Andy empezó a operar/Víctor Sánchez Baños
Carlos Denegri, la verdad en letras.
Carlos Ravelo Galindo
La novela El vendedor de silencio de Enrique Serna, que mezcla libremente personajes y situaciones ficticios con hechos de la vida real, reconstruye la vida de un periodista que hizo y deshizo reputaciones durante cuatro décadas.
Vivió pleno, admirado, temido, envidiado, aborrecido, respetado, hasta el último día de su existencia, el 31 de diciembre de 1969, muerto a tiros por la última de sus mujeres. A quien su hostil conducta de alcohólico la obligó hacerlo.
Nadie, salvo a sus espaldas, se atrevió enfrentarlo.
En la leyenda se utiliza su nombre, la profesión del comunicador, para hablar de que los corruptos, ayer, hoy y siempre, seguirán incrustados en el gobierno, en la iniciativa privada, en los medios de comunicación y en los que escriben.
Sobre todo los que se persignan al oír su nombre. Pero tratan de imitarlo, infructuosamente.
Estamos seguros que es una gran alabanza al súper reportero Carlos Denegri, al que conocimos y admiramos en el Excélsior de don Rodrigo de Llano.
El hombre que creó un imperio de información. Formó un ejército de buenos reporteros. Aún viven muchos.
Escribía tres columnas diarias. En Excélsior, y en la primera y segunda ediciones de Ultimas Noticias. Amén de sus crónicas.
Y los domingos con Rafael Freyre la columna Ric y Rac. Además de Miscelánea Denegri. Y Miscelanea de la República.
Con defectos como todos los que disfrutan del aplauso de buenos, malos y re malos.
Dominaba el castellano, el inglés, el alemán, el francés.
Y supo ganarse el respeto de todos, incluso de los que lo odiaban por su forma de trabajar.
Fue maestro, charro, jugador, mujeriego y trovador, como dice Serna. Pero nunca misógino. Amó y lo amaron muchas mujeres.
El alcohol, wysky, tequila, champan, pudo más que su labor de reportero.
No obstante, la indignidad de algunas mujeres no tenían límite, subraya el autor de la fantasía.
Tuvo cuanta mujer deseó. Insultó, vejó, ninguneó, como cualquier patán. A todas.
Y al final, incluimos en el rubro, su último deseo que lo cumplió su su enésima y última mujer. Un tiro en la cabeza.
Cierto, descubrió cómo facturar artículos, notas y menciones, como hoy lo hacen muchos, cuyos nombres se dieron a conocer hace poco.
No fundador del chayote. También lo aprovechó.
Y facturó. Por guardar silencio. O publicarlo. Dependía del cliente. Y tuvo muchos, oficiales y privados.
Se llama, muchos lo sabemos, embute y también iguala.
Vale leer, como lo hicimos nosotros, el libro, que explica la corrupción de los que trabajan en el Gobierno, los periódicos, empresarios. Los que usan el dinero del pueblo en su beneficio….con ayuda de reporteros «adecuados».
Y recorrer las casi quinientas páginas del libro de Serna, que menciona e involucra nombres de editores, columnistas, locutores, funcionarios, presidentes. Y por nombre a mujeres.
Tanto peca el que mata la vaca o le detiene la pata.
Y solo falta detallar que el chayote es, o era, para, perdón por el adjetivo, a nosotros los pinches reporteros mal pagados.
En fin. Qué más podemos decir, Vale la pena leerlo completo.
La verdad en letras.