Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
A él si lo entendíamos o la torre de Babel, hoy.
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Bien dicen y dicen bien que el que vive y no sirve. No sirve para vivir.
Quizá el nombre de Mario Fortino Alonso Moreno no te diga nada, tampoco si te decimos que nació el 12 de agosto de 1911 en la Ciudad de México. Pero si te recordamos dos de sus frases seguramente sabrás a quién nos referimos: «Ahí está el detalle, joven», o «Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos». En 1992, la Real Academia de la Lengua Española reconoció el verbo “cantinflear”, como “hablar mucho con escasa o nula coherencia, con un verbalismo vacío, incongruente, disparatado y que mezcla muletillas”. Así es, nos referimos a Cantinflas, reconocido en todos los países de habla hispana (y muchos de otras lenguas) por su trabajo de comediante en más de medio centenar de películas, en las que destaca la forma enredada de hablar de su personaje. De origen humilde y familia numerosa, antes de debutar como actor en el cine nacional (1936), Mario Moreno fue cartero, taxista, limpiabotas y boxeador. Su primer éxito fue en 1937 con «Cara o cruz» y nada más en el lapso de un año (de 1940 a 1941) rodó siete películas. Su peculiar parloteo, plagado de galimatías y vericuetos que no llegan a nada dio pie al verbo cantinflear y al sustantivo cantinflas; ambos registrados por el Diccionario de la Lengua Española. Cantinflear significa «hablar o actuar de forma disparatada e incongruente, sin decir nada con sustancia».
Por ello en cantinflas se refiere a la «persona que habla o actúa como Cantinflas». Con ese estilo humorístico, el peladito representó distintos oficios que le valieron la admiración del público: policía, barrendero, cura, doctor, bolero, mosquetero, bombero, profesor, entre otros. La noche del 20 de abril de 1993, México y el mundo vieron partir al cómico mexicano que cautivó a la gente con su sentido del humor y sus interpretaciones en el séptimo arte. Mario Moreno “Cantinflas”, perdía la vida, las causas eran reservadas, sin embargo, algunos medios reportaban que había sido a raíz del cáncer pulmonar que padecía. l El 21 de abril, al cómico le esperaba una gran despedida por parte del pueblo mexicano y la comunidad artística, homenajes en el Teatro Jorge Negrete y en el Palacio de Bellas Artes, para que luego se procediera a la incineración de su cuerpo y el depósito de sus cenizas en su cripta familiar del Panteón Español de la Ciudad de México.
El periódico español El País, destacaba en su portada del 22 de abril “La muerte de ‘Cantinflas’ paraliza las calles de México”, y realizaba una mención del cortejo fúnebre de cinco kilómetros que se formó para trasladar el féretro del ídolo de México, con dirección al teatro Jorge Negrete: “Miles de personas aplaudieron al gran actor cómico fallecido ayer a los 81 años a consecuencia del cáncer”. Mario Moreno trabajó en la carpa “Valentina”, de la Ciudad de México, lugar donde conoció al lituano Estanislao Shilinsky Bachanska, quien le ayudó en la construcción del personaje de “Cantinflas”, el cual lo hizo salir de las carpas y el teatro de variedades para cosechar fama a nivel internacional. Mientras su carrera iba en ascenso, Mario Moreno se desempeñó como torero cómico, labor con la que debutó en la plaza de toros Vista Alegre, en 1936: su gusto por la fiesta brava lo llevó a fundar la ganadería Moreno Reyes, en el rancho La Purísima, el cual fue convertido en centro turístico luego de su fallecimiento. Fue hasta el filme Ahí está el detalle, de 1940, bajo la dirección de Juan Bustillo Oro, que Moreno pudo terminar de estructurar el personaje “Cantinflas” y crearon más de 30 largometrajes y cinco cortos, por medio de la productora Posa Films. “Cantinflas”, rompió récords de taquilla, en varios países de América Latina, con los largometrajes Ni sangre ni arena y El gendarme, de 1941; además de Los tres mosqueteros, de 1943 y Gran hotel, de 1946. Para entonces, la fama que Mario Moreno cosechó, lo llevó a recibir el título de “El mejor comediante del mundo”, por el cómico británico Charles Chaplin. Entre 1950 y 1956 Cantinflas, como ya era identificado Mario Moreno, destacó con las cintas El siete machos, El bombero atómico, Si yo fuera diputado, El señor fotógrafo y Abajo el telón, además de El bolero de Raquel, su primera película a color estrenada en 1957, en la que compartió créditos con las actrices Manola Saavedra, Flor Silvestre y el niño Paquito Fernández. Un año antes, en 1956, Michael Todd lo eligió para el personaje de Passepartout (conocido en Latinoamérica como Picaporte), en la producción La vuelta al mundo en 80 días, la cual significó su debut en la industria cinematográfica de Hollywood. Lejos de las luces del escenario, Mario Moreno destacó por su labor altruista, que se ha mantenido incluso después de su muerte, por medio de dos fundaciones que desarrollan su tarea solidaria en México como La Casa del Actor, la cual brinda apoyo a actores e intérpretes jubilados y la que actualmente lleva su nombre “Mario Moreno ‘Cantinflas’”. A él, descanse en paz, lo entendíamos mejor.