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Un gran divisionario
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Quienes lo conocimos de cerca, como a sus hijos, no podemos menos que decir de él, lo que repetía don Guillermo, general también.
“Fue don Marcelino García Barragán un gran divisionario”.
Y ahora que Abraham Mohamed de refiere a Javier García Paniagua, y a su nieto Omar García Harfuch, al frente de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (o sea Jefe de la Policía), empezaremos a ver el cambio en las acciones contra la delincuencia organizada.
En consecuencia, se notará en poco tiempo como disminuyen los desmadres de los vándalos, la violencia contra los inermes ciudadanos, las ejecuciones entre los narcos por el control de la plaza, y los delitos de alto impacto.
Hace Abraham este pronóstico, porque Omar García Harfuch trae en su sangre los genes del patriotismo, del honor, de la honestidad, de la disciplina, del respeto y de servicio al pueblo.
Se lo heredaron su abuelo, el respetable e inolvidable, señor General de División DEM, Marcelino García Barragán, quien fue Secretario de la Defensa Nacional y su señor padre, (mi entrañable amigo) Javier García Paniagua.
Fungió como director de la Federal de Seguridad, sub secretario de Gobernación, presidente del PRI y se encargó de combatir a la delincuencia como Jefe de la Policía del DF, cargo que desempeñó con impecable eficacia.
Como hoy, su hijo Omar.
Y nos permite abundar en este tema de García Barragán y descendientes.
El papel de Marcelino García Barragán en los sucesos de 1968, y en especial del 2 de octubre cuando pidió al Batallón Olimpia capturar “sin muertos ni heridos” a los líderes del movimiento estudiantil son narrados con detalle en Jinetes de Tlatelolco.
Sobre García Barragán y el “crimen de Estado” en Tlatelolco nos platica José Antonio Aspiros Villagómez lo que publicó el 27 de septiembre de 2018.
Cuando tuvo lugar hace 50 años, la noche de Tlatelolco, lo que Jaime Rochín, directivo de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, llamó “crimen de Estado”, era secretario de la Defensa Nacional el general Marcelino García Barragán.
Gracias, gracias a su lealtad institucional mandó muy lejos al embajador de Estados Unidos en México, Fulton Freeman, quien le propuso durante el movimiento estudiantil dar un golpe de Estado contra el presidente Gustavo Díaz Ordaz para “calmar la situación”.
Así lo refiere el periodista Juan Veledíaz Álvarez en su libro Jinetes de Tlatelolco (Ediciones Proceso, 2017), donde describe la trayectoria de ese militar que durante la Revolución Mexicana y todavía después participó en al menos 60 hechos de armas, principalmente contra villistas, delahuertistas y “fanáticos”, como se calificaba a los cristeros.
Menciona también que “el secreto mejor guardado” por García Barragán durante varios años, fue la presencia de francotiradores en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, enviados sin su conocimiento por el jefe del Estado Mayor Presidencial, general Luis Gutiérrez Oropeza, “con órdenes de disparar contra la multitud”.
A medio siglo de aquel cruento episodio cuya herida no ha cerrado, el libro ofrece una versión de los hechos donde las fuerzas armadas son protagonistas y el general García Barragán aparece como personaje central.
Detalla su trayectoria castrense llena de vicisitudes desde que fue villista, cómo logró sus ascensos, sus actividades políticas al lado del general Henríquez Guzmán cuando éste quiso ser presidente de la República, la vigilancia de que fue objeto por parte de Fernando Gutiérrez Barrios, su rehabilitación en el Ejército luego de dos décadas “congelado”, y cómo llegó a ser secretario de la Defensa con Díaz Ordaz.
Menciona así mismo la forma en que fue desbaratado el henriquismo donde militaba García Barragán y cuyos miembros más radicales estaban dispuestos a levantarse en armas, pero su caudillo se deslindó del movimiento y los demás fueron “desactivados” con el ofrecimiento de cargos en el gobierno.
En el libro, de 222 páginas, se reproducen en versión facsimilar dos reportes de la Dirección Federal de Seguridad sobre los preparativos para ese levantamiento en 1953, y un informe de la Sección Segunda de Inteligencia del Estado Mayor de la Sedena, acerca de la existencia de una célula trostkista dentro del Ejército en 1966.
Y explica que las fuerzas armadas tenían un plan de acción, por si surgían agitadores en el desfile obrero del 1 de mayo de 1967.
El autor de esta obra editorial trabajó por más de dos lustros en sus investigaciones, de las cuales surgieron datos de la vida personal del general que formó cuatro familias.
Sobre su hijo Javier García Paniagua quien tuvo gran poder dentro del gobierno, y sobre otros episodios del Ejército.
Como cuando en el gobierno de Miguel Alemán los militares mexicanos se opusieron al plan estadunidense de instalar bases militares en Cozumel y La Paz
Y cuando rechazaron integrarse a un cuerpo multinacional armado para frenar intervenciones “comunistas” en América.