Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Uno más. Quién sigue
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
La meditación de un diplomático, embajador en retiro, don Antonio Pérez Manzano, y de un escritor y periodista, nos sacan de la mente un estremecimiento.
Quién sigue.
El colega José Antonio Aspiros Villagómez, nos conmueve. Por la profundidad de su aseveración:
“Esto de los asesinatos de colegas se va a volver como los secuestros de aviones o los viajes a la Luna.
“Fueron tantos que, pasado un tiempo, ya nadie les hacía caso.
Se volvieron parte de la rutina.
Qué bueno que ya haya muchas asociaciones como las nuestras, que no dejen caer el tema en el olvido. A”.
Y el EMBAJADOR ANTONIO PÉREZ MANZANO, FUNDADOR Y EDITOR DE LA REVISTA ELECTRÓNICA DE LA ASOCIACIÓN DE DIPLOMÁTICOS ESCRITORES «ADE»ANTEONIO PEREZ MANZANO, nos expresa:
“MIS MÁS SENTIDAS CONDOLENCIAS PARA FAMILIARES Y AMIGOS DEL PERIODISTA ÁLVAREZ CHÁVEZ, ASÍ COMO A TODOS SUS COMPAÑEROS DEL GREMIO.
“ANTE LA TRISTEZA POR LO QUE OCURRE EN NUESTRO PAÍS, COMPARTO UN TEXTO QUE LLEVA POR TÍTULO: «CIVILIZACIÓN» Y SU AUTOR DON JAIME TORRES BODET:
Un hombre muere en mí
siempre que un hombre muere en cualquier lugar,
asesinado por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo;
durante meses en las entrañas de su madre oculto;
nacido, como yo, entre esperanzas y entre lágrimas,
y –como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.
Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras…
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.
Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África, o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
Una bala de hombre mata a un hombre.
Y su muerte deshace todo lo que pensé haber levantado en mí,
sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír –en Platón- morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber que dos y dos son cuatro…
Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra –a mano armada-
en la vida indefensa de otros hombres.
Súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.
Y nada está seguro de sí mismo
-ni en la semilla en germen,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!
UN ABRAZO SOLIDARIO. EMBAJADOR ANTONIO PÉREZ MANZANO.
A los dos, mil gracias.