Alfa omega/Jorge Herrera Valenzuela
Estamos en paz
Es propicio este día, y en recuerdo de quienes se han ido y son muchos seres cercanos y queridos, amigos incluidos, para invocar la poesía que nos conduce al final de este camino.
Sí, hablamos de Amado Nervo.
(José Amado Ruiz de Nervo; Tepic, Nayarit, 1870 – Montevideo, 1919) Poeta mexicano.
Hizo sus primeros estudios en el Colegio de Jacona, después al Seminario de Zamora, en el Estado de Michoacán, donde permaneció desde 1886 hasta 1891.
Ser poeta era su vida. Fue su intimidad más profunda y expuesta. Escribir poesía le era indispensable.
Así, hoy lo recordamos a los cien años. De ido.
Mejor será leerlo, he iniciar el camino:
“Miré los muros de la Patria mía,
Si en un tiempo fuertes, ya desmoronados,
De la carrera de la edad cansados,
Por quien caduca ya su valentía.
Salíme al Campo, vi que el Sol bebía
Los arroyos del hielo desatados,
Y del Monte quejosos los ganados,
Que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi Casa; vi que, amancillada,
De anciana habitación era despojos;
Mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
Y no hallé cosa en que poner los ojos
Que no fuese recuerdo de la muerte”.
Y este otro, hermoso:
“Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida, ni trabajos injustos, ni pena inmerecida; porque veo al final de mi rudo camino que yo fui el arquitecto de mi propio destino.
Si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno. ¡Mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno! …
Hallé sin duda largas las noches de mis penas; mas no me prometiste tan sólo noches buenas; y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”