Presupuesto y fiscalización/David Colmenares Páramo
Por el día de la amistad, salud
Esta fecha es muy significativa, porque todos tenemos el deber, la obligación de externar el dulce poder de la amabilidad. Y qué mejor hacerlo, si empezamos por nosotros mismos, con una a la una.
Han respondido amistades, pero fieles lectores y lectoras, a nuestra aseveración publicada para explicar el porqué de una a la una o échate otra.
Surge, la primera por ser un aperitivo. Abrir, dicen, el apetito.
Pero sobre todo por la advertencia del cardiólogo, de prohibir el consumo de bebidas espirituosas.
Lo escuchamos con respeto. Pero, en voz muy baja, confiamos a nuestro hijo Jorge Alberto, quien siempre nos acompaña, nuestro parecer, en broma:
“Tenemos que cambiar de médico”.
Seguramente lo escuchó, y con todo buen sentido del humor nos respondió, con una carcajada:
“Bueno, tómate una. Pero solo una”.
Seguimos su sabio consejo y para que hubiera congruencia, agregamos por nuestra cuenta: Sí, una, a la una, de la tarde.
Somera y sencilla exposición, y así nos ha funcionado todos los días, casi sin fallar. De vez en vez, con autorización del abogado de la familia –Jorge Alberto–, nos bebemos algo más.
“Qué daño nos puede suceder a los casi cien años –bueno nos faltan diez– si como nos aconseja sabiamente un buen bebedor como el compadre Javier Martínez Rivas, periodista experimentado en tal quehacer etílico, Échate otra”.
Nos excedimos en la explicación que la concluye con datos extras un atildado y también experto bebedor, nuestro amigo, literato, doctor y licenciado en periodismo, don José Antonio Aspiros Villagómez.
(Entre paréntesis, con automóvil nuevo)
“Estimado amigo: te agradezco esta primera lección del curso. Aún no explicas por qué «a la una», cuando a otros nos parece mejor a las tres y hasta las cuatro (y a los compulsivos, en la noche, en el bar Manolo u otro).
¿Será por los «cocteles de prensa» que ofrecían a esa hora –y con whisky– las fuentes de la IP?
Aunque también supongo que lo de «a la una» tiene que ver con los hábitos personales como es el caso de la hora de tomar los alimentos.
Yo como tarde, pero sin falta, y casi siempre previo aperitivo y, a veces, el digestivo lo rocío en el postre.
La tía Teter nos acostumbró al Chinchón en lugar del anís Del Mono u otros.
Y don F, a quien mencionas, al mezcalito con su sal de gusano que ya venden en las vinaterías grandes.
El tequila es obligado tenerlo variado en la pequeña cantina de casa, así como algunas cremas, licores y hasta el rompope que tanto piden las damas.
Blancos, cervezas y mezcladores, en el servibar.
Eso sí, lo que jamás faltará, a la hora que se antoje además de las de rigor, será una taza de aromático café, suave o intenso, más ahora que su presentación en cápsulas nos ha facilitado el consumo y deleite.
Supongo que para los puristas de ese elixir ha de ser un crimen lo que acabo de mencionar, pero también consumimos de grano hecho en cafeteras con filtro, y estoy por estrenar un molino y una cafetera a pistón.
Por cierto, hace unos días estuvimos en la colonia Juárez de la capital y descubrimos una cafetería nada elegante pero decorada con una colección de molinos de café (en casa tenemos alguno así), que podrás ver en las imágenes adjuntas.
Te deseo buena semana la que viene, y quedo atento a tu respuesta a los exhortos por doble partida para que -con base en tu ascendente moral que todos te reconocemos- ayudes a destrabar el nudo gremial que, para mí, tiene su origen en diferencias e intereses personales como ya he mencionado.
Un abrazo; ahorita y a la una.
PS: «Y nos falta conocer la opinión especializada de la Dra. Chávez sobre tu tema. José Antonio Aspiros Villagómez. Licenciado en Periodismo. Cédula profesional 8116108 SEP».