
El predial talón de Aquiles municipal
De mis bendiciones 12
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Para no perder el hilo, seguimos con mis bendiciones
Benditos sean aquellos que nos leen, porque saben lo difícil
encontrar fuerzas para llevar mi cruz
Hablé de Carlos Borbolla, y dije que ya alcanzó la gloria. Está
allá arriba, si es que se portó bien. Pero como creo que sí, reproduzco
una entrevista que me hizo. Y claro, se publicó en Excélsior en primera
plana:
“Si alguien conoce y guarda secretos de El Palacio Negro de
Lecumberri y de la impartición de justicia en los tribunales, ese es
Carlos Ravelo Galindo, quien ya suma 55 años de su vida en el mundo
de la información. 33 de ellos en Excélsior, actualmente comentarista
radiofónico y dedicado a escribir sus vivencias profesionales, ya es
autor de cinco libros.
“Él proclama que todo lo que es, se lo debe al Periódico de la
Vida Nacional.
Tuvo la “buena suerte” de cubrir como reportero uno de los periodos
más negros en los anales de la antigua Penitenciaría del Distrito
Federal. Observó de cerca cómo se aplicaba la Ley en los juzgados
penales. Escribió sobre las corruptelas de siempre dentro de la prisión,
los abusos de uno de sus directores e inclusive por ello le tendieron
una trampa para calumniarlo, difamarlo y así tratar de eliminarlo como
periodista. Gajes y peligros del oficio en aquellos tiempos.
“Tiene en cambio muchas satisfacciones personales, de las que
en última instancia vive un reportero. Y una de ellas es haber escrito el
mejor reportaje, el más completo, con abundancia de datos y nombres,
sin amarillismo, sobre una de las más sensacionales y sangrientas
fugas del penal. Su nota fue publicada en la primera plana de
Excélsior, a ocho columnas y tres de bajada, el 6 de diciembre de
1962.
“La cabeza principal de nuestro diario informaba a los lectores:
“Fuga a Tiros en Lecumberri: 2 Muertos, 3 Heridos, 2 Escapados”.
“Uno de los que perdió la vida fue “Tony” Espino, un verdadero gánster
internacional, asesino y narcotraficante. Logró huir Fidel Corvera Ríos,
ladrón de coches, criminal, narcotraficante, pero su carrera delictuosa
lo llevó también a la muerte. “Este tipo de evasión, con violencia, a
balazos, se salía entonces de la regla cotidiana, impuesta por la
corrupción imperante en la cárcel.
“Las fugas de Lecumberri eran normales. Los reos escapaban
por la puerta principal, no por las murallas ni por los agujeros
(túneles)”.
“La mordacidad, con sonrisas, asoma en estas palabras del
periodista entrevistado -machetazo a caballo de espadas-, por
cortesía, claro, de antiguo compañero de correrías profesionales.
“Y ejemplos hay muchos. Un subdirector del penal sacó de la
prisión a un estafador internacional: Alejandro Lezoni D’Almagro, en su
propio coche. Varios celadores acompañaron hasta la calle a un
falsificador francés.
“Carlos Ravelo llegó a la Redacción de Excélsior a los 17 años
de edad, en 1947, y como todos los que aspiraban a ser periodistas,
empezó desde abajo, como office boy –unas de las escuelas del
oficio-, pero él exigió y logró que se le diera otra categoría: ayudante.
“A partir de 1953, por orden de Don Rodrigo de Llano, el director
general, se hizo cargo, como reportero, de las llamadas fuentes
judiciales, lote que incluía la Penitenciaría del DF, los juzgados y
cortes penales, así como el Tribunal Superior de Justicia del Distrito. Y
por su cuenta tuvo que estudiar, para principiar, los códigos de
Procedimientos Penales y Civiles.
“Sustituyó en esa responsabilidad a uno de los grandes
reporteros de Excélsior: Pedro Pagés Elías, quien usaba el seudónimo
de Bertillón Jr., éste pidió ser relevado de esa misión periodística ante
la amenaza de ser deportado –era de nacionalidad española-, por
escribir sobre las irregularidades que observaba en las consignaciones
que hacía el Ministerio Público. Él era abogado y criminólogo y una de
sus fuentes de información era la Procuraduría de Justicia del Distrito,
cuyo titular era entonces el abogado Carlos Franco Sodi, quien antes
había sido director, con muy mala fortuna, del Palacio Negro de
Lecumberri.
“Al licenciado Carlos Franco Sodi no le gustó la crítica de
Bertillón Jr. Y le leyó la cartilla. Pedro Pagés Elías reveló lo sucedido a
sus compañeros de fuente, quienes le ofrecieron su respaldo. Pero él,
periodista honesto y decente, además, no quiso provocar problemas a
su periódico con el gobierno y optó por solicitar su cambio.
“Desde entonces, empecé a trabajar todos los juzgados penales
del fuero común –eran quince en total-. Estaban ubicados en la parte
exterior del viejo edificio de Lecumberri. El director del penal era el
coronel Francisco Linares Tejeda.
CONTRA LA VERDAD, LA TRAMPA Y LA CALUMNIA
“Con Linares Tejeda tuve un problema muy grave. No lo atacaba, pero
daba a conocer en mi información periodística todos los problemas e
irregularidades que existían dentro del Palacio negro de Lecumberri. El
ideó un plan para que un convicto, ladrón de coches y criminal, Miguel
Yancovich Parascovia, jefe de una tribu de gitanos, me pusiera una
trampa, éste me pidió como favor que le entregara 200 pesos a su
familia, que esperaba en la calle. Me explicó que no podía darles
personalmente ese dinero porque se lo robaban los vigilantes.
Recibí el dinero y cuando caminaba hacia la puerta principal, me
aprehendieron dos agentes del Servicio Secreto y me llevaron
detenido a los separos de la Policía Judicial del Distrito. Allí estuve
preso desde las 2 de la tarde hasta las 11 de la mañana del otro día.
Excélsior intervino para ayudarme, por aviso y a petición del
reportero Raúl Beethoven Lomelí. El procurador Carlos Franco Sodi
ordenó que me pusieran en absoluta libertad porque no había ningún
elemento en mi contra para consignarme.
El abogado penalista Ignacio Moreno Tagle, afortunadamente,
había sido testigo de la entrega del dinero y oído la petición.
“Publiqué en La Extra de Excélsior lo que había ocurrido. La
Dirección de Excélsior pidió seguir cubriendo las mismas fuentes
penales. Al poco tiempo quitaron de la dirección del penal a Linares. Y
después jamás tuve problemas en esa cárcel.
“Finalmente, Yancovich Parascovia me pidió disculpas. Me dijo
que él se había prestado a ponerme esa trampa porque si no lo hacía,
me aseguró, eso le hubiera costado la vida. Lo perdoné…”
“Esos eran los riesgos que corrían los reporteros en esos
tiempos, cuando denunciaban actos de corrupción como los que se
registraban en el interior de la antigua Penitenciaría del Distrito
Federal.
El caso de Carlos Ravelo en ese penal no fue el único. Siempre
se buscaban medios para eliminar a los reporteros “incómodos”.
“Miguel Yancovich Parascovia vivía a cuerpo de rey en el penal, tenía
dinero para pagar la “renta” de una buena celda. Finalmente se
escapó. Nadie supo cómo. Salió seguramente por la puerta principal.
Pero después reapareció muy lejos. Lo mató a tiros la policía de Costa
Rica al sorprenderlo in fraganti cuando trataba de robar un coche.
“Reportero nato, Ravelo se formó profesionalmente en la
redacción y después al lado de otro de los grandes periodistas
investigadores de la casa Excélsior, Alberto Ramírez de Aguilar, autor
de aquella famosa columna “Siguiendo Pistas”.
Después de una brillante trayectoria en la fuente de información
policiaca –otra de las mejores escuelas para periodistas-, fue director
de Últimas Noticias y finalmente, gerente general de la cooperativa
Excélsior, puesto que desempeñaba con acierto y honestidad cuando
lamentablemente, muy joven todavía, murió.
“Con Ravelo, Ramírez de Aguilar hizo diez películas de
largometraje, ambos como escritores, guionistas y productores.
LOS TIEMPOS DE CORRUPCIÓN EN EL PENAL
Cuenta, ¿es totalmente cierto que en tiempos de Linares la
Penitenciaría del DF era un foco de corrupción sin igual?
“Nada más te digo esto. Yo publiqué varias veces que Linares se
emborrachaba dentro de la cárcel; que en ese estado llegaba hasta las
crujías circulares en donde estaban los presos más peligrosos. Allí se
encontraban los hermanos Hugo y Arturo Izquierdo Ebrard. A Linares
le gustaba ametrallar sus celdas. Sí, las ametrallaba todas las noches.
“Se permitía la entrada de suripantas. Sí, tengo fotografías, y
obviamente la entrada de licor.”
¿Recuerdas a “El Deslenguador”? ¿Era protegido por Linares?
¿Urquijo? Sí, así era. Mira, la Penitenciaría del Distrito Federal era la
corrupción manifiesta. Había de todo. Suripantas, bebidas alcohólicas,
restaurantes, inclusive “renta” de celdas, se pagaba por no asear los
baños, por tener una celda”.
Y viene más, pronto.
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