El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
La migración francesa (uno de 2)
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Lo que nos platica doña Norma L. Vázquez Alanís sobre la migración francesa en México, es menester compartirlo. Nos dice que tradicionalmente Francia no ha sido un país expulsor de población porque los franceses que llegaron a México como inmigrantes no vinieron en busca de una mejor vida en otra latitud distinta. Fueron y son hasta la actualidad representantes de las empresas o la cultura de aquella nación, que por algún motivo decidieron quedarse en México o cuya estancia fue tan larga que ha resultado muy significativa para poder entender las relaciones mexicanas con el extranjero.
La doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Delia Salazar Anaya, en el ciclo de conferencias ‘Los que llegaron inmigrantes a México’, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México (CEHM), de la Fundación Carlos Slim, analizó este fenómeno desde todas sus facetas. Con el tema ‘Los franceses’, la especialista en la historia de la población en México hizo un recorrido por la trayectoria de quienes vinieron desde Francia en el siglo XIX, pues “tienen serias diferencias frente a la presencia de otros inmigrantes de los que ya se ha hablado aquí”. Si bien México recibió franceses desde la época colonial, durante el siglo XIX se registró la mayor llegada y fue el grupo más privilegiado en buena parte de ese periodo y, por supuesto, del porfiriato, dijo Salazar Anaya. El francés es un pueblo que emigra muy poco. Una evaluación del demógrafo y sociólogo británico Carl Saunders indica que durante el periodo llamado de las grandes migraciones transoceánicas -de mediados del siglo XIX hasta los años 30 del siglo XX- emigraron a América entre 50 y 60 millones de europeos, pero en esas estadísticas los franceses no pasaron de medio millón.
En tanto que cifras del propio Estado francés de fines del siglo XIX estiman en aproximadamente un millón todos los franceses que se pudieron distribuir en América, de los cuales la mayoría iba a Estados Unidos o Argentina y en un momento determinado hacia México. Francia ha sido más bien una nación receptora de inmigrantes e históricamente ha recibido a individuos de todas las nacionalidades; el Estado francés no alentaba en lo más mínimo la salida de sus ciudadanos, además de que después de la Revolución Francesa se consideraba como un traidor aquel individuo que se fuera del país. Entre los habitantes de las montañas francesas la transición migratoria es bastante característica porque en esas zonas la nieve predomina tres o cuatro meses del año y es común que los jóvenes busquen alternativas en lugares cercanos. Otro factor de emigración de los franceses era la primogenitura, que hacía salir de su tierra a los demás hijos varones, pues no serían herederos de las parcelas. De manera que la emigración francesa tiene dos o tres características significativas, dijo la doctora Salazar Anaya, quien es investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); es imposible no pensar que Francia es una de las grandes potencias del siglo XIX y como tal fue colonialista, por lo cual a veces había franceses que estaban en otro lugar, pero no eran inmigrantes en el sentido estricto, eran los burócratas o los soldados del ejército de intervención. Este fue el caso mexicano durante el periodo de la intervención francesa cuando hubo muchos grupos de soldados que llegaron a vivir a México -no eran inmigrantes obviamente, porque no venían a ver qué futuro encontraban en América- por su convivencia en el país se casaron con mexicanas, algunos hasta desertaron, otros pidieron permiso para residir aquí por largos años e hicieron negocios. Fue una emigración poco común, pero fue tal vez uno de los pocos momentos en los que llegaron muchos franceses a territorio nacional.
Luego de que España perdió sus colonias en América, quienes aprovecharon un poco la oportunidad de los mercados que dejaron los peninsulares fueron los franceses de Bayona, y en espacial en la zona de los puertos que era donde podían importar y exportar mercancías, sobre todo bebidas, comentó la doctora Salazar Anaya.
En la primera mitad del siglo XIX muchos comerciantes franceses llegaron a establecerse en los puertos o en las ciudades mexicanas relativamente importantes y muchos de ellos establecieron tiendas de abarrotes -como los españoles-, así como cantinas, restaurantes y, por supuesto, pastelerías; “no es de gratis la historia de la famosa ‘Guerra de los pasteles’”, apuntó.
La conferenciante precisó que muchos pequeños artesanos salieron de los Pirineos e incluso quienes hicieron estadísticas al respecto, consideran que el primer fenómeno de emigración de franceses hacia América vino de los Pirineos atlánticos, es decir los estados de una región cercana a la frontera con España, aunque hubo otra también muy significativa que procedía de los bajos Alpes, en la frontera con Italia. En ambos casos fueron emigraciones en cadena sobre las cuales no se ha determinado hasta donde dejaron de ser franceses y fueron españoles o italianos.
Un caso aparte es el de los barcelonnettas, pues las crónicas de viajero escritas por mexicanos o por franceses aseguran que el 80 por ciento de los galos que llegaron a México provenían del Barcelonnette -localidad y comuna francesa situada en el departamento de Alpes de Alta Provenza-, pero no hay dato estadístico que permita comprobarlo en ningún lado.
Así, los franceses comenzaron a traer vinos, ropa, menajes de casa con brocados y gobelinos que se vendían en lo que entonces se llamaban ‘cajones de ropa’. Los grandes almacenes como Las Fábricas de Francia, El Palacio de Hierro, o El Centro Mercantil pertenecían a inmigrantes franceses.