Descomplicado
Nos hablan de policía
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
A los que fuimos reporteros de policía antaño, para no decir a mediados del siglo pasado, querido Jorge Herrera Valenzuela, parece dedicado lo que la escritora Teresa Gil acaba de publicar.
A nuestros colegas idos como Alberto Ramírez de Aguilar, Eduardo “el güero” Téllez Vargas, Carlos Pérez Patiño, Esteban Ponce Adame, Armando Araujo, Carlos Borbolla, Luis C. Márquez, Angel Marín, “Chucho” Salgado, Angel Villalvazo entre otros muchos, también les interesaría.
Como ahora que los medios de comunicación se ufanan de pintarlos, todos, de sangre.
Ella pone como título a su trabajo la sociedad crea a los criminales y de ahí saltan a los libros.
Seguramente omitió benevolentemente a los políticos.
Los criminales son creados por las sociedades injustas.
Y de acuerdo al tipo y desarrollo de esas sociedades es el tipo de criminal que aparece.
Esas son verdades evidentes que los teóricos y especialistas ahondan con sus conocimientos.
Pero un ser común puede comprobar en México con solo ver las noticias, que el crimen se instaló por un sistema de largas décadas que generó pobreza, desigualdad y corrupción.
Algunos de los escritores de novela policial han sido estudiosos de la materia, investigadores, expertos en derecho incluso y han aplicado esos saberes a sus trabajos.
Otros, llevados de la fantasía, han creado un mundo del crimen que se desarrolla en el medio en el que ellos conviven.
Recuerdo a Luis Rogelio Nogueras, el poeta y escritor cubano que hablaba de su trabajo como creador de ficciones policiales, sobre la diferencia que existe en un país, como el suyo, donde el trabajo del investigador es en equipo, frente al trabajo individual del detective que crean y promueven los escritores del mundo capitalista, exacerbado en una penetración tal, que vence a las propias fuerzas de seguridad.
En Cuba, no obstante, el escritor más famoso de ese género Leonardo Padura Fuentes, tiene un detective, Mario Conde, con características parecidas a las que hemos visto y leído en detectives de la novela negra estadounidense, sueca o de otros países y de los antiguos investigadores franceses que en parte dieron origen a la novela policial y sobre todo los ingleses.
Todos giran en torno al individualismo de un tipo o varios, tan certeros y con tal perspicacia, que descubren los crímenes que un sistema completo no pudo descubrir.
Modernos hay muchos, pero subsisten en buena parte de ellos, las mismas técnicas de discernimiento del crimen, aunque anualmente se deben realizar en el mundo multitud de encuentros para discutir nuevos avances.
Uno de ellos, famoso, es el de Gijón, que presidió hasta 2012, nuestro escritor y autor, actualmente director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II.
La autora inglesa de novelas policiales Agatha Christie, ignorada por algunos de sus congéneres masculinos, creó en su obra una concepción clasista del crimen, porque en buena parte de su vida se movió en los niveles victorianos que la educaron.
Pero ese aporte ratificó no obstante, la idea de que el crimen se da en todas partes, cuando hay condiciones humanas que lo propician.
Ese proceder clasista no impidió que extendiera sus redes a todo tipo de personajes y se ensañó en crear criminales incluso en niveles que le debieron causar cierta inquina, como las llamadas damas de compañía, las enfermeras y las mujeres audaces que se dedicaban al crimen.
El copioso aporte de más de 80 obras entre novela policial y romántica, relatos, cuentos, ensayos, obras de teatro, de radio, su propia autobiografía, etcétera, le permitió abarcar un sector amplio de personajes.
No falta gente de la aristocracia, de la alta sociedad, científicos, hombres de talento, actores famosos, deportistas reconocidos, escritores, un mundo de criminales que actuaba en espacios paralelos de sus propias vidas, asesinando a parientes, esposos, ex esposas, etcétera.
Todo por cuatro o cinco razones, que para ella definían el sustrato de un crimen.
En ese universo breve tuvieron relevancia la ambición por el dinero y el poder que es algo que hemos visto en México en las altas esferas de la política, el odio y el despecho amorosos, la búsqueda de una condición social apetecida y un amor tan intenso y enfermizo, para provocar la muerte, como sucede en su novela Némesis.
Decidí dedicar esta crónica a Agatha Christie, después de leer un interesante artículo que escribieron Raúl Criollo y Jorge Caballero en La Jornada, el pasado primero de julio, en el que discurren básicamente en la autobiografía de la inglesa.
Y hacen mención a la que algunos consideran su mejor obra policial, El asesinato de Roger Ackroyd, pese a que según otros puntos de vista las hay superiores.
En ese afán que tienen muchas mujeres aun inteligentes, de ponerse el apellido del marido e ignorar los dos que les dieron sus padres, Agatha Christie asumió el apellido de su primer esposo el coronel Archibald Christie, que la traicionó con otra mujer.
Famosa a nivel mundial, es una de las escritoras que más ha vendido libros y que es poco aceptada por el medio literario que ve en ella una narradora que no hace según dicen, literatura.
La acusan de plagiar cuando en realidad ha recreado muchos libros y ha manejado textos de escritores famosos como Henry James, por ejemplo, en su novela Asesinato en el Nilo que recrea la obra del estadounidense, Las alas de la paloma.
Hay temas muy atractivos en sus obras, aunque sus orígenes sean ajenos, como también los hay muy farragosos.
Algunos que se explayan innecesariamente.