Teléfono rojo/José Ureña
Platicamos y compartimos nuestra alegría
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Hablaremos, contra nuestra costumbre, en primera persona. Hay
razón. Sobrada razón.
Hoy confieso que un beso de mi hijo, las sonrisas de mis nietos.
Una celebración familiar, como la boda de Xime, producen más luces
en mi vida, que la más deslumbrante constelación de estrellas.
Han iluminado nuestro camino Bety, en muchos momentos y
lugares. Como estos días de felicidad y alegría que en seguida
presumimos.
Vimos, por Instagram, la ceremonia.
La novia del brazo de su padre. Xime de vestido largo, blanco.
Sus padres Marta Alicia. De fushia. Jorge Alberto, de guayabera,
pantalón claro y zapatos de ante café.
Sin jaquet, ni smoking. Todos de guayabera
Qué les cuento. Clásica boda peninsular.
De sorpresa, el día 4, llegaron a México nuestros nietos
avecindados en Barcelona, España, Mariana y Jorge Alberto.
Vinieron, claro, a saludar a sus padres, en México. Y a ser
testigos, en la boda de su hermana Ximena Guadalupe, en la tierra del
Faisán y del Venado, — “Abo Te quiero mucho. Ya tenemos al mejor
Angel allá arriba. Animo. Xime”—recado que no olvida a su Abi Bety,
seis años en el cielo.
Y por supuesto, perdón la inmodestia, desayunarse con el que
se perderá ambas ceremonias, el enlace civil y también el eclesiástico,
allá en Mérida, Yucatán, por razones obvias. En primera persona: Yo.
Que las presumimos ufanos: vejez con casi 92 años. Y falta de
total salud. Estaremos presentes con un mensaje, que compartiremos
con entusiasmo, más adelante.
Mariana y Jorge Alberto viven en Cataluña hace ya cinco años.
El con tres especialidades médicas aprendidas y puestas en práctica
en el mismo hospital que lo contrató.
Métodos de investigación científica, medicina de montaña y
expediciones y medicina intensiva.
Se me olvidaba neumología y cirugía de vientre.
En la pandemia ha estado presente en urgencias, unidad de
cuidados intensivos y servicios médico generales. Día y noche. Con
descansos esporádicamente, que le conceden por necesidad.
Años sin vacaciones. Sí, con, algunos asuetos.
Cuando en el hospital del Mar, su sede hospitalaria del gobierno,
se enteraron del matrimonio en México de su hermana, le otorgan
quince días de descanso obligatorio. Que aprovecha. Y aquí están.
Y duermen en la casa de los padres de Mariana. Y comen,
todos, en la casa de los padres de Jorge Alberto.
El cinco. Desayuno servido por nuestras enfermeras María
Ramírez Padua y Alejandra Lira Luciana. Pedido por ellos. Elaborado
por ellas: Chilaquiles verdes. Con cebolla, queso rallado y crema.
Apoyados con dos huevos estrellados.
Antes fruta. Jugo, café y leche.
Y de postre jaletinas de su tía la arquitecta Yolanda Gómez y
capirotada de Lourdes y Lalito, nuestro hermano. En el antecomedor
solo tres personas físicas: Mariana, Jorge. Abo Carlos y en espíritu
Abi Bety. Nadie más. Esto fue en México, ciudad capital aún.
Los papás de la novia, viajaron al sureste el día 8, en automóvil.
El de Xime para dejarlo allá. Es de ella. Llegaron el 9, a comer.
Los papás de él, viven allá.
En Mérida, Yucatán, les platicaré que el día diez, a las 9 horas,
la boda civil: juez, secretaria. Novios y tres testigos. Las dos hermanas
de Rafa y el hermano de Xime.
Los padres de los contrayentes no fueron convocados por la
sana distancia. Los novios ya son mayores de edad.
Y un almuerzo más tarde. Pollo pibil, como plato fuerte. Para
doce personas que permitió la autoridad sanitaria por el coronavirus.
El día diez, descanso. Obligado.
Un día más tarde, el 11 para ser precisos, el ingeniero Carlos
Fernando y su esposa Mercedes, hermano mayor del abogado Jorge
Alberto, padre de la novia, ofrecieron un banquete en su casa del
Campestre, calle 57, para—con permiso de la autoridad
sanitaria—dieciséis asistentes.
Se sirvió en el jardín. Junto a la alberca.
Asistieron obvio los recién casados –Puerto Ravelo–. Dos.
Ravelo Barba, padre, madre, e hijos la licenciada en turismo
Mariana y el médico Jorge Alberto. cuatro.
Ravelo Goff, padre, madre y sus hijos Mercedes y esposo
Manuel Farah. Carlos Fernando y Mariana Chapur. Santiago Andrés y
su esposa Rosalina G. Cantón y Mariela Estefanía y Ricardo. Diez.
En fin, lo tradicional maya. Panuchos. Salbutes. Queso relleno.
Cochinita pibil, vino y cerveza.
(Recordamos desde casa que banquete perdido jamás
recuperado. Pero ya habrá tiempo)
Para el día 13 nos llegó la invitación de la boda en la iglesia del
Tercer Orden, a las 13 horas. Oficiada por el presbítero Mariano
Torres Vargas.
La suscriben los padres de los novios.
Y estos Ximena y Rafael escriben en la parte posterior del pliego
un añadido, que transcribimos íntegro:
“Queridos todos. Debido a la situación y en busca siempre cuidar
a nuestra gente más cercana y querida, nuestra decisión es hacer de
nuestra boda una chiquita, ya que no queremos arriesgar ni
comprometer a nadie.
“Esto no quita que nos encantará que nos acompañen a la
distancia, de corazón y podamos compartir este gran día.
“Lo bueno es que estamos en una época muy moderna, donde
una pantalla nos permite estar en cualquier parte, por lo que los
invitamos a que, con una copa de vino, una cerveza o la bebida de su
elección nos acompañen en este día para nosotros.
“Estamos convencidos de que vienen tiempos mejores para
todos, donde podamos festejar y abrazarnos sin parar, pero por ahora
nos toca cuidarnos a todos y en todos sentidos.
“Les mandamos un abrazo fuerte y un agradecimiento sincero
por todas las muestras de cariño”.
Y nos invitan a ver por Instagram la transmisión religiosa a las 13
horas.
Todo de lejecitos.
De la calle sesenta de Mérida, en donde se ubica el templo,
luego de concluir la ceremonia.
Nosotros, desde México, a las 13 horas comenzamos los brindis.
Acompañados por los hermanos, la arquitecta Yolanda y su
hermano el ingeniero Alejandro Gómez Covián.
Ellos moderaron Instagram, para ver la ceremonia por tv.
De modo que una hora más tarde, cuando el sacerdote bendijo
la unión, empezamos la numero dos, autorizada por nuestro geriatra
Miguel Angel Ceñal. Con una advertencia: “Ni una más. Hoy”.
Hubo traslado de las 20 personas asistentes, incluidos los
recién casados. Número autorizado por la pandemia, a Chuburná,
playa en donde los “suegros” de Xime los médicos –los dos
son—invitaron con sus consuegros, el banquete de bodas.
Veintidós personas, no quinientas como se acostumbra en la
península, disfrutaron de las delicias del sureste, según nos platicaron
los que se ahorraron el gasto.
Música, baile, cantos. Brindis, durante algunas horas, hasta que
Xime y Rafa, sin despedirse, enfilaron a Can Cún, cobijados por una
hermosa luna llena.
Y después de esta ligera crónica social compartimos, como
ofrecimos al principio, nuestra petición a Mariana y Jorge Alberto, que
dieron lectura:
“A nuestros nietos Ximena y Rafael
Hemos pedido a sus hermanos Jorge Alberto y Mariana ser
portadores de esta reflexión, el doce de marzo de 2021, un día
después de haber contraído ustedes, enlace civil y uno antes del
eclesiástico.
Es grande nuestra felicidad por confirmar la fe de sus mayores.
Y hacerlo en el encantador estado yucateco. En su capital
Mérida y en la iglesia más tradicional, el Jesús de la Tercera Orden.
Un día trece, fecha que coincide con el nacimiento, hace 91
años, del Abo Carlos. El mismo día y templo, en que unieron su vida
Mercy y Chacho, hace cuatro décadas.
Capital maya en donde radicarán, en forma independiente, en su
linda casa ya adquirida y disfrutar del sol, la luna y las estrellas
Ambos, profesionistas, continuarán universitariamente la función
de impartir cultura.
No damos un solo consejo. Celebramos los que hemos
aprendido de los jóvenes.
Antes escuchaban a los viejos. Hoy, los muy adultos
entendemos. Comprendemos. Nunca olvidamos una recomendación.
De tus papás Xi, Jorge Alberto Ravelo Reyes y Martha Alicia
Barba Fernández. Y de los de Rafa, Rafael Antonio Puerto Mocoroa y
Guadalupe Del Socorro Reyes Ramírez, nunca olvidaremos un sabio
consejo, que efusivamente repetimos, en este momento.
Porque ellos lo pusieron de ejemplo:
“Que nunca falte un sueño por el que luchar. Un proyecto que
realizar. Algo que aprender. Un lugar a dónde ir. Y alguien, a quien
querer”.
Dios los bendice y nosotros también.
Carlos, quien escribe y Bety, la que dicta.
Perdón, la siguiente frase encierra la mejor lección que
practicamos Bety y yo en los sesenta y ocho en la vida de casados.
Ella se fue hace cinco.
“Hoy te amo más que ayer y menos que mañana”.
Así es.
Hic
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