Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Nos visitaron los magos
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Espléndido presente.
Díganos si no tenemos razón, al conocer el obsequio.
“Estimado amigo:
Como ya casi en el día de reyes, tratas sobre el ya pasado día de los inocentes, mejor me remito a algo más antiguo, que escribí hace cuatro años y seguramente lo recibiste en su momento. Es a propósito de la serie ‘Mis bendiciones’ que envías actualmente por entregas y lo escribí con mucho afecto, pero también con la mayor honestidad:
Lecturas con pátina
Termina el año con las bendiciones de Don Carlos
José Antonio Aspiros Villagómez
26 de diciembre de 2016
Nada mejor que terminar un año e iniciar el siguiente, llenos de bendiciones. Porque así, Mis bendiciones, se llama uno de los varios libros publicados por el periodista Carlos Ravelo y Galindo, y que, como los demás suyos, medio despista al lector con el título.
Porque Mis bendiciones (Club Primera Plana, 2010) trata sobre periodistas; ‘Introducción a la gramática periodística’ se refiere al humorismo del mexicano, los epigramistas famosos y a personajes de la cultura, y ‘Pláticas sobre periodismo’ contiene una muy amena y docta crónica de viajes que hizo el autor, además de su magistral reseña que mereció las ocho columnas en el diario Excélsior, sobre una fuga famosa en Lecumberri: la de Fidel Corvera Ríos, de la que en este diciembre se cumplieron 54 años.
Pero, creyente él, Ravelo bendice en cada capítulo: a quienes nunca le dicen “ya has repetido la misma historia dos veces”, o comprenden que sus oídos ya no trabajan igual, por qué sus ojos están empañados, o disimulan cuando derrama el café o comete un error, y entienden su torpe caminar y la poca firmeza de su pulso.
“Benditos los que quieren que me muera… pero no les hago caso”, dice el autor, quien también tiene bendiciones para aquellos que son humildes “no obstante su inteligencia y cultura”, para los que “saben despertar recuerdos de un pasado feliz”, y, en fin, “benditos todos, buenos y malos”.
Se trata de un libro con experiencias propias y de sus colegas, a cual más valiosas para la historia del periodismo. Por ejemplo, atribuye a Víctor Velarde haber “inventado” los acrónimos, menciona los estilos barroco y sencillo de redactar, y los tan frecuentes gazapos.
Cuenta el episodio de cuando su amigo, el gobernador del Estado de México, Carlos Hank González, regaló terrenos a los miembros del entonces elitista Club Primera Plana, y protesta porque en la galería de presidentes de ese organismo gremial, falta el retrato de uno de ellos, Fausto Fernández Ponte.
Y así por el estilo, incluida la transcripción de un editorial sin verbos escrito por Luis Vega y Monroy, mientras que sus Pláticas sobre periodismo (Club Primera Plana, 1994), son más bien relatos de un periodista -él- sobre sus viajes remotos a, por ejemplo, Transilvania y el castillo de Drácula, y cómo era aquella Rumania comunista con su muy rígido protocolo frente al presidente Ceaucescu, y cómo ese gobierno estimulaba la fecundidad de las parejas y fomentaba el desarrollo industrial en las provincias.
Se refiere también a la extinta URSS, y a China, donde entonces no había atractivos turísticos, más allá de la muralla que, dice, alguien llamó en ese viaje “el primer eje vial”. Menciona con amenidad otros lejanos sitios visitados en su condición de reportero.
Quién sabe por qué, Introducción a la gramática periodística (Club Primera Plana, 2008) se llame así. Tal vez por su noveno y último capítulo, con “algunas reglas para mejorar la ortografía”, incluida la ya conocida aversión del maestro Ravelo al gerundio, del cual menciona que “saber usarlo es de sabios”, y recomienda “respetarlo porque, en muchos casos, destruye la prosa”.
Pero, más afín a su contenido, es el subtítulo ‘El despiporre intelectual’, ya que su prólogo anuncia -y se cumple bien- que “Elmer Homero, seudónimo humorístico del poeta Rodolfo Coronado, nos entrega con este libro una de las antologías mejor logradas sobre el humorismo mexicano desde la Colonia hasta nuestros días”.
Humorismo y tragedia, diríamos como añadido, porque en estas páginas se comenta que la risa del mexicano es mueca amarga, máscara tragicómica, y alude a un trauma histórico que lleva a tener simpatía por los vencidos, como una expresión propia de ese sentimiento derrotista muy de nosotros.
La parte jocosa está en la presentación de diversos epigramas y los juicios acerca de ellos, de autores como Luis Vega y Monroy, Francisco Liguori y José Paniagua Arredondo, acerca de presidentes, políticos y figuras públicas del momento, así como “los impublicables” en la prensa por su doble sentido, de esos autores y otros como Renato Leduc, Campos Díaz y Sánchez, Tomás Perrín y varios más, sobre actrices e incluso colegas de ellos, como Salvador Novo y Octavio Paz, de quienes ponen en evidencia sus debilidades personales.
Buena lectura la de estos tres libros, explicados aquí con la brevedad obligada de un artículo periodístico. Gracias por ellos (y sus respectivas dedicatorias), al amigo Carlos Ravelo y Galindo.
Un amigo te escucha sin decir que lo necesitas, respondemos al colega y amigo de siempre.