El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Déjenlo trabajar
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
El equinoccio apenas comenzó y el solsticio falta mucho para que termine.
Hay veces que vemos a un AMLO más como un Lázaro Cárdenas del Río progresista y otras lo clasificamos como un Manuel Ávila Camacho religioso, a veces como un Adolfo Ruíz Cortines austero y honrado y otras lo percibimos como un Adolfo López Mateos populista.
Hoy son, mañana no.
Ramón Ojeda Mestre, viejo conocido nuestro nos comparte, siempre elocuente, su forma de pensar.
Por ser de interés y con su venia, o sin ella, la repetimos nosotros.
Dicen los científicos que todos somos dos.
Una dualidad no en el sentido de Louis de Broglie el premio Nobel con la combinación onda partícula, sino también en la individualidad. Siempre, tenemos ambivalencias, aunque sean asimétricas.
En la cuántica nos puede llevar al principio de Incertidumbre de Heisenberg, pero en la sociología política o en la psicología nos lleva al fascinante mundo del dinamismo de Heráclito quien postuló hace más de 2,500 años que nadie se baña dos veces en el mismo río.
Por eso es difícil entender a los jefes de estado, pero no imposible, por esa su condición humana que cantó Malraux.
Hoy son, mañana no.
Lo que vemos en México ahora con AMLO lo vimos antes con los demás presidentes incluidos, Juárez, Madero, Díaz, Victoriano o el que sea, es decir, el que nos parezca mejor o peor de todos, presenta el mismo fenómeno de la contradicción, y de la autodestrucción o de la auto elevación.
La vida del hombre sólo se justifica por el esfuerzo para comprender, mientras más comprendo más amo, porque todo lo comprendido es bueno, postularon Louis Powell y Jacques Bergier en el Retorno de los Brujos y ello nos hace, desde siempre, intentar el raciocinio.
AMLO no es Jano, el de citado por Camus en La Caída, sino Jano, en la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos, los portales, las transiciones y los finales.
Hay que insistir en que los jefes de estado o presidentes viven esa dolorosa o gozosa realidad de la contrastante o desconcertante dualidad.
Por eso, cuando los incondicionales a favor de Amlo se manifiestan vehementes y los incondicionales en su contra se expresan incendiarios, se acercan tanto que acaban por ser iguales.
Aunque asuman rostros distintos, se insultan y se tornan soeces, se retan y se vuelven pendencieros infantiles, se amenazan y devienen grotescos y se esterilizan recíprocamente.
Convierten la Res pública en un partido de Rugby inglés y obstruyen el avance de la sociedad lo mismo de la mayoría humilde que de la minoría opulenta.
AMLO es confundido, a veces por su propio estilo o talante, con o en su faceta anterior de candidato y arrollador líder de masas, con la actual de presidente de la República apasionado por la comunicación democrática extensiva e intensiva.
Y sus denostadores le apuntan a cualquiera de los dos perfiles y al no discernir bien, acaban siendo ineficaces.
Cosa curiosa, también les sucede lo mismo a sus simpatizantes fervientes, no aclaran bien su puntería para acuerpar a su líder carismático y adorado o a su presidente de la República benefactor y democratizante y también resultan ineficientes.
Sendas posiciones o pragmáticas han dejado un hueco tremendo y fascinante (en su peor sentido) en las lizas electorales que se avecinan para el post coronavirus.
En su desgarrador libro “Némesis médica, La expropiación de la salud”, de Iván Illich, plantea que la medicina se ha convertido en una amenaza para la salud y así, mutatis mutandis, la política se ha convertido en una amenaza para la democracia.
Acorralar y acosar al presidente de la República, al creer infantilmente que con eso se acota a Amlo, es de porvenires preocupantemente autodestructivos para la sociedad.
En dominó, le llamamos ahorcarse la mula de seises.
Ahora hemos entrado en una espiral invertida en la que ante una sociedad desorganizada el aparato público se robustece en cualquiera de sus expresiones, sea la Ejecutiva, la Judicial o la Legislativa e incluso en la paraestatal o mixta.
Afortunadamente, en estados, como ejemplo Baja California Sur la población es tan pequeña cuantitativamente, que las cifras, riesgos y víctimas siempre resulta poco impactante comparándola con lugares como la Ciudad de México, el estado de México, Jalisco, o del extranjero como España o Italia.
Eso no es motivo de consuelo pues también cada, sospechoso o enfermo resulta muy cercano o conocido.
El hecho concreto es que ninguno podremos negar que el desdichado Coronavirus resulta ya un parteaguas en la historia de México, del Mundo y no nada más en lo social, sino en lo económico y en lo político, donde nos esperan semanas sorprendentes.
De la Maladeta primavera de Loretta Goggi o de Au Printemps de Jacques Brel a la Primavera Silenciosa, de Rachel Carson al tal vez Largo y ardiente verano de William Faulkner (The Long, hot summer) todavía le falta mucho drama y tinta.
El equinoccio apenas comenzó y el solsticio falta mucho para que termine.
Nosotros solo añadiremos dos palabras:
DÉJENLO TRABAJAR.