma como “amito”.
Tiene razón don Octavio. No es mamón. Sino mamón y medio.